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Es fácil recordar que, en clave de la retórica grecorromana, se puede hablar de diferentes tipos de discurso. Lo puede haber jurídico, pero también deliberativo. Todo ello tiene que ver con la intención de quien argumenta. Falta uno: el discurso llamado epidíctico que va de la mano con lo que, en clave aristotélica, se llama “argumentar para demostrar por ethos”.
Este discurso se refiere a realidades valiosas, tal y como lo hacía notar Anaxímenes y luego el mismo Aristóteles. Este modo de argumentar se ocupa de hechos presentes y algunas valoraciones relacionadas con ellos. Se dirige a un público determinado y ello con la finalidad de que asienta o disienta luego de que se presenta la cuestión que resulta de interés.
Los tópicos del género epidíctico son la verdad, la bondad y la belleza, aunque se pueden abarcar también los tópicos de la alabanza o la nobleza.
Ahora bien, quien argumenta no lo puede hacer de cualquier manera. Debe mostrar alguna o algunas de las realidades valiosas que presenta como asumidas con cierto realismo y evidencia. La virtud (o areté) ha de ser evidente y no puede fallar el ejercicio de virtudes como la frónesis (prudencia) y la eunoía (benevolencia, buena disposición). De aquí que se haga referencia a “argumentar por ethos”.
Me parece que es justamente, en esta línea en que podemos enmarcar la nota de los obispos de Costa Rica con respecto a las próximas elecciones. Con afirmaciones unívocas, se presentan realidades valiosas y todo desde la perspectiva de cuanto se representa, esto es, con ese ethos o auctoritas arriba anotado.
Estas reflexiones episcopales nos ponen ante ocho realidades que, en clave de este argumentar resultan tópicos valiosos y enmarcados en un contexto concreto en el que resultan relevantes y ello no solo para la población concreta a la cual se dirigen los miembros de la CECOR.
Desde la perspectiva de la verdad, uno de los llamados trascendentales (en la línea de A. de Hales y no de Spinoza), es importante hacer ver que los obispos destacan que los partidos políticos de nuestros país y sus candidatos han de mostrar un discurso no banal y con una gran capacidad de mostrarse transparentes a la hora de desear gestionar la cosa pública.
En la línea de la bondad, “el ser que busca el Bien”, a la par de la defensa de la persona humana y su vida, es clave el tema de la solidaridad. No merecería el voto de un católico el partido o el candidato que no haga de la perspectiva antropocéntrica su caballo de batalla.
Finalmente, la belleza ha de estar retratada en la estima de lo que vale de por sí y ha llegado a su mejor manifestación. Lo que atrae por su valor, incluso estético, libre de discusión: la familia, el encuentro amistoso y marcado por el diálogo y el respeto, el cuido del medio ambiente, esto es, de la creación.
Un documento que muestra una argumentación que resulta poco equívoca y con una propuesta axiológica válida. Por la fuerza de su misma coherencia, me parece, puede y debe ser considerada por todo católico de cara a las próximas elecciones y, por otra parte, puede ser valorada con mentalidad crítica por cualquier otra persona de buena voluntad que, sin preconcepciones, valora en lo que valen las llamadas argumentaciones “por ethos”.
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