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Esmeralda. Crónica de mi supervivencia
Víctor Valembois
Testimonio
Editorial Promesa
2013
En el mes de agosto, editorial Promesa publicó el libro Esmeralda. Crónica de mi supervivencia, basado en los apuntes de la ciudadana belga Luisa Hermans, cuya reconstrucción y guía literaria estuvo a cargo de don Víctor Valembois. La obra es un diario que relata las peripecias de Esmeralda –este era el nombre de Luisa en la resistencia contra los nazis– desde el 7 de mayo de 1943 hasta el 7 de mayo de 1945. Durante dos años pasó por 7 campos de concentración, el último en Mauthausen uno de los campos de exterminio más grandes.
No se sobrevive 732 días en campos de concentración de manera automática, así, como lo más sencillo, esto de los campos no es “vino y pan pintado”, como diría Sancho Panza. ¿Qué fue lo que hizo que Esmeralda no sucumbiera a la desesperanza y la angustia en un ambiente con olor a muerte y profunda maldad? Fue su fe, su búsqueda espiritual, su sentido sobrenatural y su convicción de que el bien y la verdad iban a tener la última palabra. Todo lo anterior Esmeralda lo asumió con la libertad interior de la que habla Viktor Franlkl, la cual es “la elección de la actitud personal que debe adoptar frente al destino, para decidir su propio camino”. A pesar de las altas dosis de muerte y sufrimiento humano de las que Esmeralda fue víctima y testigo, esta actitud personal no fue algo instintivo o inconsciente, fue una actitud fundada en el amor y la esperanza. Amor a sus padres, que sufrían por su ausencia, como bien lo relata el 20 de setiembre del 43: “Pienso en mis papás, en su pena. ¡Que me castiguen a mí… me la busqué, pero dejen tranquilos a mis padres”. Por amor, Esmeralda está más preocupada por el bienestar de sus padres que de sí misma. Está dispuesta a cargar en su carne más dolores para que sus padres no sean maltratados.
El recuerdo es otra de las acciones que la sostienen, pero no cualquier recuerdo. Esmeralda con libertad interior elige, al respecto, el 22 de julio del 44 escribe: “Yo más bien me refugio en recuerdos constructivos. Como cuando en mí misma evoco mi colegio, regido por “buenas hermanas”. Recordar (re-cordare), es volver a pasar por el corazón. Esmeralda encuentra en los buenos recuerdos una fuente del amor experimentado que la sostiene en el momento de la prueba. Recordar le permite volver a saber mejor quién en ella: es hija, amiga, joven de la resistencia, mujer creyente, persona con dignidad e ideales. Esmeralda se sabe una mujer esperada, amada, debe conservar su vida para reencontrarse con sus seres queridos y empezar de nuevo. Este sentido de pertenencia a una comunidad de personas, hace que Esmeralda profundice en el sentido de la responsabilidad: ella debe responder a las altas exigencias del amor y la verdad. El amor le pide paciencia, perdón y actos de caridad, y la verdad le pide denunciar la injusticia y llamar por su verdadero nombre las atrocidades de la guerra.
La acción fecunda de pensar fue otra de las razones que le permitieron a Esmeralda resistir. El 14 de febrero del 45 escribe: “El problema es real: desde hace casi dos años, compruebo que entre esos, pensar es peligroso. Por eso nos quieren quitar esa molestia. Pensar-pesar-penoso… poco probable parir pensamiento en parecido paraíso perdido”. Como se comprende, Esmeralda sabe que los regímenes totalitarios se caracterizan por la imposición y difusión de un pensamiento único que justifique sus acciones. Cualquier otro pensamiento es considerado subversivo, opositor y dañino. Se domina mejor cuando se uniforma el pensamiento.
La crónica de la supervivencia de Esmeralda tiene además la virtud de que se presenta no como el recuento intachable de una heroína sin caídas, sino que se muestra cómo es la persona humana en la vida ordinaria: con sus virtudes y defectos, con sus altas cimas de ideales y los abismos y el barro de sus faltas. Esmeralda, como muchos, un día está feliz, otro esta triste, hoy tiene dudas, mañana la invade la certeza. Pero en este caminar existencial a pesar del mal evidente y las dudas, ella decide dar un salto de fe y experimenta un amor y una esperanza que la hacen sobrevivir.
Alguno dirá “ya se han escrito miles de páginas sobre el holocausto, ya no es necesario recordarlo más”. Pero cuidado, cada testimonio es único, el arte de pensar implica la facultad de discernir, de escuchar. El testimonio de Esmeralda nos llega en una época en que no pocos –por no complicarse la vida– han renunciado a pensar. “Cavilar, especular, preocuparme, rumiar… Nadie me lo puede quitar. Además, pensar es gratis. No hacerlo sale carísimo”, escribe Esmeralda el 31 de mayo del 43. Sí, pensar es gratis, y además requiere de la disposición de la inteligencia y la voluntad, y pensar bien, implica aún más: tener como referentes el bien, la verdad y la belleza. Elegir no pensar bien es ya tomar partido, el autoengaño de la actitud de neutralidad-pasividad ante los acontecimientos que ocurren en el mundo, solo evidencian la triste pobreza del espíritu. Por esto, las palabras de Esmeralda son pertinentes, como ejemplo de la lucha ordinaria a la que todos estamos llamados contra el mal, la mentira y la mediocridad.
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