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En nuestra querida Costa Rica, uno de los países más felices del orbe, desde hace unos sesenta años, o quizás más, hemos venido soportando algunos males sociales que, con el paso del tiempo se han agigantado, de manera que ya no los podemos controlar ni contener. La labor desde Casa Presidencial ha sido poco menos que nula, igual sucede con la Asamblea Legislativa con sus inquilinos que se renuevan cada cuatro años y el Poder Judicial que prácticamente no tiene cambios sustanciales en su cúpula.
La señora que actualmente encabeza el Ejecutivo, que en campaña se hizo llamar «firme y honesta», su equipo de ministros y otros colaboradores, en sus últimos meses de ejercicio del poder, publican unas estadísticas sin respaldo, indicando que se ha reducido la pobreza, el trasiego de drogas, la criminalidad, el tanto de desocupados y otras lacras que se mueven dentro del nuestro encanto nacional. Los señores diputados, paridos por los partidos políticos, no se atreven a legislar en contra de los intereses de sus dueños y devengan dietas y ejercen su profesión personal con el auxilio de sus propios cargos. Las y los juzgadores, algunas veces dejan de lado los códigos para no comprometerse con aquellos que son, han sido o podrían ser sus aliados para escalar posiciones. Los bancos estatales pagan a sus directores sumas que multiplican los millones como frijoles en cosecha, favorecen a amigos y familiares para que disfruten impunemente del dinero de todos los costarricenses.
Con el panorama que tenemos al frente y ante la pronta iniciación de una nueva campaña política, he despertado en las primeras horas del amanecer cavilando sobre las sonrisas que están muy próximas a desaparecer de los rostros de la mayoría de ingenuos que aquí moramos. Sin que sea el “descubrimiento del agua tibia”, he caído en cuenta de que nuestra carencia principal ha sido la del segundo adjetivo con que quiso identificarse la actual presidenta de la república.
Así que, he hurgado entre mi rudimentario diccionario y encontré: Honestidad, f. Moderación, decencia/ Pudor, recato/ Urbanidad, decoro/, también Honesto, ta, adj. Decoroso, decente/ Pudoroso, recatado- Honrado, recto, probo. Ante lo parco de la definición, busqué sus sinónimos y los transcribo de seguido: «recato, pudor, decoro, decencia, honra, castidad, modestia, compostura, comedimiento, cortesía, pudicicia, pudibundez, virtud y como su antónimo: desvergüenza. Ese somero estudio me indujo a pensar sobre cuántos seres honestos tenemos en nuestra patria.
En nuestro medio contamos con sindicatos y otras agrupaciones gremiales que trabajan por sus propios intereses, cierran carreteras, hacen vigilias ante oficinas públicas, con sus pancartas y despotricando con sus argumentos, pero, a pesar de que contamos con una Oficina de Protección de los ciudadanos y ciudadanas, resulta como una piedrita más en las arenas de un desierto.
Hoy, sin alusiones personales de allá o por acá, quiero proponer a todos aquellos que se han dignado en leer estos desproporcionados argumentos y que realmente se sientan honestos, a que formemos una Asociación de Personas Honestas, sin fines de lucro, pero con miras al bienestar general. La propuesta es seria y cada uno de los integrantes de esa asociación deben tener méritos personales suficientes, para ser miembro activo en la lucha por el rescate de valores ciudadanos. Espero.
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