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La modernidad destruyó a San José

La investigación sobre el San José de 1900 a 1950 se recoge en el libro “Los muros hablan” del arquitecto e historiador Andrés Fernández.

La investigación sobre el San José de 1900 a 1950 se recoge en el libro “Los muros hablan” del arquitecto e historiador Andrés Fernández.
“La modernidad destruyó San José”: esta es la conclusión que define y resume el libro de crónicas e investigación sobre la capital, que el próximo 18 de setiembre presentará, en la antigua estación al Atlántico, el historiador y arquitecto Andrés Fernández.
Para Fernández −uno de los investigadores que más ha dedicado recursos y tiempo a  estudiar la arquitectura de San José−, dicha destrucción es una gran paradoja, porque el San José que se construyó posterior a la guerra de 1948 responde a una arquitectura de gran valía y que fue producto del Estado benefactor que se instauró en la Segunda República.
Sostiene que es inconcebible que para erigir la modernidad se haya arrasado con edificios y casas de un gran valor arquitectónico, y que hacían de la capital una ciudad extraordinaria.
El texto de Fernández reúne 21 crónicas que analizan, de manera individual, una serie de edificios, porque su propuesta pasa por el hecho de que el estudio de la arquitectura tiene que “singularizarse”, para poder captar en todo su esplendor el fenómeno que hay detrás de ella.
“En la arquitectura en Costa Rica durante el siglo XX, se nota una muy clara y buena asimilación de las tendencias, tanto europeas como norteamericanas. Los resultados son más que evidentes; sin embargo, con la guerra del 48 se da una ruptura, no solo en lo institucional, sino en la estética, al adaptarse el ‘estilo internacional’ en cuanto a arquitectura se refiere”, dijo.
“Los muros cuentan” es el libro que Fernández lanza al mercado como uno de sus posibles muchos acercamientos a un tema que le apasiona y que lleva más de dos décadas de su vida investigando: cómo fue que se construyó y destruyó San José.
De hecho, recordó, una de las imágenes más fuertes del libro es la de un niño que contempla absorto una fotografía de ese San José de antaño y que luego cuando toma conciencia, se responderá cómo fue que se dio una transformación tan violenta y paradójica, porque, por un lado, se botaron edificaciones de gran valí, y, por otro, se levantaron construcciones que guardan su mérito desde el punto de vista arquitectónico y estructural.
DE 1900 A 1950

En este primer gran período constructivo, en la ciudad de San José se va a dar una confluencia de estilos arquitectónicos, que tuvieron su origen en la vieja Europa o en Estados Unidos, y que el país asimiló y adaptó a su manera.
De ahí que Fernández recalque que él no habla de “arquitectura costarricense, sino de arquitectura en Costa Rica”, conceptos que en su criterio es muy importante diferenciar, para no llegar a equívocos que confundan lo que sucedió en la capital.
“En el citado período, se dan varias tendencias que van desde la neoclásica, la ecléctica, la modernista, el art nouveau, la neocolonial hispanoamericana, el art decó, entre otras”.
En los edificios públicos, añade, hay una preponderancia de lo neoclásico a la italiana y a la francesa, mientras que en los espacios privados se presenta un poco más de variedad en cuanto a estilos constructivos.
Todo ello fue conformando, en su criterio, un San José con un gran valor, y que es el que se aprecia en esos álbumes que guardan una gran bella imagen de lo que fue la ciudad en esa primera mitad del siglo XX.
Antes de ese período se dieron las construcciones de adobe, que tenían un extraordinario valor por los materiales que empleaba y por lo atractivo de las edificaciones; no obstante, desde 1910 este estilo comenzó a perder vigencia, sobre todo después del terremoto de Cartago, sobre el cual incluso el Congreso en su momento legisló y apostó por un sistema que garantizara más seguridad.
Esa ciudad que invoca recuerdos, sueños, ilusiones, fracasos y que va dejando una huella en sus habitantes es la que será modificada a partir de 1950, tras resolverse el conflicto bélico y que dejó como ganador al Partido Liberación Nacional (PLN).
Por ese motivo, Fernández afirma que fue el PLN, en su modelo de desarrollo, el que destruyó al San José anterior a esta época, que inauguró la Segunda República.
Sobre este tema Guillermo Barzuna, investigador y catedrático de la UCR, escribió en su ensayo “Andanzas en la ciudad sin poesía”: “Antes de ser amenazante, la ciudad fue amenazada. La ausencia de políticas urbanísticas y el crecimiento desordenado, la idolatría del automóvil y una mal entendida modernidad, fueron terminando con la vida citadina que habíamos conocido. Podemos asegurar que donde existe un estacionamiento en San José, hubo antes un edificio patrimonial. Uno a uno, edificios emblemáticos eran derribados, hasta llegar a la demolición de la Biblioteca Nacional. Era la instauración de la civilización del parqueo, que, como dice Martínez Rivas: “arrasa, aplana y sepulta”.
Y en esa línea de Fernández que habla de la destrucción sin motivos, ya Barzuna anticipaba que “veíamos cómo, sin terremotos y sin guerras, se destruía casi toda nuestra herencia, víctima de otro tipo de guerra, la de la indiferencia colectiva y de los intereses inmobiliarios. Tal vez fuimos la primera generación que percibió esa sensación de despojo del espacio patrimonial, todavía no en un sentido político, sino como pérdida de la identidad histórica y generacional”.
EN NOMBRE DE LA MODERNIDAD

