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Alma, espacio y tiempo

Me  atrevo a  ofrecer una definición de qué es –mejor dicho, qué podría ser-  alma: unidad del yo con otros.  Los rastafari,  esa secta  afro-jamaiquina incomprendida  dada a conocer al mundo por Bob Marley,   lo llama   “I  an  I”  (“yo y yo”  o “nosotros”).      Tu  “yo” y el mío,  estimado lector,  estimada lectora,   se  extienden y perpetúan mediante  el  “yo” de otros,  formando el espacio y el tiempo. Esta extraña intuición la percibí por primera vez en el famoso pintor  Robert Cookhorne,  a quien mi esposa y yo invitamos a compartir la celebración  de nuestra  Independencia Nacional  de 1987,  cuando fui Embajador de Costa Rica en Jamaica.    Robert,  en arreos de príncipe africano, traía un enorme reloj  colgado en su pecho, cuyas manos se movían en direcciones y a ritmos inusuales; y, a  mis preguntas cargadas de curiosidad,  me respondió que reflejaba su propio  espacio y tiempo,  a la usanza rastafari.

Me  atrevo a  ofrecer una definición de qué es –mejor dicho, qué podría ser-  alma: unidad del yo con otros.  Los rastafari,  esa secta  afro-jamaiquina incomprendida  dada a conocer al mundo por Bob Marley,   lo llama   “I  an  I”  (“yo y yo”  o “nosotros”).      Tu  “yo” y el mío,  estimado lector,  estimada lectora,   se  extienden y perpetúan mediante  el  “yo” de otros,  formando el espacio y el tiempo. Esta extraña intuición la percibí por primera vez en el famoso pintor  Robert Cookhorne,  a quien mi esposa y yo invitamos a compartir la celebración  de nuestra  Independencia Nacional  de 1987,  cuando fui Embajador de Costa Rica en Jamaica.    Robert,  en arreos de príncipe africano, traía un enorme reloj  colgado en su pecho, cuyas manos se movían en direcciones y a ritmos inusuales; y, a  mis preguntas cargadas de curiosidad,  me respondió que reflejaba su propio  espacio y tiempo,  a la usanza rastafari.
En meses siguientes,  me  informé sobre esa filosofía.  Y,  bajo mi propio riesgo,  hice las siguientes reflexiones:
Se cuenta una anécdota  sobre el gran matemático y filósofo  inglés Bertand Russell (1872-1970),  según la cual él dictó una conferencia pública,  describiendo  cómo nuestro planeta orbitaba alrededor del sol y este,  a su vez,  giraba en torno al centro de una galaxia formada por muchos soles. Al concluir su exposición,  una anciana le increpó diciendo:   “Lo que usted  nos ha dicho es basura.  El mundo realmente es un plato sostenido en la espalda de una gigantesca tortuga”.
Esa teoría cosmológica de la tortuga no ha prosperado en física moderna.   Pero una variante de ella sí ha arraigado en la cultura rastafari,   con la noción  “I an I”,  que tiene gran semejanza con la idea  seminal de  José Ortega y  Gasset  respecto a que “Yo soy yo  y  mis circunstancias”.   Según ellos,  los seres humanos somos como tortugas:   cada uno lleva  su mundo a cuesta;   con el cual  es uno,  tal como cada tortuga es una  con la concha que lleva.
Como destacaba el bio-químico Ilya Prigogine ruso-americano,  laureado Nobel  de 1977,  ese carácter personal del mundo  implica una grave responsabilidad ética y moral.  Con esta van sentimientos y pensamientos sobre misterios de la vida,  la muerte,  la infinitud y la eternidad,  que evocan  a Dios;  los cuales no pueden ni deben ser relegados a la práctica íntima o privada de la religión,  porque impregnan el universo entero,  según todos sus modos de experiencia y conocimiento,  incluyendo la ciencia, la técnica y la economía política, como la entendían Carlos Marx y Max Weber.
Según Jean Piaget,  las síntesis mentales que llamamos alma y espacio   permiten derivar orden del caos,  distinguir,  relacionar y unir los hechos de la vida.  Permiten a cada hombre y mujer percibir la vinculación de su ser  con su fluir,  su unidad con otros,  la naturaleza y con lo desconocido.  Nos permiten formar consciencia de dónde estamos y hacia dónde vamos,  para decidir,  juntos con otros,  qué podemos hacer, qué debemos hacer  y cómo dar testimonio al respecto.
En medio de todo ello, el tiempo se perfila como nuestro mejor instrumento de  liberación.   Y,  al  impedirnos la certeza de ser Dios,  me pregunto:  ¿Será la envoltura en que  Él  presentó a sí mismo el regalo de la humanidad?

  • Roger Churnside (Catedrático UCR)
  • Opinión
Marx
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