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La campanilla acaba de sonar y el cuadrilátero está listo. En este enfrentamiento, Noam Chomsky se encuentra en una esquina y, al frente suyo, está Slavoj Žižek. Durante los últimos meses, los dos pensadores se han visto inmersos en álgidos debates que contraponen la tradición académica llamadas continental y anglosajona. Una se apoya en la teoría y la otra en la comprobación empírica.
En diciembre del año pasado, en una entrevista, Chomsky acusó a Žižek de fundamentar su obra en ‘palabras extravagantes’ y de no basarse en datos o hechos comprobables. A partir de esto, los dos intelectuales, a través de diferentes páginas de Internet, comenzaron una ronda de contestaciones en las cuales han atacado desde la obra de cada uno hasta su gran popularidad.
La crítica política es un punto en común dentro de las producciones de estos dos pensadores. Sin embargo, la divergencia radica en la aproximación de sus análisis. Chomsky arranca del estudio de los datos disponibles para llegar a determinadas conclusiones; es decir, pretende seguir el método científico. Por su parte, Žižek toma postulados del marxismo, el psicoanálisis y el estructuralismo para entender los fenómenos de la ‘realidad’, propone un carácter más reflexivo.
Este enfrentamiento representa dos perspectivas que han mantenido una tensión constante. Incluso, Chomsky ya había tenido una discusión similar con el filósofo francés Michel Foucault en la década de 1970.
Aunque sea difícil declarar un ganador en algún momento, este enfrentamiento permite considerar las ventajas y desventajas de las dos tradiciones. Y, quizá, deje entrever que la una puede ser de mucho provecho para la otra, y viceversa.
DOS TITANES
Chomsky y Žižek son considerados entre los pensadores más importantes de la actualidad. Sus campos de estudio y desarrollo son diferentes, pero ambos se han preocupado por comprender el estado del ser humano en una era post-industrial y la influencia del capitalismo en diferentes instituciones más allá de las económicas.
Nacido en 1928, en Filadelfia, Estados Unidos, Noam Chomsky se desempeñó en sus primeros años de vida intelectual en el campo de la lingüística. Su teoría de la gramática transformacional revolucionó el estudio del lenguaje. Para él, cualquier oración inteligible no sólo responde a reglas gramaticales peculiares de un lenguaje determinado, sino que conforma una estructura profunda, una gramática que se encuentra en todos los lenguajes y que corresponde a una capacidad innata del cerebro humano.
Posteriormente, sus escritos tomaron un tinte político y comenzó a criticar la violencia que ejercía el gobierno estadounidense en sitios como Vietnam. Además, se comenzó a preocupar por las diferentes estrategias de persuasión que se ejercían a través de los medios de comunicación para legitimar un accionar político.
La obra de Chomsky se centra en el lenguaje, el poder y la ideología. Esto se deriva de su posición anarquista. El pensador nunca ha escondido su ideal político y ha escrito diferentes trabajos acerca de esta corriente. Se considera un propulsor del anarco-sindicalismo.
Por su parte, Slavoj Žižek nace en Eslovenia en 1949. Se desarrolla en los campos de la sociología, la filosofía y el psicoanálisis. Dado que vive bajo el régimen comunista de Yugoslavia, tuvo que restringir su actividad académica ya que era considerada subversiva.
Cuando se comienza a dar un ambiente de mayor apertura en tierras soviéticas, Žižek consigue un puesto como profesor en la Universidad de Ljubljana. Se dedica a escribir acerca de la relación ideología y sociedad; con esto, sus trabajos comienzan a propagarse internacionalmente a inicios de 1990.
El filósofo esloveno ha procurado aplicar postulados del psicoanálisis, principalmente los de Jacques Lacan, a la cultura pop. Un foco fuerte de su estudio ha sido el celuloide; como él mismo indica, “el problema no es si nuestros deseos son satisfechos o no, el problema es cómo sabemos qué desear. No hay nada espontáneo, nada natural en los deseos humanos; son artificiales, nos tienen que enseñar a desear. El cine es el arte perverso por excelencia: no nos da lo que deseamos, nos dice cómo desear”.
Para Žižek, la vida contemporánea occidental se encuentra altamente ‘ideologizada’ en todas sus manifestaciones. Desde el café descafeinado hasta el chocolate laxante, se puede encontrar trazos de ideología en cualquier mercancía. Su influencia en el pensamiento contemporáneo ha conducido a que sea llamado el ‘Elvis Presley de la filosofía’.DEL AJEDREZ AL BOXEO
El duelo comenzó en diciembre del 2012. Durante una entrevista en el programa de radio estadounidense Veterans Unplugged, Noam Chomsky afirmó no estar interesado en la teoría y cuestionó la tendencia de utilizar complejos términos para construir una. Para el lingüista, en este tipo de trabajos no se pueden encontrar principios de los cuales se deduzcan conclusiones, proposiciones empíricamente medibles. “Žižek es un ejemplo extremo; no encuentro nada en lo que dice”, enfatizó.
