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Alegato por la ciudad capital

Hace algún tiempo, San José era todavía una ciudad agradable, que se podía caminar relajadamente, de día y hasta de noche. Aparte de algunas casas de indudable encanto, generalmente viejas, la mayoría eran bastante similares, y solo de vez en cuando un toque de color un poco agresivo interrumpía estas secuencias. Exceptuando las –con razón− llamadas “joyas arquitectónicas” como el Teatro Nacional, el Edificio del Correo, el Edificio Metálico, por ejemplo, difícilmente se podía, ni se puede, encontrar algún conjunto de grato relieve al ojo del transeúnte.

Hace algún tiempo, San José era todavía una ciudad agradable, que se podía caminar relajadamente, de día y hasta de noche. Aparte de algunas casas de indudable encanto, generalmente viejas, la mayoría eran bastante similares, y solo de vez en cuando un toque de color un poco agresivo interrumpía estas secuencias. Exceptuando las –con razón− llamadas “joyas arquitectónicas” como el Teatro Nacional, el Edificio del Correo, el Edificio Metálico, por ejemplo, difícilmente se podía, ni se puede, encontrar algún conjunto de grato relieve al ojo del transeúnte.
Sin embargo, un lugar me pareció siempre ser verdaderamente atractivo: el Paseo Colón, con su amplia perspectiva hacia la Sabana, bordeada de esos preciosos árboles llamados precisamente “Robles de Sabana”. Cuando estos florecen, inundan el Paseo, en ligero declive hacia el Parque, de unos rosados fuertes o suaves, o casi blancos: una profusión de belleza que desemboca en el pulmón verde de la ciudad, que es este Parque.
Como todos saben, fue idea del Ministro de Cultura, quien impulsó también el excepcional desarrollo musical del país: coincidencia especial esta, que resulta placentero recordar. Dotar a San José de una arboleda de un apreciable tamaño, fue una idea feliz que cambió la fisionomía de San José. Ahora surgió la idea de reforestar la Sabana con árboles autóctonos que es, indudablemente, otro propósito feliz.
Pero, las intenciones e inicios de construcción, cerca de allí, de unos muy altos edificios aparecen a contrario muy desacertados y preocupantes. Denotan una falta de sentido urbanístico, evidencian una total despreocupación por salvaguardar la vista del escenario montañoso que tan bellamente encuadra a San José, y arriesgan enjaular prácticamente al único pulmón verde en la capital.
Que quede claro que no se trata de ignorar o negar la imperiosa necesidad de construir en adelante en lo alto, vista la incontrolada extensión de barrios, suburbios, y tugurios, lo que ha dado lugar a una total saturación horizontal. El gran reto consiste, por lo tanto, en encontrar lugares adecuados y accesibles para construcciones de cierta altura, y/o lograr modificaciones urbanas que posibilitan ese tipo de creaciones sin afectar lo menos posible los sitios, perspectivas, o edificios, que siguen presentando todavía algún aspecto de belleza o interés. Su análisis requerirá de todo tipo de consideraciones, tanto en el nivel urbanístico como socioecológico, sin olvidar la dimensión estética que necesita ser valorizada fuertemente. La situación de la capital, a pesar de algunos innegables esfuerzos que se han hecho recientemente, es tan preocupante que todo paso en falso en el intento de lograr unos cambios positivos, podría llevar a decisiones de lamentable desventura.
El país goza de una prodigiosa naturaleza, de la cual todavía se preocupa. Pero, en cuanto a obra pública: diseños urbanos, aspectos socioambientales, nuevas concepciones de arquitectura, embellecimientos del entorno en general, pareciera que existe poco interés por la estética urbana. Uno puede preguntarse entonces si la especial belleza natural del país es la que ha llevado, hasta cierto punto, a dar poca importancia a la dimensión estética en el contexto urbano.

  • Régine Steichen Jung (Ex Catedrática UCR)
  • Opinión
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