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El papa Francisco tuvo un amplio contacto con las personas que lo saludaron a su paso por distintos sitios de Río de Janeiro, durante la XXVIII Jornada Mundial de la Juventud, celebrada del 23 al 28 de julio en Brasil.
Ya está. El Papa Francisco se ha presentado ante el mundo en un escenario que no preparó, pero que le vino como anillo al dedo para mostrar sus credenciales: la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ), celebrada la semana pasada en Río de Janeiro y en la cual ofreció las primeras muestras del rumbo que dará a su pontificado.
Aunque fue convocada por su antecesor, Benedicto XVI, JMJ dio al cardenal argentino Jorge Mario Bergoglio, ahora el Papa Francisco, la oportunidad de encabezar la multitudinaria celebración, solo cuatro meses después de haber asumido el cargo.
El hecho despertó enormes expectativas, resumidas así por la prensa que seguía sus pasos: “En Brasil abrirá el resto de su caja de sorpresas y presentará la identidad de la Iglesia que él desea”.
EN EL VATICANO
Estos cuatro meses no han pasado en blanco. El Papa Francisco no ha parado de enviar mensajes desde que asumió el cargo, especialmente relacionadas con el comportamiento –mucho más austero que el de su predecesor– que espera de la Curia Romana y de los sacerdotes.
Otras iniciativas están aún en pleno desarrollo y no han dado todavía resultados conocidos. Poco antes de partir de viaje, el Papa aumentó las penas aplicadas por el Vaticano contra el abuso sexual de menores y creó una comisión para promover una reforma económico-administrativa de la Curia Romana, que comenzará a trabajar en agosto. Conformada por ocho miembros –siete laicos y Lucio Ángel Vallejo Balda, sacerdote español del Opus Dei y Secretario con poderes ejecutivos–, la comisión estudiará cómo se usan los dineros en el Vaticano y hará recomendaciones al Papa sobre el tema.
Esa comisión se suma a otra, creada en junio, para investigar las actuaciones del Banco del Vaticano, el Instituto para las Obras de Religión (IOR), y a la comisión creada el 13 de abril, integrada por ocho cardenales de todo el mundo, “para que lo asesore en el gobierno de la Iglesia y estudie un proyecto de reforma de la Curia”. Esa comisión, presidida por el cardenal hondureño Óscar Rodríguez Maradiaga, se reunirá por primera vez entre el 1 y el 3 de octubre próximos.
No es poca cosa y los resultados pueden significar una verdadera revolución en la administración del Vaticano. Corresponsales de prensa recordaron que ya en los preparativos del conclave que eligió Papa a Francisco, los cardenales habían pedido que el Vaticano “responda mejor a las necesidades de los obispos en cada país, y también solicitaron una reforma de la curia romana”. Incluir a representantes de los cinco continentes en una comisión asesora parece ser la respuesta a estas demandas.
Esa tarea no será fácil, recordó el corresponsal de El País en el Vaticano, Pablo Ordaz, al señalar que “después de unos meses de tensa calma en los despachos de la Curia –entre sorprendidos por la instantánea popularidad del nuevo pontífice y preocupados por la anunciada pérdida de sus privilegios–, los altos jerarcas de la Santa Sede han vuelto a tirar de informes envenenados para recordarle a Francisco quién manda, todavía, en el poderoso consejo de administración del Vaticano”.
Ordaz hacía referencia a una información publicada el pasado 19 de julio por el diario italiano L’Expresso, que revelaba las relaciones homosexuales de monseñor Battista Ricca, recientemente nombrado por el Papa para vigilar el funcionamiento del IOR. Entonces se supo “que Jorge Mario Bergoglio había sido víctima de una trampa muy bien urdida”, afirma Ordaz, señalando que nadie en la Curia le advirtió de las bien conocidas tendencias de monseñor Ricca, dejando que el Papa hiciera un nombramiento sobre el que tendría, luego, que dar explicaciones.
“Las imágenes de proximidad a la feligresía y alejamiento del riguroso protocolo, que ha querido imprimir Bergolio en los primeros días de su pontificado –se asegura también–, han despertado críticas feroces del sector católico conservador, que califica dichas actitudes de populismo pontificio”.
JORNADA MUNDIAL DE LA JUVENTUD
Si en estos cuatro meses el Papa ha ido preparando el terreno para renovar la Curia y la administración de los recursos del Vaticano, su viaje a Brasil, para participar en la JMJ, puso de nuevo todas las miradas sobre la teología.
Esas jornadas servirán para “fijar el rumbo oficial del mensaje que dará el Papa Francisco en el curso de su primera salida internacional. Una cita que suena como un modelo de su naciente papado”, señalaron desde Río analistas que lo acompañaban.
No se trata solo de frenar los avances de los evangélicos, donde estos han logrado un rápido crecimiento a costa de los católicos, sino de algo mucho más ambicioso, de un programa mucho más amplio, según los mismos analistas.
