Debido a los elevados costos del mantenimiento de las imágenes, se ha restringido su acceso solo para las personas registradas en PrensaCR.
En caso de poseer una cuenta, hacer clic en “Iniciar sesión”, de lo contrario puede crear una en “Registrarse”.
“-Para empezar es estúpido ser creyente. ¡Sea atea! -Profe, así me dijo mi profe, ¡sea atea!”. Esto fue lo que me comentó una estudiante sobre lo que les había dicho un docente. Lo dicho lo avalaron unos cuatro estudiantes.
“- ¡Sea atea!”. La cabeza me da vueltas. Esto es desolador. Hace unos años, en uno que otro país del mundo, algunos se quejaban de que les obligaban a recibir lecciones de religión e incluso a tributar a una religión en la que no creían y que no practicaban. Hoy, a unas décadas de distancia, algunos instan a los demás a ser ateos. Valiente uso del recurso discursivo inverso: de perseguidos a perseguidores. Y muy elocuente lección de esos que, paradójicamente, son también harto autollamados defensores de los Derechos Humanos. Sin embargo, desde mi ingenuidad, una pregunta humanista: ¿y dónde quedó el respeto a la libertad de pensamiento, a la libertad de asentimiento propio y a la libertad de credo y culto?
Despotricar contra el otro, por ejemplo porque cree en algo o alguien religioso o sagrado o divino; despotricar contra la decisión individual y personal que alguien se ha decidido responsablemente tener y ejercer y como consecuencia encontrarse con el irrespeto, con la imposición a las voluntades, con ese algo tan cercano a los déspotas dictadores, como a los plenos totalitarismos; despotricar desde la intolerancia peculiar que nace en quien, sintiéndose alguna vez perseguido, aplica hoy la singular lógica de la persecución y de la exclusión práxica de los Derechos Humanos…
Nota: Dos “ateos” hermanos de la humanidad, Sartre y Camus, hubiesen vomitado de disgusto…
Este documento no posee notas.