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“Al neoliberalismo ortodoxo no le conviene hablar de ética, porque es su gran punto vulnerable”, dijo Bernardo Kliksberg con palabras severas, pero sin perder la amabilidad en los gestos, durante una entrevista con este Semanario.
Unas horas antes, el llamado “padre del emprededurismo social” había lanzado las dagas precisas contra la ideología económica y política, que en su criterio tiene sumido a buena parte del mundo “desarrollado” en una profunda crisis.
Este argentino llegó al país la semana anterior, para recibir el doctorado Honoris Causa de la Universidad de Costa Rica (UCR) y compartir algo de su conocimiento en el Congreso Internacional de Emprendedurismo Social, que se organizó en esta casa de estudios entre el 6 y 7 de junio.
La ideología económica que predomina en buena parte del mundo ¿parte de premisas y fundamentos equivocados?
-Las políticas económicas predominantes en muchos países son las políticas neoliberales ortodoxas; esas políticas económicas en la realidad han demostrado ser “mala economía”, pues solo favorece al 1 % del planeta y va contra las posibilidades de una vida digna para el 99 % restante.
En América del Sur los pueblos se han rebelado contra esas políticas. En Argentina, Brasil, Uruguay, Ecuador, en el Chile de Bachelet (que probablemente sea reelecta), se aplica lo que yo llamo políticas orientadas a construir una economía con rostro humano. Le va mucho mejor a la gente hoy en el sur de América Latina que en todo Europa, porque la diferencia está en las políticas que se aplican en uno y otro lugar.
¿Qué es lo que marca la diferencia?
-Son políticas que han hecho una transferencia gigantesca a favor de los más pobres, a través de programas sociales a gran escala, que han rescatado de la pobreza extrema a los más pobres y los han empoderado al mismo tiempo. Se ha ampliado totalmente la educación, han hecho entrar masivamente a mucha gente que no tenía remotamente las posibilidades de acceso, y al mismo tiempo los han protegido con seguros de salud universales, como el que aún tiene Costa Rica, que es excelente. A la gente le han dado crédito a gran escala y eso ha posibilitado la creación de millares de microempresas. Al mismo tiempo, en todos esos países se ha fortalecido el sector social de la economía; las cooperativas están en un momento de florecimiento total; todo eso significa democratizar la economía, dar oportunidad a la gente; eso potencia el mercado de consumo interno y entonces eso a su vez fortalece la economía en su conjunto.
Con esas políticas ganan todos, menos ese 1 % más rico; por eso están tratando de denigrarlas internacionalmente, porque atenta contra la injusticia social que a ese 1 % le viene fenomenal.
¿Qué implicaciones tiene la tendencia a excluir cada vez más al Estado de la economía?
-Es la parte central de la receta del neoliberalismo ortodoxo: reducir totalmente las actividades del Estado, bajo el supuesto que hay que dejar todo al mercado, porque el mercado lo va a hacer mejor. En la práctica eso significa darle permiso a la eliminación de las regulaciones medioambientales, como lo hizo (George) Bush en Estados Unidos, y significó darle piedra libre a las empresas contaminantes, para que arruinen totalmente la atmosfera del planeta. La desregulación de los mercados parafinancieros durante la administración Bush, también significó abrir los pasos totalmente a la especulación financiera desenfrenada, que casi liquida toda la economía estadounidense en la crisis del año 2008-2009. Los que se dedican a la especulación financiera, aquellos que van a desarrollar actividades que atentan contra toda la sociedad, tratan que haya poco Estado, o reducirlo al mínimo, para maximizar su riqueza.
Pero los detractores de ese tipo de políticas dicen que es un modelo agotado después de 60 años de uso.
-El que está agotado es el otro modelo, el que condujo en los años 90 al desastre social en Argentina, en Brasil, en México y ahora está hundiendo a toda Europa. En los años 60 hubo un modelo con intervención del Estado; ahora se trata de ir más lejos: con base a una intervención importante del Estado se trata de construir una economía con rostro humano y eso significa sumarle al Estado una economía social fuerte: cooperativas, solidarismo y diversas formas de organización social, y sumarle una gran movilización civil a través del empredurismo social, del voluntariado, de la acción de las universidades.