A lo largo de la entrevista, Fernández aclara e insiste en que el San José de ayer era de una gran majestuosidad, al tiempo que el advenimiento de lo que se denominó “el estilo internacional” marcó una tendencia importante y de gran valía en Costa Rica.
Edificaciones como el campus de la Universidad de Costa Rica, el Instituto Nacional de Seguros, la Caja Costarricense del Seguro Social, el edificio de Estudios Generales (cuyas modificaciones lo han afectado mucho, según el arquitecto), el antiguo Banco Anglo, el Banco de Costa Rica, el Banco Central, entre otros, responden al “estilo internacional”.
Si esa arquitectura y esa ingeniería son de gran valor, ¿dónde, entonces, radica el gran problema con lo moderno? La respuesta de Fernández es contundente: en que para levantar esas edificaciones, en muchos casos se demolieron y botaron verdaderas joyas de la ciudad.
Considera que San José siguió la línea que se demarcó en Europa, donde se hicieron reconstrucciones debido a los numerosos daños ocasionados por la Segunda Guerra Mundial. La gran diferencia es que en Costa Rica no se dio ese fenómeno de destrucción por la guerra.
HUELLA SOCIAL

Para Fernández, los edificios no son solo formas, sino que en ellos se recoge una gran huella social, dejada por las diferentes tendencias económicas e ideológicas de los distintos períodos.
El mejor método, de acuerdo con sus conclusiones, es individualizar los estudios sobre la arquitectura respecto a la que se investiga. De ahí que “Los muros hablan” recogen 21 crónicas con historias muy concretas, y que pretenden retratar hilo a hilo la historia de esa ciudad que a diario ve pasar al menos a un millón de habitantes, y en cuyo seno se desatan historias múltiples que esperan, en el mejor de los casos, a un narrador que las cuente y las escriba para la posteridad.
Precisamente, una de las aspiraciones del autor ha sido constituirse en un cronista particular, que observa desde la lente del historiador y del arquitecto, y de cuya fusión de miradas propone una historia singular y a la vez sistemática de ese San José que se reafirma y contradice en su arquitectura.
Detalló que para acercarse con mayor contundencia a este proceso, optó por el método de individualizar los estudios de las edificaciones, para sustraer todo el contenido arquitectónico, social, económico e ideológico del objeto de estudio.
El resultado es un libro y una investigación, porque al tiempo que presenta “Los muros hablan”, Fernández ya avanza en el período 1950-1990, para desentrañar los secretos que guarda la capital costarricense.

  • Jose Eduardo Mora 
  • Cultura
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