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Lamentablemente parte de la educación costarricense se ha caracterizado, desde hace bastante tiempo, por implementar un sistema de enseñanza tradicional caracterizado por el uso exclusivo de la memoria, repetición de contenidos mediante exámenes, en donde una persona es quien habla (docente) mientras que las demás escuchan (estudiantes); donde lo importante es educar para que la especialización o la evaluación quede destinada a “un simple número”.
Esta falta de interés por parte de un ámbito educativo caracterizado por una enseñanza tradicional que masifica, puede provocar en los alumnos inestabilidad, desinterés y rechazo hacia sus estudios. De acuerdo con Alejandrina Mata: “La deserción escolar crece en Costa Rica debido a las estrategias evaluativas tradicionalistas, si se consideran los 69 mil 850 estudiantes que abandonaron las aulas en el 2011, cifra superior a la registrada cada año desde 1999”. Por tanto, si el punto final de la enseñanza es instaurar una evaluación para aprobar o no un curso, entonces esto estaría limitando las interacciones cognitivas y afectivas, el crecimiento académico y la expresión de competencias que se vayan generando en el proceso educativo.
Este último aspecto es fundamental, pues una evaluación más consciente, más auténtica, podría servir de mejora, de crecimiento y perfeccionamiento del trabajo realizado con el fin de evitar ser un “número”, un resultado más, una nueva sanción, como se estila en la educción tradicional. Por lo cual lo importante es que los alumnos se involucren dinámicamente al proceso evaluativo, que se les tome en cuenta la evolución del aprendizaje, pero, a la vez, se debe procurar que esto se haga responsable y racionalmente, que sirva como un diagnóstico de lo aprendido y como una realimentación durante el proceso de aprendizaje.
Ahora bien, hay que comprender que la adopción de una evaluación auténtica demanda comprender que las capacidades, los intereses, preferencias y los contextos de los estudiantes influyen en su aprendizaje, de ahí que habrá quienes piensen que esta evaluación no es tan confiable, porque debe enfocarse en una variedad de factores difíciles de evaluar; no obstante, pareciera más bien que lo que no se desea es establecer un compromiso por llevar a cabo estrategias de evaluación, las cuales demandan mayor tiempo, responsabilidad, dedicación y el desarrollo de habilidades de autonomía, respeto, tolerancia y análisis.
Definitivamente podría resultar más sencillo llevar a cabo pruebas estandarizadas en donde solo se miden las diferencias de habilidades entre los estudiantes, que prácticas las cuales busquen ser una guía de planificación, seguimiento y formación educativa. Es más sencillo hacer una prueba en donde todos los estudiantes deben colocar la misma respuesta, que elaborar, por ejemplo, un ensayo en donde el docente debe evaluar la pertinencia de los distintos temas, los argumentos utilizados para respaldar o refutar determinada posición, revisar la redacción, ortografía o el estilo… Claro que demanda más tiempo y hasta mayor conocimiento de la materia por parte del docente, pero es más productivo que elaborar un examen en donde mecánicamente los estudiantes repitan de memoria estructuras ya establecidas.
Ante este panorama los docentes deben esforzarse por proponer estrategias relevantes de evaluación, como por ejemplo, las presentaciones orales o los portafolios, pues permiten comprender las habilidades auténticas de los estudiantes y la comprensión que están adquiriendo de los respectivos conceptos. Sin embargo, ¿contarán los docentes con el tiempo, la disposición, el interés y la adecuada actualización para la respectiva observación, análisis crítico y productiva evaluación que demanda este tipo de estrategias evaluativas?…
Definitivamente no se puede innovar el proceso de enseñanza y aprendizaje sin una innovación paralela de la actividad evaluativa. Por lo cual una evaluación diferente en objetivos, técnicas y procedimientos es básica, para realimentar el proceso de enseñanza y así mejorar las deficiencias en donde cada estudiante genere su propia significación personal de lo aprendido y se reconozcan los diferentes ritmos, estilos de aprendizajes y capacidades de razonamiento; se trata de evaluar para aprender a aprender, aprender a cooperar, aprender a comunicar, desarrollar sentido crítico y la motivación intrínseca.
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