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Para mis amigos lectores del Semanario Universidad, voy a recordar a uno de los mejores profesores que tuve en la Universidad de Costa Rica.
Se trata de don Rafael Obregón Loría, nacido en San José el 9 de julio de 1911, en el hogar formado por Miguel Obregón Lizano y Clotilde Loría Iglesias.
Sus primeros estudios los realizó en la Escuela Juan Rudín; en 1931 obtuvo el Bachillerato en Ciencias y Letras en el Liceo de Costa Rica.
Contrajo nupcias con Luz Argentina Brenes Soto y fruto de ese enlace nació Eduardo Obregón Brenes.
Impartió lecciones en el Liceo de Costa Rica y en Colegio Superior de Señoritas; ingresó como docente en la Universidad de Costa Rica en 1946, donde poco a poco fue escalando posiciones.
Participó muy activamente en la reforma universitaria de 1957, al lado de don Rodrigo Facio, Carlos Monge Alfaro, Abelardo Bonilla Baldares; entre otros, ocupó puestos importantes en la Escuela de Historia y Geografía.
Al entrar a la UCR en 1966 recibí Estudios Generales; en la Cátedra de Historia llevé un curso con la Lic. Rose Marie Karpinsky Dodero, y en Historia de la Instituciones recibí lecciones de Carmen Lila Gómez; al segundo año, al entrar en la carrera de Historia y Geografía recibí lecciones de don Carlos Monge Alfaro, Lic. Carlos Meléndez Chaverri, María Molina de Lines, María Eugenia Polanco, Rosa Greñas Gutiérrez y sin faltar mi apreciado profesor don Rafael Obregón; de él recibí cursos de Historia de Costa Rica y Cosmografía; era un deleite escuchar atento sus lecciones; propiciaba el diálogo profesor-alumno y viceversa. Don Rafael era un autodidacta; al respecto don Raúl Aguilar nos dice lo siguiente: “Don Rafael conocía la vida y milagros de la sociedad josefina…”.
Fue un liberal convencido; por la influencia recibida de su padre, abrigó las ideas de la Masonería con ahínco.
A su retiro en 1981, estuvo siempre vinculado a nuestra querida Alma Máter, fue profesor Emérito y uno de los precursores de la genealogía. Por su gran labor obtuvo el Premio Magón de Cultura 1979.
En los últimos años de su vida tuve el honor de visitarlo en su casa, por la Corte Suprema de Justicia; me obsequió varias de sus obras autografiadas, las cuales guardo como un gran recuerdo.
Murió en San José el 25 de abril del 2000.
Al respecto, don Arnoldo Mora nos dijo lo siguiente de tan destacado académico: “Ha muerto el insigne maestro de la Historia de Costa Rica, el patriota sincero, el maestro de generaciones, el escritor pulcro y ameno, el ciudadano sin tacha, pero su figura seguirá creciendo con los años, porque hombres como él son imprescindibles”.
Por eso y más se hace necesario que se le promueva como Benemérito de la Cultura.
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