Estudios del Centro Pew, con sede en Washington, indicaron que los católicos pasaron de ser el 92 % de la población en 1970 a 65 % en 2010. Según el último censo, los evangélicos aumentaron sus adherentes, que pasaron de 5 % a 22 % en el mismo período. Los que se declararon sin religión aumentaron del 1 % al 8 %.
Si en Brasil el tema de los evangélicos es particularmente importante, también es cierto que es allí donde el Papa se puede encontrar con algunos de los representantes más destacados de la “Teología de la Liberación”, que sus dos antecesores, tanto Juan Pablo II como Benedicto XVI, trataron de borrar de la escena eclesiástica.
De cierto modo, era el tratamiento que el Papa daría a Leonardo Boff, un exfranciscano y teólogo al que el Vaticano ordenó callarse, el aspecto más visible en ese tema. Por eso mismo tuvo gran repercusión el hecho de que, en su primer día de descanso en Brasil, antes de dirigirse al santuario de Aparecida, el miércoles 24, el Papa recibiera un ejemplar del libro “Francisco de Asís y Francisco de Roma”, de Boff, “en el que analiza la ruptura que el Sumo Pontífice está realizando en la Iglesia”.
“Boff definió al nuevo papa como alguien que traía esperanza, alivio y alegría de vivir y pensar la fe cristiana. ‘La iglesia volvió a ser una casa espiritual’, apuntó el teólogo brasileño, que colgó los hábitos en 1992 por desavenencias con el Vaticano”, se señaló entonces.
Estaba pendiente un posible encuentro entre ambos o, incluso, una invitación a una audiencia en el Vaticano, situación que el mismo Boff no estima conveniente mientras Benedicto XVI este vivo, ya que fue este, cuando era Prefecto para la Congregación de la Doctrina de la Fe, durante el pontificado de Juan Pablo II, quien lo sancionó por sus escritos.
EVANGELIO SOCIAL
Pero nadie espera que Francisco resucite la Teología de la Liberación, por lo menos en los términos de hace 30 años. Se dice que su prédica es un “evangelio social”.
“Ha llegado –dicen los jóvenes que acuden a Río– el ‘momento de la renovación’. Esta tiene un nombre que contrasta con los últimos 35 años de política vaticana: ‘el evangelio social”, dijo Eduardo Febbro en el diario argentino Página 12.
“Su viaje viene precedido por una serie de pronunciamientos que rompieron con el conformismo vaticanista: en las últimas semanas, Bergoglio denunció la ‘tiranía del dinero’, el ‘capitalismo salvaje’ y la ‘globalización de la indiferencia”, agregó.
Rastreando la historia del Papa Francisco, destaca la participación del entonces cardenal Bergoglio en la reunión de Aparecida –el mismo santuario en el que celebró una misa el miércoles pasado–, donde se realizó la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano, en mayo del 2007. Bergoglio coordinó la elaboración del documento final del encuentro, un texto de unas 270 páginas que es hoy indispensable para vislumbrar las inquietudes del ahora Papa Francisco.
“El lenguaje y los acentos de Bergoglio están por todas partes, sin que el documento deje de ser una auténtica obra colectiva”, en opinión de monseñor Víctor Fernández, rector de la Universidad Católica Argentina, nombrado arzobispo por el actual Papa.
Fernández identificó “dos ejes bergoglianos” en aquel documento: primero, “el llamado a ‘evitar una Iglesia autosuficiente y autorreferencial, y a soñar con una Iglesia capaz de alcanzar todas las periferias humanas’, como lo reiteró en varias de sus homilías desde que es Papa”. “El cristiano no puede no ser misionero”, afirmó el entonces cardenal Bergoglio.
“Su otro sello personal es la importancia que el documento atribuye a la religiosidad popular, ‘como expresión espontánea del pueblo de Dios”, dijo Fernández.
El Papa tiene pendiente todavía definirse sobre otros temas particularmente polémicos y fundamentales para la juventud, entre ellos el aborto, la píldora del día después, el matrimonio entre personas del mismo sexo o la eutanasia. Lo mismo que temas como la resistencia al uso de preservativos, aún en regiones donde el sida afecta a la mayor parte de la población.
FRANCISCO Y JUAN PABLO II
Finalmente, no puede evitarse comparar las posturas del Papa actual con las de Juan Pablo II. Esta visita a Río es casi como volver a su casa, en Buenos Aires; como cuando Karol Woityla volvía a su Polonia natal, en 1979. Se parecen en el estilo, en la popularidad, en la cercanía con la gente, tan distinta a la de Benedicto XVI. Sin embargo, “todo paralelismo termina ahí”, según la advertencia de Bernadette Sauvaget, en el diario francés Libération.
Sauvaget afirma que “la cultura política de Bergoglio es la del peronismo argentino”. “Es eso demagógico, se preguntaba, en junio, en Roma, un cardenal responsable de uno de los servicios del Vaticano, refiriéndose a atracción del Papa por las masas”. “Prudentemente –agregó Sauvaget– él no respondió a la pregunta. Si agrada a las masas, el estilo de Bergoglio exaspera a otros, particularmente a los católicos conservadores, que ven en eso una forma de desvalorización de la función papal”.
