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Neymar, número 10 de Brasil, fue seleccionado como el mejor jugador del partido final; el delantero hará pareja con Leonel Messi en el Barcelona la próxima temporada.
Las cuatro selecciones nacionales clasificadas en las semifinales de la Copa Confederaciones presentaron formaciones con muy pocas variantes tácticas y en ellas prevaleció la línea de cuatro en defensa —salvo escasas excepciones—, a los que se le sumaron dos volantes de marca bien definidos y en la zona de gestación se utilizaron dos enganches y un binomio de ataque, pero igual se jugó con línea de tres a la espalda de un solo delantero.
Brasil, campeón del evento, jugó un 4-2-2-2 muy bien definido; España, subcampeona, su habitual 4-5-1 que dio énfasis a la movilidad y exquisita técnica de sus mediocampistas; Italia, tercer lugar, alternó en defensa la línea de tres con línea de cuatro, jugó con carrileros y un medio de marca, tres enlaces y un delantero. Uruguay jugó línea de cuatro; dos medios de marca, un enlace y tres delanteros. Fue el equipo que más piernas puso en ofensiva.
En la novena edición de la Copa Confederaciones, el juego bonito lo puso Brasil y no España, la selección que acostumbra ponerlo en práctica y con la que ha dominado el fútbol mundial en el último lustro.
Luis Felipe Scolari, técnico de Brasil, tuvo la suerte de contar con la defensa más técnica que han tenido los brasileños en muchísimos años. A través de la historia, los defensores centrales brasileños han sido altos, rudos, torpes, no así los laterales. En esta ocasión, Alves, Thiago, David Luiz y Marcelo son poseedores de una alta calidad técnica, que les permite marcar con elegancia y asociarse con un par de mediocampistas igual de habilidosos y técnicos: Óscar y Neymar. Estos seis futbolistas formaron la plataforma mágica del campeón. Se les unieron dos volantes de contención que parecen sacados de las estepas rusas y no de las playas cariocas: Paulinho y Luis Gustavo, y dos atacantes que parecen troncos y lentos, pero que en realidad no lo son: Hulk y Fred, la antítesis de un Romario o un Ronaldinho, pero con mucho olfato de gol. El portero Julio César está curtido en el fútbol de Europa y cierra o empieza un equipo muy completo.
FIN DE UN CICLO
Las goleadas que hace unas semanas les metieron el Borussia Dortmund y el Bayern Munich al Real Madrid y al Barcelona en la Champions, fue la señal de alerta o de advertencia.
El maravilloso y completo fútbol, que puso al Barcelona de Pep Guardiola a dominar el mundo y que se trasladó lógicamente a la Furia Roja −monarca mundial en Sudáfrica y rey de la Eurocopa−, finalmente pareció controlable.
Mediante muchos estudios técnicos, teóricos y prácticos, entrenadores de todo el planeta se dispusieron a buscar la fórmula que frenara el ingenio de los enanos españoles: Xavi, Iniesta, Fábregas, Silva y Busquet, amos y señores del mediocampo en el mundo del fútbol.
Guardiola renunció al Barcelona y empezaron algunos tropiezos; a España se le pararon bien varios equipos, incluso Costa Rica que la tuvo contra las cuerdas 2-0 en el Estadio Nacional.
Los alemanes desnudaron a los equipos españoles. En la Copa Confederaciones, Italia debió ganar su partido de semifinales con los Rojos; fueron mejores los Azzurri que los campeones del mundo. Pero le tocó a Brasil meter la estocada en el corazón de la Furia Roja, aniquilándola 3-0 y ganándole la final casi que caminando.
Parece que los rivales de España han hallado la fórmula táctica para romper, presionando o esperando en zona, el talento del mediocampo español, que ahora parece confundirse en un exceso de pasecitos que no llevan a ninguna parte. ¿Fin de una era, fin de una táctica?
En la Eurocopa, Césare Prandelli, el nuevo técnico de la selección italiana, presentó una nueva cara en el equipo, un nuevo rostro que lo guió hasta la final, donde los italianos fueron apaleados 4-0 por España.
El mundo vio y aplaudió a una Italia que jugaba distinto. ¿Distinto a qué? A sus viejos moldes esquivos, mezquinos, huraños y supradefensivos. Prandelli puso a Italia a jugar bien al fútbol, presentó nuevos jugadores, deslumbró en la Eurocopa y ahora la tetracampeona del mundo fue una de las vedettes en la Confederaciones.
El partido semifinal ante España fue brillante e Italia presentó un esquema táctico novedosos en su tradicional formación. Delante del extraordinario Gianluigi Buffón, el estratega Prandelli formó una línea de tres centrales, potentes, rápidos y altos: Barzagli, Bonucci y Chielini. Delante, un volante de marca de enorme calibre, Daniele de Rossi, y otro mixto, Claudio Marchisio.
Luego pobló el mediocampo con cuatro jugadores a cual más talentoso y picante uno que el otro: Maggio, Candreva, Pirlo y Giaccherini y un solo atacante, Gilardino, bien arropado por este cuarteto en la cintura. Esta alineación de Prandelli frente a España, fue la más sabrosa de analizar tácticamente en la copa. Podemos clasificarla incluso como un 3-6-1, toda una novedad.
URUGUAY AL ATAQUE
El maestro Washington Tabárez decidió jugar la Copa Confederaciones con tres atacantes de alto voltaje: Edison Cavani, Luis Suárez y Diego Forlán, y esta fue otra de las atracciones tácticas del certamen.
Confiado en la reciedumbre, colmillo y vasta experiencia de su retaguardia –vieja, pero compacta−, el maestro se arriesgó y llevó a la Celeste hasta las semifinales, una sorpresa, dado que los charrúas no andan nada bien en la eliminatoria suramericana hacia el Mundial en Brasil.
Uruguay tiene muy buen portero: Fernando Muslera y cinco candados, capaces de atornillar al delantero más pintado: Maximiliano Peralta, Diego Lugano, Diego Godín, Alvaro González y Edigio Arévalo. Su fortaleza defensiva es impresionante, de ahí el poder arriesgar en ofensiva. Las otras dos piezas en el engranaje son más técnicas y se recuestan por la izquierda; Martín Cáceres y Cebolla Rodríguez, de manera que Uruguay presentó un 4-3-3 a la vieja data, admirado también por los analistas tácticos de la competencia.
La novena edición de la Copa Confederaciones se revaloró. Las selecciones clasificadas la tomaron en serio; se observó un fútbol de muy alto nivel y la ganó Brasil. Todo apunta entonces a que el éxito del Mundial 2014 en ese mismo país futbolero, está más que asegurado.
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