Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
El lamentable hecho causó una repulsa a nivel mundial, por cuanto fue derrocado Salvador Allende, primer gobierno socialista elegido democráticamente en América Latina.
De los pocos costarricenses que vivieron en Chile, durante el proceso revolucionario, estaban Joaquín Gutiérrez Mangel (escritor), ligado al Partido Comunista de Chile, Virgina Grütter Jiménez (poetisa), ligada al Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR) y David Bermúdez Herrera (aviador), ligado también al Movimiento de Izquierda Revolucionario (MIR).
Al respecto, mi apreciado amigo don David Bermúdez Herrera, nos narra lo siguiente: “El 11 de setiembre de 1973, fue un día de profundo dolor al saber de la muerte del presidente Allende, un golpe de Estado que condujo la dictadura a la desaparición, el exilio o a la muerte de buena parte de lo mejor de la cultura chilena. Una fecha que marcó la llegada del neoliberalismo y de la progresiva pérdida de la democracia real”.
Durante esa época, el embajador costarricense en Santiago fue mi apreciado profesor de la UCR, don Viriato Camacho, quien albergó en su sede a numerosos refugiados, que lograron salvar sus vidas; entre ellos estaba el laureado escritor Joaquín Gutiérrez Mangel.
El golpe fue propiciado por los grupos de derecha y militares al mando de Augusto Pinochet, con la ayuda directa del gobierno norteamericano de Richard Nixon; la dictadura perduró hasta 1990, con la vuelta hacia la democracia. En informes recientes se logró comprobar la ayuda que prestó el régimen de facto de Brasil, encabezado por Emilio Garrastazu Médici, a la dictadura de Pinochet; prueba de ello, es que fue el primer gobierno en reconocer a ese régimen el 13 de setiembre de ese año.
A continuación transcribiré parte del último discurso de Allende antes de morir: “Trabajadores de mi Patria: tengo fe en Chile y su destino. Superarán otros hombres este momento gris y amargo, donde la traición pretende imponerse. Sigan ustedes, sabiendo que mucho más temprano que tarde, de nuevo se abrirán las grandes alamedas, por donde pase el hombre libre para construir una sociedad mejor. ¡Viva Chile ¡Viva el pueblo! ¡ Vivan los trabajadores! Estas son mil últimas palabras. Tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano, tengo la certeza de que, por lo menos, será una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.
Este documento no posee notas.