¿Solo el Estado puede ayudar a reducir la desigualdad y la pobreza?
-Todos los otros actores deberían cooperar con la política pública, para garantizar los derechos de la sociedad civil. En mi último libro “Ética para empezar”, doy la idea de la responsabilidad social que tienen las empresas privadas, que no pueden solo dedicarse a ganar plata; es una institución muy importante en la sociedad, entonces es legítimo que obtenga utilidades; pero, al mismo tiempo tiene que ser un factor de mejoramiento de la calidad de la sociedad y eso lo puede hacer a través de grandes programas, donde apoya emprendimientos sociales.
¿Qué incentivos debemos darle a las empresas para moverlas hacia eso?
-El incentivo principal es ético; no puede haber incentivo más poderoso que la ética; el incentivo es el empresario, que en lugar de alguien que solo trabaja para sí mismo y que está contribuyendo a destruir el medioambiente y empobrecer a la población, ponga su empresa a trabajar para la comunidad; eso crea una sensación de felicidad interna y está probado científicamente. Ningún incentivo económico puede equivaler a eso. Simplemente las empresas que son más responsables van a hacer las más competitivas, las que tengan mejor reputación les va a ir mejor y cuanto más presione la opinión pública por responsabilidad mayor será el incentivo.
¿Cómo podríamos definir el empredurismo social y cuál es su impacto?
-Son personas y organizaciones que por cuenta propia deciden que no pueden esperar a los resultados de las políticas públicas o a los grandes cambios, porque sienten que están muriéndose y enfermándose porque nadie los ayuda, y entonces toman la historia en sus manos. Se organizan para ayudar, pero no lo hacen través de operaciones puntuales, sino que lo hacen articulando organizaciones con eficiencia, para ayudar. Un Techo para Mi País es una organización muy bien estructurada y por eso está haciendo trabajar a 400.000 jóvenes en América Latina; Caritas en América Latina, que es una fuerza poderosa de solidaridad, es una organización que sabe hacia dónde va, que tiene misión organizacional, estructura, etc. Entonces, es trabajar en lo social con una nueva perspectiva, donde la excelencia organizacional es parte. Un punto absolutamente central es que en esas organizaciones, todos los nuevos emprendedores sociales no trabajan para la gente, sino trabajan con la gente.
¿Es la ética la gran ausente en nuestras políticas, nuestra economía y en nuestra forma de trabajar y en nuestra forma de vivir?
-El neoliberalismo ortodoxo ha tratado de expulsar a la ética de la economía y de la política; no le conviene ni siquiera que se mencione la palabra, ni que se hable de ética, porque es su gran punto de vulnerabilidad. En cuanto se confrontan los resultados de las políticas económicas neoliberales hoy en Grecia, en España, en Italia, las que algunos neoliberales le quisieron imponer a Costa Rica o las que aplicaron en la Argentina de (Carlos) Menem, se llega a la conclusión inmediatamente de que son inmorales totalmente. Desde que el liberalismo ortodoxo ha impuesto su tesis, se dejó de discutir de ética en la economía, solo se discute tecnocráticamente, solo se discute de inflación, de baja de la deuda interna y no se discute más de ética. Lo mismo están tratando de hacer en la política: que no se discuta sobre la ética, porque debería ser el referente social de la política, se discute solo sobre poder. La gente está muy interesada y se ha dado una nueva disciplina que se llama la “ética del desarrollo”. La gente quiere que la economía vuelva a ser discutida éticamente. En Costa Rica, particularmente, hay que defender todo lo conquistado, es un país que sin ningún tipo de recurso estratégico, sin materias primas, logro montar una sociedad decente, muy digna. Hoy eso está en peligro, porque el neoliberalismo también tiene fuerza actualmente en Costa Rica; entonces el pueblo tiene que defender su modelo costarricense de 60 años, no descartarlo o cambiarlo por lo que está hundiendo a Europa, sino profundizarlo, renovarlo.
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