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Uno de los principales retos de los compositores y compositoras latinoamericanos, al insertarse en el mercado de la música “de arte”, académica o “de avanzada”, es el sello identitario que implica la relación con un determinismo geográfico, con una nación o comunidad en tanto “latinoamericana”. Sello diferencial de valor pero también estigma.
Pensar la música de Marvin Camacho en este marco, obliga a escuchar las múltiples voces que en su imaginario sonoro coexisten. Voces que conforman un pensamiento que reúne culturas musicales y filosóficas diversas, enraizadas en la experiencia personal del compositor y su entorno heterogéneo.
Me remito a las palabras que alguna vez leí de un escritor en el diario español El País: “[…] para ser literatura auténticamente latinoamericana, ésta no debe escribir literatura latinoamericana.” Es duro, lo sé… pero libertad y restricción se aúnan en esta frase lapidaria.
Pensar la música de Marvin Camacho obliga a escuchar las voces “otras” que en ella coexisten, y no solo en sentido nacionalista o latinoamericanista, aunque estén presentes en el diálogo que el compositor establece con creadores y creadoras costarricenses y latinoamericanos.
Digo esto, porque parafraseando al compositor español Tomás Marco, puede afirmarse que el pensamiento sonoro de Marvin Camacho, está vinculado con “la creación musical como imagen del mundo entre el pensamiento lógico y el pensamiento mágico” (1993). Y en esta conjunción, su proceso entra en diálogo con las búsquedas de otros pensadores sonoros de diferentes orígenes, latinoamericanos como Cergio Prudencio, de la Europa del Este como Arvo Part o Sofia Gubaidulina, o de Estados Unidos, como John Adams.
Marvin Camacho tiene en común con ellos el que su música forma parte de un misticismo contemporáneo, en tiempos del capitalismo global y salvaje. Comparte con ellos la resistencia espiritual de la voluntad artística, que no sede a los embates del mercado de las tendencias. El suyo sigue siendo un arte comprometido, como el de la posguerra. Una música “de arte” que aún cree en el ser humano libre, en tiempos en que el neoliberalismo devora los recursos de la Tierra, y suma cadáveres en las guerras pagadas por emporios transnacionales.
De esta resistencia nos habla Salmos cotidianos, de una resistencia sonora en tiempos de incertidumbre. De un resistir como sostener, erigir y construir mundo a través de lo sonoro. Y digo sonoro en sentido de la música y la palabra, que en el pensamiento de Marvin Camacho van juntas. Poeta sonoro, Maestro, que mantiene en su obra ese poder que se le sigue pretendiendo arrebatar a la música, en tiempos del consumismo y productivismo de las marcas, donde los compositores académicos velan más por su posicionamiento en el mercado, que por pensar una música capaz de sostener la modernidad líquida de nuestro tiempo. La solidez se resiste, los determinismos asechan, pero todavía podemos encontrar en la música esa fuerza iniciática para caminar en la oscuridad y encontrar nuevos caminos para el presente. Gracias Marvin Camacho.
*Discurso para la presentación del disco Salmo cotidianos, segundo monográfico dedicado a la música de Marvin Camacho. Auditorio Abelardo Bonilla, Universidad de Costa Rica, Sede Rodrigo Facio, 23 de septiembre de 2013.
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