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Cuando lo verde solo se encuentra en una bandera política

Pareciera que el tema de verdad haya logrado finalmente entrar a la lista de prioridades del gobierno de turno. Las lluvias llegarán tarde, dicen. El verano se ha alargado, gritan. Sobran noticias sobre el clima y el tiempo, pero la verdad es que el estado de nuestro planeta simplemente no está en nuestra lista de prioridades. A pesar de los esfuerzos dedicados de algunos cuantos habitantes de una Tierra Plana que rechazan la teoría del cambio climático, la mayoría aceptamos el mismo y reconocemos que es resultado directo de nuestras acciones como especie. Sin embargo, nuestro interés en el tema ha bajado últimamente.

Pareciera que el tema de verdad haya logrado finalmente entrar a la lista de prioridades del gobierno de turno. Las lluvias llegarán tarde, dicen. El verano se ha alargado, gritan. Sobran noticias sobre el clima y el tiempo, pero la verdad es que el estado de nuestro planeta simplemente no está en nuestra lista de prioridades. A pesar de los esfuerzos dedicados de algunos cuantos habitantes de una Tierra Plana que rechazan la teoría del cambio climático, la mayoría aceptamos el mismo y reconocemos que es resultado directo de nuestras acciones como especie. Sin embargo, nuestro interés en el tema ha bajado últimamente.
No me sorprende. Confieso que a veces el medioambiente puede ser aburrido. Aunque yo aprecie la importancia evidente de salvar el planeta de una catástrofe, muchas personas están muy ocupadas como para que se les despierte esa pasión o interés profundo. No es tan sorprendente: las implicaciones del cambio climático parecen abstractas. Hay tantos problemas, como la crisis económica mundial, el aumento en los costos reales de los servicios básicos y con ello un empeoramiento en la calidad de vida; que la salud del Planeta Tierra no es una prioridad.
No obstante, hay que alarmarse en el corto plazo. El Grupo Intergubernamental de Expertos de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) cada año reporta más desastres naturales provocados por el cambio climático: olas de calor, sequias prolongadas, más lluvias y más inundaciones. La comida es particularmente sensible al clima, las sequias de los últimos años en EE.UU, China y Rusia son un presagio oscuro de lo que vendrá en el futuro.
Hace tres años este gobierno prometió una Costa Rica verde. Desde entonces la esporádica palabrería política sobre temas ambientales ha resultado ser exactamente eso: palabrería política. El actual Ministro del Ambiente quiere explotar los recursos de nuestros Parques Nacionales, atropellando los grupos encargados con su conservación perpetua, mientras posa para los fotógrafos en ellos. Hasta cambió el logotipo del Ministerio: un cambio de imagen a una línea más verde, en un intento cínico por transformar su pésima reputación ambiental.
El Gobierno avanza a paso de tortuga: no nos da opciones, ni subsidios para socializar la generación de energía renovable, ni vemos proyectos en las instituciones públicas. Atados a la energía hidroeléctrica, en tiempo de sequía respondemos quemando más bunker importado, sin siquiera implementar medidas de eficiencia energética en ningún sector. Asumo que ese nuevo logotipo se quedará, hasta cambiarlo a algo más apropiado: un barril de petróleo, tal vez.
Contra la hostilidad y apatía, ¿qué esperanza hay para el planeta? Para que vuelva a la agenda nacional, enfoquémonos en empleos y estándares de vida. Consideramos el costo de la luz; mi recibo acaba de aumentar del 50%. Nuestra dependencia creciente de importar combustible –en vez de desarrollar energías renovables– significa que más fluctuaciones dramáticas en nuestros recibos nos esperan.
Crear miles de trabajos de “cuello-verde” nos transformaría. Veamos Alemania, donde el número de empleos en energías renovables subió de manera acelerada de 160.500 en el 2004 a 370.000 en 2010. Este auge sin precedentes se debió a políticas industriales intervencionistas, aborrecidas por la administración actual, que prefiere regalar proyectos estatales en concesión a empresas privadas, muchas bajo investigación por sus actividades cuestionables en otros países.
Hay otro camino. Hacen falta acciones convincentes. Debemos comprometernos a reducir emisiones de CO2 del sistema eléctrico, fijar metas de ahorro, y dar prioridad a las energías renovables: eólica, solar, mareomotriz y biomásica. Tomando como inspiración la respuesta de Franklin Roosevelt a la Gran Depresión, debemos de forjar un New Deal Verde y reclutar un “ejército” de miles de trabajadores calificados: construiríamos un nuevo sector de energías renovables y seríamos pioneros, aportando a un verdadero desarrollo sostenible de la región centroamericana. Podemos construir un mejor futuro para nuestro país, y salvar el planeta. Es una situación en que todos ganan.

  • Salvatore Coppola Finegan (Historiador)
  • Opinión
Germany
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