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Ubicación: séptimo círculo, anillo del medio, violencia contra sí mismo.
Los afligidos por cualquiera de las formas de desórdenes de ansiedad (TOC, depresión, ataques de pánico, etc.) sufrimos una agonía infernal muy privada. El cerebro, afectado por un desorden químico, conjura situaciones imaginarias de extremo peligro o tragedia, ensamblando pensamientos en mosaicos aterrorizantes y, según el caso, compulsiones (reacción). Ambos “irracionales”, porque no son congruentes con una amenaza o evento real.
Y a diferencia de otras enfermedades mentales más graves, nos damos cuenta de esta irracionalidad; y que no somos «normales”. Pero, a través de brutal esfuerzo, logramos funcionar al nivel de “normalidad” que permite integrarse a la sociedad.
La ausencia de empatía y compasión social, y, peor aún, de amigos y seres queridos es cruel. El que no haya sangre o síntomas de enfermedad “normal” (visible), contribuye a esta indiferencia. Lo que hace la tortura diabólica es la ignorancia del mismo doliente, que tampoco entiende, se culpa y se siente loco. Es un pozo de arena movediza conformado por círculos viciosos: La falta de comprensión reduce más la autoestima, lo que agrava la enfermedad y sus síntomas, mengua de la concentración, memoria, rendimiento mental y emocional, complicando el éxito laboral y personal, afectando la autoestima y reiniciando el ciclo.
La ciencia no pueda operar una red neuronal deficiente, extirpar la tristeza o trasplantar alegría. Los medicamentos similares al famoso Prozac (ISRS), alivian (no curan) algunos de los padecimientos en un porcentaje alto, junto con tiempo variable de terapia. Ayudan muy poco en otros tipos, y casi nada en casos como el mío (TOC puro, obsesión -compulsión mental). Y pare de contar en cuanto a medicinas. El dolor constante viene de luchar contra las obsesiones (miedo, pesimismo, etc.) y la impotencia del fracaso en anularlas. La depresión viene de ver la calidad de vida disminuida sin esperanza.
La lucha lo que consigue es desviar temporalmente la atención al nuevo pensamiento y/o acción que niega la obsesión, traslapando. Este error tiene su origen en el uso inadecuado de la dinámica exterior (objeto-sujeto) para entender el interior. Los pensamientos no se pueden combatir físicamente, como a un obstáculo en el mundo exterior. La fuente de donde nace el Yo que rechaza estas ideas, es la misma de donde emerge el pensamiento rechazado: es como ver un ojo con ese mismo ojo, tocar un dedo con su propia yema.
Para las fobias o el TOC clásico, se expone gradualmente al doliente al catalizador de ansiedad (alturas, arañas, gérmenes, etc.), para que el deseo de escapar física y/o mentalmente disminuya, cuando el cerebro reconoce lo irracional y se desensibiliza a las “alarmas” en falso. A nivel puramente mental es más complicado, porque no hay componente físico. La terapia más exitosa que he encontrado es la de aceptación y compromiso (ACT, por sus siglas en inglés), basada en filosofías orientales.
La exposición es a las obsesiones, y la relajación de la reacción compulsiva a combatirlas, ocurre al activamente aceptarlas, observándolas sin juzgar, amablemente hasta verlas desaparecer. El fin es formar un Yo/ego observador, mediante esta meditación de atención plena (Mindfulness), que no se inquieta por pensamientos dolorosos, que escapa la cárcel mental y vive más significativamente.
Esta terapia y las otras, además de espiritualidad, ejercicio, sueño, etc., es un gran recurso contra el estrés que nos plaga, no solo casos clínicos, pero todos los incapacitados que reportan los medios. Nuestras familias, amigos, parejas, etc. (si nos quedan), creen que es una falta de carácter o empeño. Yo fui invitado a salir, nada pacíficamente, del hogar donde nací. Los afligidos deben buscar ayuda y saber que no están locos y hay salida. Y las familias, que la tolerancia y compasión son amor en acción, sanador de todos.
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