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El Informe Bricall (de los rectores españoles) patentó en el año 2000, el nuevo ideal educativo al servicio de las corporaciones. De él se pueden desprender cinco aspectos principales:
-La transmutación de la antigua (pero no rentable) universidad para las masas, en una Institución ensambladora de capital humano.
-Erradicación del utópico ideal de la enseñanza superior entendido como un derecho y bien social, y la imposición del ideal de enseñanza concebido como una inversión y una mercancía.
-La sustitución de la institución estatal de calidad, por una institución con una clara política de prestación de servicios.
-El tránsito de la ‘Universidad Nacional’ a la ‘Universidad Mundializada’, o bien, la metamorfosis de la universidad radicada en un territorio, a las llamadas ‘universidades del futuro’ (estandarizadas, homogeneizadas), que funcionan como agencias globalizadas en (por) un ranking internacional.
-El salto de una enseñanza presencial a una enseñanza virtual.
Ante todo este panorama se hace menester cuestionar ¿de dónde viene la necesidad de mutar las universidades nacionales en una universidad mundial? Quizás al respecto haya que recordar que “Los informes del Banco Mundial empezaron a insistir hace ya algunos años en la necesidad de esta transformación global. El informe elaborado por D. Johnstone y W. Experton, The Financing and Management of Higher Education, es de 1998. En ellos, recomendaban dos medidas principales que en nada se alejan de las recomendaciones a otros tipos de empresa: flexibilización y reducción de costos. Ahora bien, en el ámbito educativo flexibilizar significa tratar el conjunto de los recursos, es decir los edificios, las bibliotecas, los laboratorios o los profesores como activos que deben ser insertados lo más productivamente posible y que deben ser combinados de modo ‘flexible’ y variable, reordenando los títulos y enseñanzas según módulos aleatorios a gusto del consumidor. (…) Se trata de inventar recorridos docentes variados, imaginativos, que combinen cursos y enseñanzas de diverso tipo y que sean adaptables en función de las necesidades, o sea de la matrícula” (http://diagonalperiodico.net/Tiene-la-Universidad-algun-interes.html).
La Universidad ha sido alcanzada finalmente por el proyecto global de la educación. Desde no hace mucho tiempo la tendencia mundial de las universidades consiste en la adecuación sutil y sopesada a las políticas de desarrollo económico y comercial, promovidas no tanto por las naciones como por las transnacionales. De tal forma que resulta estratégico para la empresa privada, que las universidades tengan una disposición a entrar en la visión de mundo tendiente a concebir la universidad no ya especialmente como una institución encaminada a servir a los intereses públicos, sino más bien, a ser concebida como una gran empresa, tendiente a competir en el mercado global del conocimiento.
Otra de las recomendaciones del Banco Mundial consiste obviamente en la reducción de costos de la enseñanza, trasladando los gastos sobre las familias y los usuarios y de «recortar los gastos de personal promoviendo plazas de profesores con escasa estabilidad (…) en detrimento de la vieja figura del profesor-funcionario fijo de plantilla. (..) En resumen, se trataba, ya a finales de los ‘90, de aplicar a la Universidad las recetas del nuevo management que iban a transformar ese ámbito social en una auténtica área de negocios” (http://diagonalperiodico.net/Tiene-la-Universidad-algun-interes.html).
La antigua lógica del ideal de progreso de la modernidad sigue actuando como un cáncer. Bajo el estandarte de la competitividad, los defensores de los tratados de libre comercio forzaron los fines sociales y no privados de las instituciones públicas, queriendo enseñar a los ingenuos que el fin de las instituciones del Estado consiste en la competencia como fin. O en palabras, más sencillas, ocultaban la verdadera función de las instituciones del Estado que no debe, o no debería de consistir, en competir con ninguna otra institución, ya sea esta pública o privada.
El vocablo competencia solo tiene sentido desde la lógica del sistema privado-empresarial. Pero los medios de difusión han insistido tanto en hacer ver como natural esta lógica que, los lectores pasivos trasladan –sin cuestionar− estas reglas a otros juegos, que se juegan con otras reglas y otra lógica.
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