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Utilizando la visita de Obama a San José, y puesto que con él no era factible hablar, se aprovechó su escolta de 47 consejeros políticos que disfrutó de una mayor libertad de movimiento y acceso. Un gran número de ellos usaba un disfraz. Particularmente dispuestos a charlar se mostraron once de los asesores que coincidieron en vestirse como Iron Man, algunos con bigote y otros sin él. Además de sus armaduras, todos concordaron durante el primer diálogo en que el máximo peligro para su presidente era la vecindad de Laura Chinchilla a quien la peor suerte la viste desde que profanamente fue designada hija predilecta de María. “Ojalá no se contagie” repitieron, sin ocultar su congoja.
En la segunda sesión, más relajados, se ocuparon de las próximas elecciones presidenciales costarricenses. En Washington dan por seguro el triunfo de Araya Monge (ellos hablan del señor Araya, el candidato) y en todo momento rehusaron referirlo como Johnny. “No es el triunfo del Partido Liberación Nacional”, comentaron, sino el triunfo del único candidato presentable o electoralmente funcional en “…una país cuya régimen democrática se caracterizado por la inexistencia de partidos políticos efectivos”. Cuando se les acotó que eso ya se sabía en Costa Rica, además de sonreír, abordaron otro ángulo del tema.
Esta vez traducimos su español a una forma más propia. “Al señor Araya Monge se le presenta la oportunidad de hacer historia”, enfatizaron. “Él enfrenta dos grandes desafíos: su partido, no existe desde hace mucho, y su clientelismo ha llevado a la administración pública del país a un sistema feudalizado de privilegios, corruptelas, disfuncionalidad y mediocridad que no permite ni siquiera construir un trocha sin hinchar costos y sin perpetrar desatinos visibles, palpables, inocultables”. “El sistema clientelar resulta obligatorio cambiarlo”, añadió uno de los de bigote falso, agitando su vaso de jugo de piña. El que, tras su disfraz, parecía mayor sentenció: “Aquí el reto es que el señor Araya Monge va a ser electo por esas clientelas, barones y príncipes feudatarios locales e internacionales. Así, resulta cuesta arriba moverlos. Es más fácil que los poderes clientelares lo muevan a él”. Decía esto riendo, como si el asunto fuera gracioso.
“O sea que estamos jodidos”, dijo uno de los indígenas presentes. En inglés, claro. “¡No, no!”, saltaron casi todos los Iron Man. “No se apresure usted”. Faltaba todavía el otro desafío. “¿Y ahí viene la solución?” se inquietaron varios, no se sabe si porque eran parte de las clientelas, o porque querían otra Costa Rica. “Easy, boys, easy”, corearon los Iron Man. “El segundo desafío del señor Araya es que no tiene oposición efectiva”, dijo el más locuaz. Reinó el desconcierto nativo en la sala facilitada por el Hotel del Rey. “¿Y…?”. “Pues para gobernar bien tiene que construirla” señaló uno de los Iron (parecía afroamericano). Como el desconcierto tiraba al desaliento, vino la explicación.
“Si el señor Araya desea pasar a la historia como líder tiene que desmantelar el sistema de clientelas que se viene asentando por décadas y que hoy frustra toda política pública”, apuntó uno. “Y sólo puede lograrlo articulando fuerzas propias contrarias al clientelismo, porque lo adivinan suicida, o por lo que sea, con opositores a la lógica y a los resultados del clientelismo ya que éste termina por derrotarlos siempre. Gobierno y rivales juntos pueden transformar la gestión pública y generar bases para una nueva, blindada contra el clientelismo”, cerró otro, mientras apuraba su fresco. “No es factible…”, repelió rápido un nativo. “Si Johnny hace eso, pierde las elecciones”.
Uno Iron Man hizo un rictus al señalar: “Desde luego. Por eso tiene que avisarlo después de ser electo. Va a incorporar a su gobierno a las mejores figuras del país, con entera prescindencia de si son o no sus amigos”. “¡Imaginen!”, se exaltó un Iron más canijo que el resto. “¡Tendrían tecnócratas eficaces!”. “Para el señor Araya Monge, además de instalarse como un segundo don Pepe, queda abierta la chance de un par de reelecciones. Es joven”.
Los nativos se miraban, como queriendo decir algo pero sin decir nada. Al final uno habló quedito, de modo que casi no se le oía: “¿Nos están jugando una broma, no…?”
Un Iron fraseó para los otros Iron: “No use. Estos latinos nunca entienden”. Se despidieron gratos y partieron a tomar el avión que los esperaba parqueado a la salida del hotel. Cortesía del gobierno de Costa Rica.
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