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Soplan vientos de cambio en el Vaticano. Los recientes escándalos de corrupción que han sacudido a esta institución y la fuga masiva de feligreses lo hacían necesario. Aunque hasta el momento las reformas han sido más de forma que de fondo, no debemos subestimar el cambio en el discurso que ha introducido Jorge Bergoglio desde que fuera electo como nuevo papa. Cambios que de hecho no son tan sutiles, si consideramos que el Vaticano es un régimen teocrático tan hermético y reacio al cambio como lo era la Unión Soviética, durante los años 70 del siglo pasado.
Cualquier reforma en el Vaticano debe ser bienvenida pues, por pequeña que sea, nos beneficia a todos, tanto a los católicos como a los no católicos. Eliminar la absurda imposición del celibato a los sacerdotes, por ejemplo, permitiría que cientos de millones de católicos se den cuenta de que el sexo no es algo “sucio” o “pecaminoso” y que la Iglesia deje de oponerse tercamente a los programas de educación sexual en las escuelas y al uso de anticonceptivos.
Sin embargo, en Costa Rica no todos parecen estar de acuerdo con estos nuevos aires. Llama poderosamente la atención que la defensa que ha hecho el nuevo papa de la laicidad y la separación entre la Iglesia y el Estado, o su fuerte crítica a la “obsesión” de algunos obispos con temas como el matrimonio homosexual y el aborto, hayan sido convenientemente “ignoradas” por nuestra cavernaria y aldeana Conferencia Episcopal.
No olvidemos que hace apenas cuatro años esa misma Conferencia Episcopal manifestaba que el proyecto que presentaron un grupo de diputados que pretendía establecer un Estado laico en Costa Rica, iba “en contra de los valores costarricenses” y de una “auténtica democracia” (sic!!) (La Nación, 04/09/09).
Tampoco olvidemos que hace sólo unos meses, en un vergonzoso acto más digno del Medioevo que del siglo XXI, esa misma dirigencia “conminó” a los representantes de los tres poderes de la República a firmar una carta donde estos no sólo consagraban los poderes que estos representan a la Virgen de los Ángeles, sino que además le pedían “perdón” a la Iglesia (!!).
Cabría entonces preguntarse: ¿Leerán acaso los dirigentes católicos costarricenses las declaraciones de su propio papa?
Por su discurso y por sus acciones, nuestra jurásica dirigencia católica cada vez parece más cercana a los grupos católicos más tradicionalistas y ultraconservadores que al mismo papa. Se han convertido, irónicamente, en una burda caricatura de su propia religión. Son una especie de fósiles dentro de la propia institución que dicen defender. Es decir, son, literalmente, “más papistas que el papa”…
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