Pero esas no son las únicas semejanzas entre ambos pontífices. Quizás valga la pena destacar otra similitud.
Woityla apuntó contra el comunismo mientras este predominó en su país. En realidad, como lo revela su libro “¡Levantaos, vamos!”, su lucha era, sobre todo, contra la ocupación soviética de su Polonia natal. Con la retirada de los soviéticos, Juan Pablo II reorientó sus preocupaciones, apuntando contra el “capitalismo salvaje” y visitando Cuba y a su presidente, Fidel Castro.
El Papa Francisco hizo realidad su deseo de visitar una favela en Río, como ya hiciera −en 1980− Juan Pablo II. Paseó a pie por las calles del complejo de Manguinhos –ubicado entre el aeropuerto internacional de Río y el centro de la ciudad y, hasta hace poco, uno de los lugares más violentas de Río–, saludando a los residentes y entrando en la casa de una familia en ese tugurio.
Francisco enfatizó en la obligación de la Iglesia de ser «abogada de la justicia y defensora de los pobres, ante intolerables desigualdades sociales y económicas que claman al cielo». Y añadió, dirigiéndose a los residentes en la favela: “Es necesario dar pan a quien tiene hambre; es un acto de justicia”.
Después, ante los argentinos reunidos en la catedral de Río les dijo: “¿Qué espero de la Jornada? Espero lío, que haya lío, que la Iglesia salga a las calles. Que nos defendamos de la comodidad, que nos defendamos del clericalismo”, un texto que el diario de oposición, la conservadora La Nación de Buenos Aires, se encargó de destacar.
UNA VISIÓN CRÍTICA
No faltan visiones más críticas sobre la visita de Francisco a Brasil y a sus medidas desde que asumió el cargo en marzo pasado.
El sociólogo brasileño Emir Sader, secretario general del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (Clacso), con sede en Buenos Aires, estimó que la JMJ “es claramente parte de un plan del Vaticano para intentar recuperar el terreno perdido en las últimas décadas, en el que es considerado el continente más católico del mundo”.
Sader estimó que “el Papa no trae ningún discurso atractivo, especialmente para las nuevas generaciones, mayoritarias en Brasil y en América Latina”.
“A falta de un discurso atractivo –más allá de las apelaciones demagógicas y vacías sobre la miseria, la paz, la revigorización de la espiritualidad, etc.–, nada más se puede esperar de la visita del Papa, que se irá como vino, sin ninguna capacidad para fortalecer una Iglesia Católica brasileña con autoridades oficiales conservadoras e inexpresivas”, agregó.
En su opinión, “la fuerte ofensiva del Vaticano contra la Teología de la Liberación mató a la gallina de los huevos de oro del catolicismo y abrió el campo para todas las variantes evangélicas, que ocuparon el espacio que podría haber sido ocupado por la versión popular del catolicismo”.
BRASIL
Finalmente, la visita de Francisco despertó inquietudes en Brasil, donde las recientes protestas de las últimas semanas crearon un clima político enrarecido.
Se especulaba sobre las consecuencias que, en este terreno, podría tener la visita, precisamente cuando cualquier aglomeración estimula esa protesta.
La Conferencia Episcopal de Brasil, reunida en junio pasado, aprobó un documento en el que expresó su “solidaridad y apoyo a los manifestantes” que salieron a las calles en Brasil, para protestar contra la corrupción y el deterioro de los sistemas de transporte, salud y educación. En el documento, se puede leer que “los gritos contra corrupción, la impunidad y la falta de transparencia […] hacen renacer la esperanza”.
El periodista brasileño Eric Nepomuceno, por su parte, destacó que Francisco llega a Brasil “en un tiempo de reflujo del catolicismo”.
Ni de lejos es “el mejor momento para una visita de semejante magnitud”. “Toda la expertise vaticana en promocionar grandes espectáculos, ahora potencializada por los dotes de comunicación de un pontífice que se quiere popularizar a velocidad supersónica, de poco servirán si se confirman los vaticinios de enfrentamientos entre manifestantes y las fuerzas de seguridad”, aseguró.
En su opinión, mucho más que la presidenta Dilma Rousseff, es el gobernador de Río, Sergio Cabral, el blanco preferido de la furia popular y estimó que el impacto de la visita papal podría diluirse “en medio de la tensa confrontación entre manifestantes y el gobernador de Río”.
Sin desconocer estos riesgos, el Papa prefirió mantener su itinerario, sin ceder a la presión del Gobierno brasileño para evitar alguna exposición pública de la presidente o del gobernador.
En todo caso, todavía es temprano para evaluar los resultados de una visita que marcará el inicio de un pontificado lleno de desafíos para el primer Papa latinoamericano.
Pero no debería dejar de llamar la atención la cuidadosa elección que la Iglesia hace de sus papas. Después de uno que se adelantó a la época del derrumbe del orden político en el este europeo –y de uno de transición, especialmente preocupado de la “pureza” de la doctrina– se haya elegido ahora el primer Papa latinoamericano.
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