Pero Chomsky prosiguió con su crítica, haciendo énfasis en Jacques Lacan. “Nos encontramos de vez en cuando. Pero francamente pensaba que era un total charlatán. Sólo posaba para las cámaras de la televisión de la misma forma que muchos intelectuales de París lo hacían. No tengo la menor idea por qué es influyente. No encuentro nada en él que deba ser influyente”.
Posteriormente, en un panel de discusión que se llevaba acabo en el Instituto Birkbeck para Humanidades de Londres, un miembro de la audiencia indagó a Žižek sobre su reacción ante las declaraciones de Chomsky. El filósofo esloveno respondió que “no conoce a nadie que esté más empíricamente equivocado”. Recordó cómo el lingüista estadounidense había afirmado que la organización comunista camboyana de los Jemeres Rojos, durante la Guerra de Vietnam, era satanizada. Luego, después de que se revelaron sus crímenes, Chomsky dijo que él había estado en lo correcto hasta ese momento porque no tenía la información suficiente.
Žižek argumentó que no es necesario disponer de la fotografía de un gulag para comprender los crímenes del régimen soviético, “sólo se tiene que escuchar el discurso público del stalinismo, de los Jemeres Rojos, para captar que había algo terriblemente patológico allí”. Además, criticó que Chomsky considera que todo es ideológicamente abierto y que se puede percibir sin mayor crítica y análisis.
Ante esta respuesta, Chomsky publicó un artículo titulado Fantasías. En este, criticaba que Žižek nunca pretendía utilizar hechos reales y recordó una ocasión en que, equivocadamente, le atribuyó a él una frase que había dicho Silvio Berlusconi acerca de Barack Obama, en la cual se afirmaba que este era una persona blanca bronceada.
El pensador estadounidense defendió el método que había utilizado para recabar datos acerca de la Guerra de Vietnam en ese momento y alegó que Žižek nunca lo haría. Respecto a las palabras de su contrincante, expresó que “no tienen relación con nada que haya dicho o escrito, por lo que voy a ignorarlas. Queda la incógnita de por qué tales interpretaciones son tomadas en serio, pero las dejaré a un lado también”.
Slavoj Žižek no tardó en reaccionar. Recordó que se había disculpado cuando confundió la frase de Berlusconi, enfatizando que su acción fue ‘empírica’. A pesar del error, el filósofo indicó que su intención no era racista, sino más bien criticar que, ideológicamente, el presidente estadounidense sigue una agenda política ‘blanca’ y que utiliza su afrodescendencia de manera ambigua como distractor para ofuscar las luchas políticas y económicas.
El filósofo esloveno enfatizó la importancia de la crítica y aseguró que es crucial para comprender los movimientos simbólicos de la sociedad occidental actual. “Ninguna ideología efectiva simplemente miente: una ideología nunca es una simple mistificación que oscurece la realidad escondida de dominación y explotación; la atroz realidad oscurecida y mistificada por una ideología tiene que registrar, dejar huellas, en el texto explícito, en el aspecto de sus inconsistencias”.
Así, la tradición empirista obvia cómo las personas usualmente permanecen dentro de una ideología incluso cuando son forzadas a admitir hechos que la contradicen. “La fórmula del cinismo ya no es la marxista clásica ellos no lo saben, pero lo están haciendo, es, en cambio, ellos saben muy bien lo que están haciendo, y lo hacen de todos modos”. Por esto, la crítica ideológica, y su teoría, resultan cruciales para comprender este funcionamiento.
Pero Žižek se mantiene anuente a las consecuencias de su postura. “Creo que uno puede convincentemente mostrar que la tradición continental en la filosofía, aunque sea difícil de decodificar, y, a veces, –siendo yo el primero en admitirlo− es contaminada por una jerga elegante, permanece, en su núcleo, como un modo de pensar que tiene su propia racionalidad, incluso respeto por los datos empíricos”.
Aunque todavía no ha acabado, este enfrentamiento forma parte de una gran línea de discusión. Se puede elegir entre el bando continental o anglosajón, o considerar que ambos pueden nutrir el desarrollo del conocimiento en una sociedad. Más que una oposición, se deberían considerar como una estructura similar al del ADN en la cual las dos se tocan y se desarrollan.
Pero el debate enriquece la misma definición de las dos tradiciones. No se puede hacer a un lado. Como el mismo Žižek lo plantea: “a fin de comprender la difícil situación en que vivimos actualmente, para tener una cartografía cognitiva de nuestra situación, uno no debería eludir las localidades de la tradición continental en todas sus formas, desde la dialéctica hegeliana hasta el deconstruccionismo francés”. No se debe eludir ni la una ni la otra.
Mientras tanto, Chomsky y Žižek permanecerán en el cuadrilátero dándose golpes. Quizás, sea necesario resucitar a Hemingway para el arbitraje; aunque, después de todo, sería muy probable que, en medio del encuentro, se pusiera los guantes y entrara a jugar.
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