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“Pagliacci” y “Cavalleria Rusticana” cerraron el telón operístico con críticas positivas

La puesta en escena de las dos óperas cortas requirió de al menos 85 personas en el escenario. (Foto: Katya Alvarado)

La puesta en escena de las dos óperas cortas requirió de al menos 85 personas en el escenario. (Foto: Katya Alvarado)
La Compañía Lírica Nacional (CLN) y la Orquesta Sinfónica Nacional finalizaron el pasado domingo la temporada de 7 presentaciones con las dos óperas italianas más populares en el mundo: “Pagliacci” y “Cavalleria Rusticana”.
Para Patricia Conde, directora de la CLN, y la soprano Giselle Santamaría, se trata de espectáculos que han seguido la tendencia y la calidad del trabajo realizado por la compañía durante los últimos años.
Santamaría interpretó en esta temporada una de las partituras más difíciles de “Cavalleria Rusticana”. Se trata del papel de Santuzza, una provinciana seducida por Turiddu, despechado por la traición de Lola, la mujer de la que está enamorado.
“Tanto el elenco tico como el extranjero hemos dado de nuestra parte todo nuestro conocimiento como cantantes. Yo tenía muchas ganas de cantar esta ópera y hacerlo en Costa Rica. El papel de Santuzza es un poco demandante, porque se requiere un registro muy amplio. El personaje no descansa ni vocalmente ni anímicamente y uno acaba agotado físicamente”, dijo Santamaría.
 
De acuerdo con Patricia Conde, los datos registrados durante las funciones fueron bastante positivos, pues mostraron una participación mayor del público, que ocupó más de las tres cuartas partes de los espacios del Teatro Nacional.
 
“Creo que la asistencia es bastante parecida a la de años anteriores. Yo esperaba sinceramente más personas, especialmente en la función de gala, pero habían otros eventos: estaba el Circo del Sol, los partidos de fútbol, entre otros. Sin embargo, eso cambió en las siguientes presentaciones”, detalló.
ENTRE BUTACAS
Entre la audiencia, afirmó Conde, la mayor parte de los comentarios sobre la ópera fueron positivos. La escenografía, el trabajo de cantantes como Belem Rodríguez, Giselle Santamaría, Carlos Galván, María Marta López, Sofía Corrales, Jeffrey Hartman y la batuta del mexicano Enrique Patrón de Rueda fueron bien evaluados por músicos y aficionados.
El pianista y director de la Escuela de Artes Musicales de la Universidad de Costa Rica (UCR), Manuel Matarrita, comentó haber observado un nivel positivo, que persigue la tendencia de los trabajos realizados por la Compañía Lírica Nacional.
“Me parece un nivel bastante bueno, pensando en que buena parte de los cantantes eran nacionales. Me gustó mucho la participación del coro y la orquesta, pero me pareció débil el montaje escénico […] No es un montaje sobresaliente en los últimos años, tampoco es baja la calidad. Me gustó más ‘Pagliacci’ que ‘Cavallería’, en todo sentido”, agregó
Tanto Matarrita como el profesor de canto de la UCR, Rafael Saborío, opinaron que la realización de ‘Pagliacci’ fue mejor que la de ‘Cavalleria Rusticana’, especialmente en la desenvoltura dramática de los artistas.
“Personalmente, me gustó más ‘Pagliacci’ que ‘Cavallería Rusticana’. Sentí que a la ‘Cavallería…’ le faltaba dramáticamente. La ópera es drama cantado con acompañamiento instrumental; tiene que haber drama. En lo que respecta al coro, lo hicieron excelente. Pero encontré mejor resuelta ‘Pagliacci’ que ‘Cavalleria’. Las escenografías y el escenario fueron perfectas”, puntualizó Saborío.
A su parecer, apreció un buen montaje, que demuestra que la CLN continúa trabajando con la calidad que le caracteriza.
“El público sale contento. En general, la gente sale contenta y eso es realmente lo importante. El espectáculo es tremendamente caro y la idea es que la gente lo disfrute. Desafortunadamente, el teatro no ha estado totalmente lleno. Lo ideal sería que lo aborden más costarricenses, porque tenemos muchísimas buenas voces, y que los maestros que lleguen sean personas que enseñen, que ayuden a ‘pasarlos’ a un nivel internacional, porque es muy poco lo que falta”, externó Saborío.
Por su parte, Luis Gustavo Lobo, quien ha seguido de cerca la evolución de la ópera en Costa Rica desde hace más de tres décadas, fue otro que se sumó con palabras positivas hacia el trabajo de la compañía.
El vestuario y la escenografía – señaló− me parecieron totalmente adecuados; es una de las propuestas más interesantes que se han hecho. Han mantenido un nivel espléndido. La Orquesta Sinfónica Nacional ha demostrado desde hace muchos años ser de primer orden y el coro sinfónico nacional es digno de cualquier teatro de ópera en el mundo. Me parece que ha sido una labor bien encomiable”.
“LAMENTABLE RENUNCIA”
La salida del tenor Ernesto Rodríguez presentada dos días antes del estreno del espectáculo puso en apuros a la CLN, que contrató al cantante estadounidense Jeffrey Hartman para la presentación de los papeles protagónicos de Turiddu y Canio.
Rodríguez, tenor liberiano y profesor en la UCR, presentó su renuncia ante un resfrío que afectó sus cuerdas vocales. El director de la Escuela de Artes Musicales lamentó la situación.
“Es lamentable que no cantara Ernesto; eso obligó un poco al tenor, porque presentar dos óperas que son tan pesadas para un tenor lo comprometió bastante, pero lo hizo bien”, añadió Matarrita. Para Patricia Conde, demostró un gran dominio de su papel.
Sobre la salida de Rodríguez, Giselle Santamaría hizo ver que “a mí me dolió mucho, porque yo había cantado con Ernesto en el teatro Mozart la ‘Cavallería’, y él es un excelente cantante costarricense; me fascina trabajar con él y realmente me dolió mucho: nos hizo mucha falta. Afortunadamente, con Jeffrey no hubo ningún problema. Pudimos cantar y actuar como si lo hubiéramos hecho en muchas ocasiones, no hubo ni un bache, todo salió perfecto”.
Santamaría piensa que “la compañía ha ido en ascenso, porque ahora hacemos dos óperas realmente difíciles. Ha sido un trabajo muy arduo de parte de la CLN, desde la producción, trabajo con el elenco extranjero, etc. Ha sido una producción muy cansada, pero valió la pena. Hemos puesto todo de nuestra parte”.
 

