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Luego de leer el artículo titulado La maternidad del hembrismo escrito por el filólogo Roy Alfaro, debo confesar que como madre, “hembrista” según la definición del señor Alfaro, me invadió un descontento generalizado y me pregunté cuál sería la razón de este ataque directo hacia mi maternidad. La respuesta saltó a la vista: el señor Alfaro NO es Ni será nunca madre. Pero más allá de su limitante biológica, me gustaría analizar la definición simplista y errónea de los conceptos hembrismo y maternidad, así como la crítica escueta a nuestro sistema judicial que expone el señor Alfaro.
Definir “hembrismo” como un antagonista del machismo sólo demuestra que el señor Alfaro opta por un entendimiento limitado de su entorno. Aquella patraña de los opuestos binarios, blanco-negro, bueno-malo, hombre-mujer, proporciona una clasificación inflexible que favorece a uno de los conceptos.Señor Alfaro, permítame explicarle, el hembrismo no es lo opuesto al machismo, ya que no es un sistema social, ni una ideología aceptada y puesta en práctica tanto por hombres como mujeres, para mantener un modelo de familia y de sociedad en donde reine la supremacía femenina; no le coacciona sus derechos de ningún tipo; por ejemplo, no impide que hombre salga a trabajar, no lo condena a una remuneración inferior por el mismo trabajo, no lo objetiviza, no lo limita al cuido de los hijos y personas enfermas, en fin no lo oprime de la misma forma que el machismo ha y continua oprimiéndonos aún en tiempos modernos. Su definición es solamente un mecanismo de defensa para minimizar el daño y la invisibilización de las mujeres en una sociedad machista.
Además el señor Alfaro presenta una maternidad simplificada. Para él, las madres no somos más que simples mortales portadoras de bebés con un inmerecido trato preferencial, producto de una percepción de “bondad” errónea e injusta, cuyo origen se encuentra en una mitificación religiosa. No creo que una mujer sea buena o mala por ser madre, ni que se perciba de esta forma. El señor Alfaro se confunde con un trato amable hacia una persona que se encuentra en un estado difícil y especial, porque aunque ambos, padre y madre, participan en la fecundación, es esta última quién desarrolla el feto. Lamento mucho que el señor Alfaro no pueda experimentar los maravillosos cambios hormonales del embarazo, las náuseas y los vómitos constantes, el cansancio y, en mi caso personal, la hinchazón de pies. Minimizar el esfuerzo de llevar un embarazo, deseado o no, a término es menospreciar a la mujer que lo consiguió, y eso señor Alfaro, no se lo permito. ¡Claro que tengo superpoderes!, mi hijo, estuvo dentro mío, creció y se alimentó de mi sangre y fui yo la que padeció su nacimiento, no mi esposo. Y aunque ambos padres tenemos los mismos derechos sobre el niño, entiendo que la ley debe proteger a quien es más vulnerable.
Su crítica hacia el sistema judicial me resulta absurda. ¿Qué pretende? ¿Que se crea en la palabra superior del hombre? ¿Aunque haya testigos? o ¿qué se desestimen testigos por su condición de mujer? ¿Sabía usted que de acuerdo con la página de facebook del INAMU, la línea de 911 recibe al menos 156 denuncias diarias por agresión hacia mujeres y que la disminución en los femicidios se debe a un actuar de las autoridades y no a una disminución de la agresión de la cual son víctimas? Ahora bien, sí hay excepciones, y son casos muy lamentables; sin embargo, no son la mayoría ni el patrón que se sigue. Por tanto, las leyes lejos de ser injustas, protegen a quienes son más propensas y vulnerables a este tipo de agresión y las mismas tienen mecanismos de apelaciones y vías legales para que se demuestre si se comete una injusticia contra un hombre. Así pues, tomando este panorama en cuenta, su artículo señor Alfaro, resulta irrelevante.
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