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Protestas

¿Cómo se explica que más del 70 % de los participantes en las protestas que revientan  con tanto valor por todo el  planeta  provenga  de la clase media, una clase históricamente  considerada  complaciente?

¿Cómo se explica que más del 70 % de los participantes en las protestas que revientan  con tanto valor por todo el  planeta  provenga  de la clase media, una clase históricamente  considerada  complaciente?
Hasta la segunda guerra mundial la clase media era deprimida y resignada. Luego, durante la guerra fría, la reconstrucción de los mercados necesitó de  muchos  consumidores. Producir y consumir fue la meta exitosa del american way of life en Estados Unidos, el de Willy Brandt con la socialdemocracia europea, y el de Figueres Ferrer con el PLN en Costa Rica. Esta clase media paradigmática fue adiestrada para gobernar por y para sí misma. Técnicamente era una mesocracia, pero para que la idea fuera más atractiva se la llamó democracia.
Pasaron los años, las hijas y los hijos de los obreros y los campesinos fueron al colegio y las nietas y los nietos a la universidad. Las figuras políticas que de ahí surgieron vieron que  la democracia era estupenda para meter las manos en las arcas fiscales bajo el lema Alcanza para Todos.
La ciudadanía emergente hacía la vista gorda y decía, Nos Roban pero algo nos Dejan. Hasta que llegó un momento en que nos robaron y nada nos dejaron y entonces la clase media quiso que se repartiera lo acaparado por unos pocos. Pero los unos pocos, convertidos en súper ricos, no tuvieron ganas de compartir y orientaron sus recursos a la tarea de armar preventivamente a la policía con garrotes, carros lanzaagua, bombas lacrimógenas, balas de hule (y de las otras) para disuadir a la clase media de sus reclamos igualitarios. Entonces la clase media (que se quedó con las  manos estiradas y vacías, sin recibir las dádivas institucionales financiadas con sus propios impuestos) indignada, traicionada, estafada, mayoritariamente joven, se lanzó a las calles de norte a sur y de este a oeste. La protesta sigue creciendo a pesar de la brutalidad policial, signo inconfundible del fracaso de un modelo al que se le acabó el discurso y solo le queda la fuerza bruta.
Lo singular es que ni en Turquía ni en Brasil, en ninguna parte existe dirección, partido, jerarquía, cabeza. Las manifestaciones son horizontales, oleajes humanos coordinados por un consenso que se mueve con la lógica de las redes en Internet. La tecnología y el neoliberalismo han generado  una suerte de neoanarquismo que la izquierda tradicional, estupefacta,  todavía no llega a comprender. Y cuyos alcances no podemos predecir.
 

  • Tatiana Lobo (Escritora)
  • Opinión
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