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En estos días, el olor a santidad que todos transpiramos, se la debemos a los medios de comunicación. Y ya saben ustedes donde está Dios está el diablo. Por eso no es de extrañar, y esto en forma confidencial −por aquello de la ley mordaza−, que el señor Fernando Sánchez, distinguido Embajador en la Santa Sede, esté expiando sus pecados (flagelación incluida) en la iglesia de Panchito Primero. Pero, él ya no es el mundano del “Memorándum del miedo” que con otros artífices de la Administración Óscar Arias atemorizaron a la población y prodigaron promesas de bienestar para todos con su TLC. Observen ustedes que el reconocimiento de méritos no tiene nada que ver con prebendas, sino con esa fe que mueve gobiernos.
La devoción no es asunto de pobres ni de ateos. En primer lugar, la fe es asunto de iluminados. Testimonio de este hecho lo puede dar el hombre más sabio de Costa Rica y del mundo: don Justo Orozco. En segundo lugar, es un asunto de clase social: basta observar el despliegue de artículos de “El Desvelado”, Góngora, Montaner, Apuleyo Mendoza… que todavía no se explican por qué carajo miles de venezolanos iban tras el féretro del Comandante Chávez. ¿Cómo explicar ese fenómeno que sorprendió a los escépticos?
Para el escritor Plinio Apuleyo Mendoza (LN 24/3/13): “…El dolorido fervor que advertimos en millones de venezolanos pertenecientes a las clases sociales más bajas obedece, sin duda, no solo a las prebendas y subsidios que regalaba el Gobierno en cerros y barrios periféricos donde viven, sino también al carisma del caudillo, a su forma de vestir, de hablarles en su mismo lenguaje de barriada llamando a sus opositores majunches, sifrinos o pitiyanquis”.
¿Cómo es posible darles atención a “esas clases sociales bajas de cerros y barrios periféricos”? Y como si fuera poco semejante desfachatez, ¿todavía darle “prebendas y subsidios”? Es decir, el distinguido escritor nos invita a olvidarnos de los pobres, de sus ranchos y tugurios; es decir, arriba las clases medias y altas, dignas de ilustrar el camino del desarrollo económico y los demás que se jodan por ser pobres; es decir, ese panorama marginal, en un territorio de más de un millón y medio de kilómetros cuadrados (se incluyen los espacios marítimos) y sus casi 30 millones de habitantes de la República Bolivariana de Venezuela, debe ser democráticamente conducida por una clase dominante emprendedora.
¿A quién le importa que en más de una década se haya beneficiado a los sectores más pobres y de pobreza extrema, con programas de salud, vivienda y subsidio en alimentación, o que hayan tenido el reconocimiento de la UNESCO en su reducción del analfabetismo? ¿Cuál es la importancia del ALBA (Alianza Bolivariana para las Américas) y los otros bloques neoliberales de Colombia, Perú, Chile y México? No hay duda que se cuestiona el déficit fiscal venezolano y no hay duda que se cuestiona a Petrocaribe y su asistencia favorable a las demás economías dependientes como Bolivia, Cuba, Ecuador, Nicaragua, Antigua, Santa Lucía…. ¿Y cuál economía está exenta del hálito divino de las economías del mercado mundial que siguen quebrando bancos y sometiendo a sus ciudadanos a los sacrificios más extremos? Tal vez la fe que mueve gobiernos nos inspire y nos dé una respuesta o quizás don Justo Orozco nos ilumine con su sabiduría.
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