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El desarrollo humano es un proceso de ampliación de las opciones de las personas mediante el fortalecimiento de sus capacidades. La igualdad de oportunidades, entre mujeres y hombres, es clave para abordar los retos principales de la humanidad, la pobreza y la exclusión, así como para obtener un desarrollo sostenible ajustado en la persona. Conceder importancia a la dimensión humana del desarrollo es una condición fundamental para lograr la igualdad de géneros.
Como parte de esa nueva visión de equidad, comienza a encontrarse a muchas mujeres ostentando importantes cargos, reflejando así, las innatas capacidades y habilidades que años atrás no eran posibles de desarrollar, o no eran punto de interés y fortaleza para los detractores del género.
La figura femenina intenta imponerse cada vez más en el ámbito laboral; no obstante, y aunque es muy común encontrar a mujeres al frente de las mesas de negociación, tomando decisiones vitales para el desarrollo y fortalecimiento de las instituciones formales y no formales, todavía falta mucho por hacer y mejorar.
Es importante preguntarse: ¿Por qué la empresa privada y las instituciones de gobierno no brindan más espacios directivos a las mujeres? ¿Eso se debe a un factor de iniciativa, de apreciación de capacidades o de desarrollo de destrezas para poder desempeñar esos puestos?
Las mujeres son seres valiosos con enorme actividad y dinamismo. Son individuos que se involucran y cuentan con un deseo de superación indiscutible, que las organizaciones deben considerar como factor clave para el enriquecimiento organizacional y el crecimiento continuo.
La oportunidad brindada a la mujer es puerta abierta para el desarrollo integral. Las mujeres enfrentamos grandes desafíos, especialmente, el que presenta la dimensión laboral, la cual cumple una base de gran significación, ya que producto de una cultura basada en un androcentrismo heredado, las labores desarrolladas por mujeres mantienen un mayor nivel de evaluación, dándose así una continua necesidad de controlar el cumplimiento de las labores que realizan.
Así las cosas, nace otra interrogante: ¿Existe una diferencia entre las labores desempeñadas entre un hombre y una mujer dentro de una organización?
Para dar respuesta a esta pregunta, es de suma importancia hacer valer la figura de la mujer como ese ser que cuenta con la capacidad de liderar y cumplir satisfactoriamente, con las tareas encomendadas en los diferentes ámbitos de la sociedad, la cual se ha abierto de tal manera que permite que el género femenino se desarrolle en diferentes tareas y con gran eficiencia en los proyectos que construye, evidenciando así, una paridad competitiva con las labores de los hombres.
El cambio comienza a impactar a los diferentes sectores empresariales, educativos e industriales, lo que ha permitido no sólo que las mujeres se ajusten a estos cambios con la continua evolución de sus intereses, sino exigir que las puertas de muchos de estos lugares se abran y permitan su acceso a los niveles organizacionales en puestos de mandos medios y gerenciales, marcando con ello una igualdad de derechos y la idea clara de que puedan existir grandes liderazgos femeninos frente a las organizaciones.
Los diversos factores y características que muchas personas ven entre los hombres y las mujeres a nivel político, académico, laboral, deportivo, cultural y profesional, dejaron de existir y van apartándose del camino de la vida; por eso hay que tomar ventajas de estas «diferencias» y transformarlas en puntos de fortaleza para un cambio positivo y distintivo en nuestras organizaciones, para impactar nuestra calidad de vida en todos los aspectos.
El liderazgo femenino es un aliento necesario para la igualdad genérica propuesto en el Artículo N°3 de los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM); no obstante, es necesario renovar y refrescar el compromiso para su aplicación y cumplimiento efectivo, como medio para robustecer la agenda internacional del desarrollo en cuanto a igualdad y empoderamiento.
Es hora de reconocer que el género y el desarrollo humano forman parte de una relación imprescindible e impostergable, y de aceptar que existen grandes ideas que las mujeres pueden aportar a las organizaciones, para contribuir hacia el progreso y bienestar social de una manera continua y firme, a partir de un liderazgo virtuoso y ejemplar.
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