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¡El Estado contra el océano!

“El océano profundo es patrimonio de la humanidad”: Rezaba la olvidada declaración de las Naciones Unidas de 1967. Hoy en día, ese organismo, en colusión con los Estados más contaminantes de la Tierra, se ha vuelto contra el océano y contra el ambiente ¡Qué ironía!

“El océano profundo es patrimonio de la humanidad”: Rezaba la olvidada declaración de las Naciones Unidas de 1967. Hoy en día, ese organismo, en colusión con los Estados más contaminantes de la Tierra, se ha vuelto contra el océano y contra el ambiente ¡Qué ironía!
La gran industria de los más poderosos países paga jugosas “contribuciones”, para que a ese nivel burocrático de lujo se maquillen los resultados de los estudios que revelan las grandes verdades sobre la degradación ambiental y los abusos contra los mares. Colusiones que han convertido los mares de las naciones más pobres e indefensas, especialmente del Caribe y Centroamérica, en el más sucio y siniestro mercadeo pesquero del mundo. Se han convertido en los reservorios de pesca privados de esos ladrones y perversos compradores de políticos hipócritas, que andan por el mundo predicando “ambientalismo”.
Gobiernos de las tres Américas y también de ultramar; o más bien sus políticos dueños, están detrás de todos estos desastres, con las mil formas con que ellos suelen sacarle provecho a todo lo malo que pasa en este planeta. Una de ellas es su complicidad con la gran industria marítima y continental; y cobijándolos a todos, las Naciones Unidas, la fiesta burocrática por excelencia, dictando lo que es bueno para sus mejores “contribuyentes” y que los pueblos incautos admiten como santa palabra.
Costa Rica no escapa al desastre: Robo de atún, ballenas, delfines y marsopas; aleteo de tiburones; “pesca accidental” con muerte de otras especies; contaminación extrema por la actividad industrial y piratería pesqueras; y sumado a todo esto, el grave blanqueamiento de arrecifes coralinos, protectores de la reproducción marítima, causado por el calentamiento global, producto a su vez de la industria ecológicamente descontrolada y mancomunada con los grandes intereses que rigen y dirigen este mundo de caos.
En cuanto a los tiburones, ya habíamos comentado en este Semanario, que es de conocimiento público, y es la pesadilla para muchos ambientalistas de corazón, lo que sucede en muelles públicos, privados y clandestinos de las costas de Costa Rica, donde se venden las aletas de tiburón, mercadeando un increíble y dantesco  episodio de desprecio hacia la naturaleza; en un país, donde los dirigentes y la propaganda estatal, se vanaglorian ante el mundo de su “lucha ambientalista”; e incluso, informes maquillados de la ONU colocan a este país en lugares aceptables en cuanto a conservación ambiental. ¡Volvemos a llamarlos impostores!
Se sabe por datos en poder de Pretoma, “Programa de Restauración de Tortugas Marinas”, que  el aleteo ha disminuido la población de tiburones en los mares de Costa Rica, en un 90%.
Según apareció en estos días de nuevo en titulares, el atún costarricense se lo robaron naciones vecinas, y de mucho más allá, también en un 90% (número mágico para jugarlo el domingo).
En el año 2008 habíamos abordado este tema en otra publicación, siendo por ese entonces  ya viejo, conocido y olvidado. Hoy las cosas han empeorado terriblemente  para los mares, para las especies y para los pueblos pescadores artesanales, que no podríamos menos de sentirnos otra vez defraudados e indignados.
Hace unos ocho años, la precaria vigilancia marítima sorprendió  un enorme barco pesquero robando atún en las cercanías de la  Isla el Coco, y no fue posible aplicarle ninguna sanción debido a que hacía poco tiempo, según se dijo, los señores diputados, por un “pequeño error”, habían dejado sin protección legal a esa isla, de modo que los ladrones de pesca hicieron fiesta. Como el atún para aquellos legisladores no valía la pena en ese entonces, al igual que hoy para los actuales, permitieron que el robo alcanzara esa cifra descomunal.
Esos mismos políticos hacen convenios millonarios en dólares con naciones poderosas y les abren el acceso a los mares territoriales para pescar submarinos traficantes de drogas y dinero, de noche, bajo tormentas y condiciones adversas. Sin embargo, no hay manera de que persigan a los atuneros que realizan su robo, con grandes barcos, estacionados por semanas, bajo la luz  del día, y a vista y paciencia de cualquier autoridad que quisiera hacer bien su trabajo. ¿Por qué será?
 
Con la venia de gobiernos
E intereses en común,
Se robaron nuestro atún.
Políticos descarados
Han sido beneficiados,
¡Por ahí anda el “run run”!

  • Álvaro Cordero Yannarella, Ph.D. (Exprofesor)
  • Opinión
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