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Elecciones nacionales y la obsesión de las iglesias cristianas

En estos días previos a las elecciones nacionales, en medio de un ambiente electoral caracterizado por el desencanto de los ciudadanos por la política, nuevamente algunos líderes y comunicadores tanto de algunas iglesias protestantes o evangélicas como de la iglesia católica, sugieren o insinúan a sus fieles que como cristianos deben votar por aquellos candidatos que estén en contra del aborto y de los matrimonios de personas homoafectivas, como criterio único o principal.

En estos días previos a las elecciones nacionales, en medio de un ambiente electoral caracterizado por el desencanto de los ciudadanos por la política, nuevamente algunos líderes y comunicadores tanto de algunas iglesias protestantes o evangélicas como de la iglesia católica, sugieren o insinúan a sus fieles que como cristianos deben votar por aquellos candidatos que estén en contra del aborto y de los matrimonios de personas homoafectivas, como criterio único o principal.
Al respecto nos preguntamos: ¿Son estos los temas centrales y únicos por los que todo creyente debe guiar su vida y sus decisiones?, o, ¿Existen otros temas y valores que resultan esenciales para el cristianismo?, y si nos guiamos por los evangelios, fuentes primordiales de la fe cristiana, ¿fueron esos temas los fundamentales en la predicación y la vida de Jesús?
Sin duda parece que no, pues la vida y la predicación de Jesús de Nazaret se centraron en el tema del Reino de Dios y su Justicia (Mt 6.33, Mc 1.15, Lc 11.20), caracterizado, según los estudiosos, por valores como: la justicia, la igualdad, la solidaridad y la compasión hacia los más pobres, marginados y débiles de la sociedad. Así tanto sus acciones como su mensaje estuvieron guiados por estos principios y la centralidad del reinado de Dios, al extremo de que por ser coherente con su mensaje, los poderosos de su tiempo lo mataron.
Por tanto, ¿No serán estos los valores y los criterios que deben orientar y conducir a los creyentes cristianos, a la hora de  elegir y votar por  los candidatos? Y así, por ejemplo, preguntarse además, con mayor amplitud de criterio, si: ¿Los candidatos y el partido por el que se va a votar promueven realmente la justicia social, la igualdad, la solidaridad hacia los más pobres y excluidos de la sociedad?, o, por el contrario, ¿Impulsan leyes y políticas excluyentes, antidemocráticas e injustas que solo benefician a los sectores más poderosos y ricos de la sociedad?; ¿Fomentan esos partidos la impunidad, la corrupción o los grandes “chorizos”, en detrimento de las finanzas públicas?; ¿Promueven una economía neoliberal centrada en el dinero, las fuerzas del mercado, la ganancia de unos pocos y la destrucción del medio ambiente?, o, por el contrario, ¿Una economía social y solidaria que busca el bienestar y la promoción de todos los ciudadanos (en especial de los más pobres), y el cuidado de la naturaleza? y preguntarse además: ¿Cuál partido y sus políticos, buscan realmente el mejoramiento y el desarrollo de la educación, la salud pública y el acceso a un trabajo digno para toda la población?, o, por el contrario, ¿Cuál pretende desmantelar y privatizar estos servicios y  transformarlos en un negocio rentable para unos pocos, en detrimento de la educación, la salud y del bienestar de la población, particularmente de los sectores más desposeídos del país?
Por supuesto que los valores antes mencionados, así como otros (el don de la vida, el amor, la fidelidad, etc.) que también se hallan en los evangelios (como en el resto de la Biblia), tienen que ver con asuntos tan polémicos como los de marras, los cuales también las iglesias deben discutir sin temor, pero siempre guiadas por la libertad, la compasión, el respeto absoluto y amplio, pero no deben ser una obsesión de las iglesias, tal como recientemente el propio Papa Francisco lo reconoció, en una entrevista concedida a la revista jesuita “La Civittá Cattolica”, donde criticó a una Iglesia a la que considera “obsesionada” con los temas del aborto y el matrimonio gay.
 

  • Hernán Rodríguez Castro
  • Opinión
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