Fueron 7 noches de amor, traición y locura
Hay quien ve en “Pagliacci” y “Cavallería Rusticana” un camino de espejos rotos: trozos de la cruda realidad de aquellos que se atreven a enamorarse de lo imposible y acaban traicionados por ilusiones y sueños. Son una dura fotografía del alma humana tejida entre una suerte de amores no correspondidos, traiciones y obsesiones entrelazadas. Verismo puro.
Es mañana de pascua. Un discurso de amor de madrugada hace eco entre los callejones de Sicilia. Turiddu canta a Lola la primera canción de primavera de toda la ópera. Cuando cante la última, el vino le habrá preparado para el suelo del huerto, donde los naranjos perfumarán su cadáver, sentenciado a muerte por Alfio, esposo de Lola, la bella traidora en el escenario.
Más tarde, al sur de Italia, cerca de Calabria, un grupo de payasos anuncia una función a la puesta del sol. Canio, jefe de la tropa, advierte a todos que no aceptará que nadie corteje a su esposa Nedda, entre su temor a ser traicionado.
Cuando caiga el ocaso, entre las luces del escenario, Canio descubrirá que Nedda le ha sido infiel. Entre su pálido rostro de payaso exclamará La commedia è finita (¡La comedia se acabó!), matando a Nedda y a su amante, Silvio.
La peste de la traición da vueltas por los escenarios de “Pagliacci” y “Cavalleria Rusticana”, óperas cumbre de Pietro Mascagni y Ruggero Leoncavallo.
Estas obras son inseparables desde 1893, cuando comenzaron a presentarse juntas debido a su corta duración. Dos obras breves de fuerza desgarradora, dos amores que terminan en tragedia y dos retos de grandes dimensiones para la Compañía Lírica Nacional, que al parecer superó bien la prueba.

  • Daniel Salazar Murillo 
  • Cultura
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