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El origen de las crisis nacionales

Si bien es cierto se han gastado ríos de tinta para  esclarecer qué es la “dignidad” y cómo se distingue de otras cualidades humanas,  lo cierto del caso es que esta, no importa cómo la definan, tiene campos minados y excluyentes entre sí.

Si bien es cierto se han gastado ríos de tinta para  esclarecer qué es la “dignidad” y cómo se distingue de otras cualidades humanas,  lo cierto del caso es que esta, no importa cómo la definan, tiene campos minados y excluyentes entre sí.
Por eso importa bastante indicar que  la dignidad  no es un ejercicio  jurídico al que recurrimos los abogados para “descubrir” cuándo hay o no  decoro. Es cuando comprendo que toda despersonalización  del ser humano  como consecuencia  de una relación de dominio empuja, por un lado, a la enajenación, y luego se pasa  a menoscabar la cualidad  humana de aquel. Ya sin su dignidad “es cosa” con precio determinado en el sistema de producción.
Así, pues, cuando a una persona humana  la contrato para obtener un producto final y bajo tales condiciones lo paso al ámbito de la   propiedad privada salvo mejor criterio, estoy convencido de que no solo confundo la relación  en sí, sino que,  aprovechando el nivel superior en que me encuentro, despojo al otro de su dignidad. De esta manera,  dependerá de esta persona si a cambio de una contraprestación (salario, alto puesto, etc.), entrega tan preciada   cualidad humana.
A esta altura vemos otro de los campos minados para la dignidad: cuando a ella  ponemos  un precio  de inmediato pasa a ser “ una cosa”, se convierte estrictamente en lo que en economía conocemos como “mercancía”, la cual adquirió desde ese momento un  valor dentro del mercado de cosas intercambiables y más tarde desechables.
Por eso  Juan Omar Cofré Lagos (profesor de derecho de la Universidad Austral de Chile) en algún momento dijo que la dignidad humana también se daña  cuando imposibilitamos el ejercicio de la libertad y relativizamos la vida, pues vida y libertad son fundamentales bastiones de la dignidad de la persona humana per se.
Cuando como periodista me entero que durante años espiaron quizá todos mis movimientos  (a lo mejor a mí no, pero sí al profesor equis), siento que me han despojado de mi libertad, cuyo daño sufrido a todo mi  andamiaje   no me  es reparable ni siquiera con una  excusa, independientemente que se me brinde o no.
Un poco menos complicado que el ejemplo anterior  sería que don “Chico de los Palotes” – interesa la persona integralmente y no lo que haya pagado como usuario−  en un país lejano y feliz llegase al hospital  en resguardo de su vida;   para preservarla  fuere acostado en un pasillo, con el argumento de falta de cama. Dejó de ser persona y ahora es cosa en el  pasillo.
Una síntesis de la dignidad se refleja suponiendo que en ese país lejano y entre los más felices del mundo la comunidad equis  descubre que por años bebió  agua cargada de arsénico (cómo se contaminó el agua con dicho veneno no viene al caso en este primer momento de emergencia) y la colectividad (niños, mujeres, ancianos, trabajadores, etc.) está condenada a seguir tomando  el preciado líquido  porque en aquel  momento limpiar el líquido resultaba muy caro.
La introducción del factor dinerario para dar agua potable en el ejemplo anterior  política, financiera, económica y hasta legalmente es válido, mas no desde la óptica del  derecho a la vida, pues la dignidad   no acepta condicionamiento mercantil. Por tratarse de un asunto de  dignidad  hay que buscar soluciones ya. Después justifico  política, legal o financieramente el asunto.
Pensemos además que en ese tan  feliz país  hay uno, dos o decenas de muertos por  gripe A (H1N1) excelentemente documentados por sexo, edad, peso,  mientras llegan las vacunas dos o tres meses después. Tendría sentido político, financiero y administrativamente defender  las compras tardías para inocular a una parte de la población empobrecida; no así desde la perspectiva de la dignidad,  cuando hubo la posibilidad de que una o decenas de personas pobres no muriese por falta de la vacuna. Así, cuando tratamos de justificar  la indignidad, creamos los problemas en las sociedades viejas o modernas.

  • Rafael A. Ugalde Quirós (Periodista, abogado y notario UCR)
  • Opinión
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