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Es momento de educar

La educación es una herramienta al servicio de la sociedad, esto en cuanto permite modelar los miembros que la conforman; de ahí su importancia y su necesaria reconfiguracion a partir del análisis constante de la realidad. Es por esta razón que la educación ha de estar en constante cambio, ser dinámica y evidenciar una apertura a la diversidad de enfoques que emergen de la reflexión teórica, con el objetivo de lograr interpelar al estudiantado con diversas metodologías que permitan una asimilación de conceptos necesarios para la vida.

La educación es una herramienta al servicio de la sociedad, esto en cuanto permite modelar los miembros que la conforman; de ahí su importancia y su necesaria reconfiguracion a partir del análisis constante de la realidad. Es por esta razón que la educación ha de estar en constante cambio, ser dinámica y evidenciar una apertura a la diversidad de enfoques que emergen de la reflexión teórica, con el objetivo de lograr interpelar al estudiantado con diversas metodologías que permitan una asimilación de conceptos necesarios para la vida.
El problema fundamental surge cuando la educación se ve sesgada, y manipulada por influencias de carácter ideológico que no permiten un desarrollo integral del ser humano. El desencanto de la educación deviene a partir de un proceso centralizado en potenciar un determinado conjunto de elementos. Una educación al servicio de ideologías es una educación incompleta, un proceso educativo que vele por desarrollo de competencias y desvirtúe las relaciones interpersonales estará condenado al fracaso y con él, a la construcción de una sociedad materialista, ególatra, y mercantil.
Ante esto, resulta imperioso atender a nuevo modo de formación, apelar a una educación integral, potencialidades de capacidades creativas, enfocada en desarrollar las diferentes habilidades del ser humano, sin pensar en el futuro operario o funcionario del mañana sino en el ser humano, como ser pensante y ser sintiente, capaz de entrar diálogo con todo lo existente.
El acto educativo es encuentro, implica la convergencia de realidades ineludibles, educador y educando se presentan uno al otro, en una reciprocidad que evoca compromiso, la visión unidireccional de la educación, es desplazada bajo esta concepción, se asume al estudiantado como una actualidad, en un constante devenir, hacia su llegar ser; con esto pretendo indicar que el ser humano no es algo acabado, por ende no es finito, ya que en él se descubre un constante salir de sí hacia algo más que sí.
Desde la educación, toda acción que apele a esta concepción de ser humano ha de potencializar y canalizar esta dinámica de ser humano; esto evidencia un arduo desafío, claro está; sin embargo, en manos del cuerpo educando se encuentra la tarea de formar a un ser humano en constante movimiento.
La relación resulta ser el primer paso para generar esta ruptura con el paradigma cosificador de nuestras sociedades, viciadas por el utilitarismo. Por ende, frente a los actuales centros de acopio, donde se moldean en serie estudiantes, es necesario transmutar a comunidades educativas, donde las relaciones sean potencializadas, en medio de un reconocimiento del medio, de los otros, y del sentido de trascendencia del ser humano; no estoy hablando de doctrinas religiosas, ni de ambigüedades metafísicas, apelo al sentido de salir de sí hacia algo que trasciende al ser humano mismo.
Esta relación no es una mera experiencia, no es simple contacto, es más bien el empinamiento de un ámbito de encuentro, en el cual los temores son emasculados, donde la lejanía del docente es erradicada por el acontecimiento de la confianza. El educador deja de representar opresión u ocupación y asume un papel dinámico en el entorno del estudiante. A partir de este escenario de cordialidad, derivan las preguntas, del uno hacia el otro, y con ellas el diálogo diáfano, la educación.

  • Esteban Josué Beltrán Ulate (Estudiante)
  • Opinión
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