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Intuyendo quizás el fin de los tiempos, La Nación S.A. se dedica a entrevistar al Espíritu Santo. Bueno, a alguno de sus portavoces regionales, porque la Autoconciencia de Dios no suelta prenda. Solo sopla/suspira.
Pero sus nuncios vienen siendo explícitos. No se traban ni amorran aunque su cerebro sea tijeras/cuchillo. Salta al ruedo el arzobispo costarricense, ya en paso de retirada, Hugo Barrantes. Se declara de espíritu opulento y carismático. Si él no lo dice, pasa inadvertido. Después que lo afirma, tampoco nadie lo nota. Su gracejo le lleva a contestar sin dudas la consulta del reportero acerca de la fuga de ovejas de su rebaño.
Suelta Barrantes: “Te diré, es un problema. Las minorías se están imponiendo a las mayorías. La mayoría del pueblo aquí es católico. Sí, hay unos cuantos divorcistas, unos cuantos abortistas. (…) El gran problema es que estos grupos hacen mucho ruido. Entonces, a ratos sí.
Después de años de oír eso, alguien católico puede decir: “¡Hay que ponerse a la moda!” (LN: 8/07/2013). El reportero no pregunta si entre los “divorcistas” incluye a Óscar y Laura y otros connotados. El prelado se ufana: “No ser más que Dios porque yo qué sé qué pasó con tu primer marido”. Más cordial que su iglesia el hombre. Esta última hace de los divorciados creyentes de tercera o sexta. En cuanto a sus ‘minorías’, calladitas y soportando palo son más bonitas. En sus campos no alienta el Espíritu.
Tampoco en el siguiente. O en el antecedente. En realidad, en cualquiera da lo mismo. Le tocan la homosexualidad. En los varones, le rechina: “¡Ay, es una grosería y una cosa! (…) Yo, mirá, no me bajan dos hombres teniendo relaciones. ¿Entendés?”. Con las mujeres es otro. Arzo les ayuda porque son más “nobles” y “respetuosas”: “Fijate que una me decía: “Ay, ¿yo no puedo ir con mi novia a misa?”. Recuerda la doctrina: su iglesia respeta mucho a los homosexuales… si no practican. También respeta al mar sin oleaje y a los huracanes queditos: “La Iglesia nunca ha condenado que alguien sea gay”. Solo son ‘depravados’ si practican.
La pedofilia en su iglesia a Barrantes le parece asunto chico. Ya la corte vaticana lo investigó y solo el 2% de curas, obispos, cardenales y monjas abusa a menores. ¡Otra minoría! Si nadie habla, no resulta repugnante ni delito.
De Don Barra pasamos al Cardenal de Honduras, Óscar Rodríguez. La prensa lo distingue como ‘intelectual’. El periodista le consulta sobre la separación entre la iglesia católica y el Estado. El inicio de respuesta es una joya: “Creo que se malinterpreta el tema. La mayoría de la Iglesia católica está compuesta por laicos” (LN: 14/07/2013). Por supuesto, en la rígida y jerarquizada institución católica están los meros-meros (‘ordenados’) y los no-ordenados, o sea las ovejas. Pero para el Estado no hay laicos ni ovejas, sino ciudadanos: el ciudadano-cardenal y el ciudadano-campesino, por ejemplo. ¡Vivazo que es el Espíritu Santo! Además, él, Rodríguez, no malinterpreta. Los otros malinterpretan. El cardenal, y todos los de su ralea, tienen cogida por la cola a La Interpretación. O sea El Sentido. Casi nada. De su perla, el jerarca sigue: “La separación entre ambas instituciones (Estado e iglesia católica) no quiere decir confrontación”. Cierto. Pero de la separación entre Estado e iglesias que exigen una redención y la salvación se sigue algo preciso: aspirar a la salvación no es obligatorio. Para el ciudadano las obligaciones son asumir responsabilidades (sufragar, por ejemplo) y no cometer delitos. “Salvarse” es opción personal. Las iglesias de Satanás, mientras no cobijen delincuentes, no pueden ser prohibidas porque amar al Diablo no es delito. Tal como no lo es, al menos en Costa Rica, la homosexualidad. Si optar por condenarse u optar por amar a alguien del mismo sexo no constituye delito, entonces quienes así actúan no deberían ser discriminados de ninguna forma. Son ciudadanos. “Digan lo que digan los demás” (San Raphael).
El cardenal ‘intelectual’ cierra: “Estas discusiones vienen de resabios del pasado”. Cierto. De un pasado siniestro en el que la autoridad católica apresaba conciencias y torturaba herejes y en el que los reyes y señores poseían vasallos. No ciudadanos. Los ciudadanos, cuyo referente es el Estado, tienen hoy derecho a decisiones personales mientras no delincan. ¡Ah! Y a los curas no debe permitírseles cometer delitos ni menos darse gloria pública por violar derechos humanos.
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