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De Bukowski a Internet

Leía uno de los cuentos de Bukowski cuando se me aparece la siguiente línea: “maybe only hoping for a little Mahler or Stravinksy on the radio”. Y ahí solté el libro y me puse a pensar (o tratar de pensar) un rato mientras iba en el bus de la universidad a mi casa.

Leía uno de los cuentos de Bukowski cuando se me aparece la siguiente línea: “maybe only hoping for a little Mahler or Stravinksy on the radio”. Y ahí solté el libro y me puse a pensar (o tratar de pensar) un rato mientras iba en el bus de la universidad a mi casa.
Lo primero que me vino a la mente fue la fecha, el momento. -Esto ya no aplica para hoy-, pensé. -El libro fue publicado en 1983, por lo tanto los medios apenas venían diversificando.  Del Internet, ni soñarlo-.
Luego traté de imaginar esa sensación que describe Bukowski, de encontrar la canción que hace rato uno buscaba, buceando en aquel mar de diales y “white noise” (el ruido cuando hay interferencia, cuando no se escucha ninguna emisora, sino un constante ruido de “hormigas”, “estática”).
Ciertamente era como meter la mano en un sombrero gigante y agitar la mano en busca de aquello que uno quería. Paciencia. Pero la satisfacción, imagino, era de otro nivel. Digo imagino porque ciertamente no lo viví. Pero pertenezco a una generación que creció con el avanzar tecnológico y mediático, así que creo que nosotros podemos (o tal vez no), ver el corte que define el cambio de una manera de vivir con los medios, y otra.
También tengo algunas “trampas” que, para quien me conozca no le será difícil nombrar, me “permitieron rezagarme” en aquel cambio. Así que hasta cierto punto, sí entré en contacto con aquella alegría, o nostalgia, o recuerdo, o tristeza o añoranza perdida, o historia engavetada, o expresión simple de algo que no puedo nombrar, porque corro el riesgo de equivocarme, que se producía por aquella magia de lo fortuito, de lo impredecible. Lo cierto es que sí; aquella sensación de encontrarse con aquel atajo sonoro hacia alguna experiencia de quién sabe cuándo, producto mero de la casualidad, parece hoy perdida, o al menos, arruinada.
Se perdió la magia. Tras el Internet, Youtube, las megas de velocidad, la inmediatez, se perdió la magia. Y no crean que estoy en contra del avance tecnológico y demás ventajas que este ofrece (a veces sí); pero a lo que voy es algo bastante simple (no un agite de puños en el aire, sino uno suspiro que cae suavemente con la mirada de aquellos que se identifican con él): ya no hay magia, expectativa, sorpresa. La canción está allí lista para ser invocada con un clic. Fácil y rápido, como rezan muchas de las propagandas que hoy nos dan vuelta en la cabeza.
Y es así como el valor de aquel encuentro, cae, o deja de existir. Donde aquella complicidad de miradas reales, cercanas, contiguas, es suplantada por una carita feliz en un chat, posterior al link que nos lleva a la canción.
Son otros tiempos (dirían también los de otros tiempos posteriores a estos). El Internet fundó un nuevo paradigma no solamente en la manera en que accedemos a la información, sino también en la manera en que vivimos. Nos desesperamos por un mensaje sin contestar,  a pesar de que ya sabemos que la persona ya leyó el mensaje (üü), puteamos porque la canción que escuchábamos en Youtube se paró porque no cargó lo suficiente; o, esto parece ridículo, porque hoy no pude entrar a Facebook.
Y está bien, también me declaro como parte de este grupo de locos que arriba describí (no los de Bukowski, claro), sí que lo soy. Sería hipócrita no declararlo. Pero me doy cuenta.  No solo por el libro que les comenté, sino también por otras experiencias (extremas o no, eso ustedes lo decidirán), como la que tuve en Montevideo con un amigo al que le sonaba el celular y no lo contestaba. Le pregunté si no lo iba a contestar, a lo que me respondió: -No, ya sé quién es. Luego le devuelvo la llamada, ahorita yo estoy viviendo mi vida-.
Tal vez crean que no hay relación, pero si ponen un poquito más de atención, verán, que incluso con la inmediatez infectando todo a nuestro alrededor, paradójicamente nos sigue faltando el tiempo. Si esto es así, paciente lector, ¿cuándo vamos a comenzar por fin verdaderamente a vivir?
 

  • Jorge Carballo Madrigal (Estudiante)
  • Opinión
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