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Los que dejamos el ombligo en este lindo país, aprendemos con el tiempo a perder el asombro para sobrevivir a tanto subdesarrollo. No son las carencias económicas las que golpean tanto, pues las carreteras maltrechas, las filas innecesarias, así como las escuelas y los hospitales empobrecidos, se presentan, a fin de cuentas, como retos que todo criollo aprende a sortear cuan pruebas de sobrevivencia ineludibles en esta selva moderna, pruebas en todo caso endémicas, pruebas que encontramos solo aquí, solo en Costa Rica.
Solo aquí se atreven a corromper un proyecto tan sensible como la Trocha fronteriza, traicionando a la patria por unas monedas. Por muchas, en realidad. Pero lo que es aún más asombroso es el cinismo del gobierno responsable por omisión de semejante corruptela, que ante los cuestionamientos se apresuró a decir que toda crítica, aún bien fundada, le daba herramientas a Nicaragua. Igual cinismo ensayó cuando se supo del desastre ambiental producido por la falta de planificación y controles en ese mismo proyecto. Cero críticas, que eso es de buenos patriotas, se lanzaron a decir.
Y para redondearla, ahora que otra vez corre la riada de millones por esa misma Trocha, se atreven a declarar secretos los informes de los inspectores. ¿Entonces? Tras de cuernos palos, así de simple.
Lo malo en este país para ciertos políticos, no parecen ser las corruptelas o eventos concretos de corrupción, sino que los descubran. Los patos tirándole a las escopetas se llama eso.
Solo en Costa Rica la reforma electoral es a cuenta gotas y los ciudadanos seguimos permitiendo que sean los mismos partidos políticos a través de sus diputados los que se repartan el pastel a placer, en vez de ponerle candado a este tema y barrer con tanto manoseo, llevándolo a consulta popular mediante un solo proyecto integral que resuelva los temas más álgidos que jamás, óigase bien, jamás, serán reformados por el stato quo.
Solo en Costa Rica, mejorar la gobernabilidad pasa por empoderar al ejecutivo y disminuir el pluralismo en el legislativo. Es decir, por centralizar en vez de descentralizar. Pero sobre todo, solo en este país pensamos que se van a resolver nuestros problemas recurriendo a los mismos que los crearon, a los mismos que a fin de cuentas han sido y son el problema. Solo aquí confiamos el hospital a los mismos que inventaron la enfermedad, se acompañen o no de “notables” para limpiarse la cara.
Solo aquí la oposición, que a decir verdad tampoco es que sea mucha oposición, continúa en un puro rasgue de vestiduras, vetándose entre sí, escribiendo documentos que parecen escudos para esconderse, más que espadas para distinguirse frente a un oficialismo pragmático y concentrado, con una maquinaria bien aceitada y experimentada. Así, simplemente, no hay forma de ganar. Las apuestas seguras al verde por favor.
La culpa aquí, a fin de cuentas, no es solo de los que hacen, sino de los que dejan hacer, de los que se perpetúan en la discusión y el puro discurso contestatario, mientras sus rivales hacen. Señal catedralicia: mientras en la oposición ni siquiera saben cómo elegir entre sus precandidatos, en el oficialismo no solo tienen candidato por consenso sino que este ya se encuentra trabajando con todo y trampolín. Repito: así, no hay forma de ganar. Quién tiene vocación de poder y quién no, está más que claro.
El problema toral: vamos directo a la segunda década perdida de este nuevo siglo. Perdida en términos colectivos claro está, pero bien aprovechada por los mismos tagarotes de siempre, prestos a continuar haciendo mesa gallega a expensas nuestras y por cortesía de aquellos que siendo incapaces de fijarse en lo que los acerca, terminan siempre señalando solo aquello que los distancia.
Podría seguir retomando y escribir otro tanto sobre el mundial femenino que no fueron capaces de organizar, la destitución del magistrado Cruz que no supieron justificar, la viceministra de juventud en calzones que los supo avergonzar, el ministro de hacienda que no pagaba impuestos y terminó por renunciar, o los flamantes diputados estilo Justo Orozco, Walter Céspedes o Carmen Granados, sin olvidar los méritos de Fabio Molina o Víctor Hugo Víquez claro está, pero basta reconocer que solo se dan aquí, solo en Costa Rica.
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