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Una de las principales causas de inestabilidad social y familiar la representa la situación económica de un individuo. En la mayoría de las personas se genera una serie de inconsistencias en el momento que presenta problemas de liquidez. No obstante, solo nos damos cuenta en el momento en que experimentamos esa situación.
El fenómeno anterior suele ser muy común en la clase asalariada, que somos la mayoría de los costarricenses y la principal razón se centra en la falta de un presupuesto familiar.
Cuando disponemos de los ingresos, producto del trabajo cotidiano, sin la guía de un presupuesto, es muy común adquirir deudas, que comprometen nuestro salario, de modo que cuando se recibe ya está comprometido; es entonces cuando sentimos que estamos en problemas, pero no es posible solucionarlos a corto plazo.
En un sentido racional, las deudas podrían ayudarnos a adquirir bienes o artículos, que no es posible adquirirlos con un el ingreso ordinario. El problema se inicia cuando nos excedemos con esas deudas, al punto de que se nos hacen insostenibles y podríamos incluso hasta perder lo que inicialmente nos costó trabajo obtener.
Cuando esta situación comienza a darse, es común escuchar entre los trabajadores y las trabajadoras, frases como: “el dinero ya no alcanza para nada”, “no voy a poder con todo lo que tengo que pagar”, “necesito hacer otro préstamo”…, entre otras. Hasta ahí la situación ya anda mal.
Por otra parte, debemos saber que existe una estructura organizada que subsiste y crece a partir de nuestros gastos. Estamos hablando del comercio en general y de las entidades financieras, que constantemente salen a la cacería de todas las personas asalariadas; ofrecen llamativas promociones, las cuales de momento parecen muy atractivas, pero cuando se sumen a otras ya adquiridas, empiezan a degradarnos el salario al punto que llegamos a sentir que nos asfixia.
Ahora bien, indistintamente de si necesitamos o no de un crédito y para no pasar a sumar al número de personas que se contabilizan como las que gastan más de lo que reciben, es indispensable diseñar un presupuesto familiar.
El presupuesto familiar es un instrumento sumamente sencillo, que consiste en programar los gastos, siempre y solo siempre, a partir de los ingresos, de modo que estos últimos sean mayores que los gastos más indispensables, por ejemplo: alimentación (lo básico), servicios (electricidad, agua, casa, medicamentos…), estudio, recreación. Para luego continuar con los gastos de menor relevancia, sin descuidar, no sobregirarse.
También es importante incluir dentro de ese presupuesto, una cantidad modesta destinada al ahorro. El ahorro podría eventualmente cubrir imprevistos y si no los hubiere, sería el recurso ideal para adquirir aquel tipo de artículos que no son tan necesarios, pero los anhelamos, sin llevar la pesada carga de tener que pagar intereses y sumas de más por compras a crédito.
Sin duda, un presupuesto familiar nos permite ordenar nuestros ingresos y egresos, nos educa hacia una cultura de ahorro y ayuda a enfocarnos en nuestras verdaderas necesidades.
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