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Miguel León-Portilla y la visión de los vencidos

Pronto habrá transcurrido casi dos meses desde que el día 1 de octubre falleció, a los 93 años de edad, en la ciudad de México,

A la memoria de Sergio Rojas OrtizPronto habrá transcurrido casi dos meses desde que el día 1 de octubre falleció, a los 93 años de edad, en la ciudad de México, el destacado maestro e historiador Miguel León-Portilla (1926-2019), el hombre que fuera uno de los más grandes estudiosos, además de cultivador y protector de la lengua náhuatl, una de las más importantes del ámbito cultural de Mesoamérica, sin que este hecho alcanzara siquiera la condición de noticia o novedad en nuestro medio social y cultural. Mientras en su tierra natal se le tributaron numerosos homenajes y reconocimientos, más que merecidos, en Costa Rica el silencio pareció ser la casi única respuesta.Se ha marchado, en ese viaje sin regreso, el estudioso infatigable que profundizó en la difusión y el conocimiento de la poesía y de la filosofía náhuatl, cuya existencia postuló desde sus primeros trabajos, en fechas tan tempranas como 1956, cuando defendió ese tema como tesis doctoral en la UNAM. Una vez publicada, casi de inmediato, en numerosas y sucesivas ediciones en varias lenguas, desató una gran polémica en los medios políticos y académicos de un México que no concebía otra filosofía que la surgida con los presocráticos, allá en el Mediterráneo Oriental, hace un par de milenios.Devolver, o poner en primer plano, la voz y los sentimientos de los vencidos acerca de lo que significó para ellos la conquista y colonización ibérica, fue uno de los grandes aportes de León-Portilla. Para ello ahondó en los alcances de la obra de Fray Bernardino de Sahagún, quien escribió sus testimonios, relatos y resultados de su prolija investigación, tanto en castellano como en náhuatl durante el siglo XVI, después de haber contribuido decisivamente al registro escrito de esta última lengua, lo que  permitió que llegara hasta nosotros, con gran fluidez, esa voz de los vencidos, la historia que no debemos olvidar so pena de traicionarnos a nosotros mismos.Fue así, como investigando en la obra de este y otros autores de siglos pasados, estudiando los códices de las diversas culturas, los archivos de Indias, además de los testimonios escritos por los intelectuales mexicas, toltecas, tlaxcaltecas y de otras etnias, que Miguel León-Portilla dejó a nuestro alcance toda la belleza de la poesía náhuatl que logró recuperar, junto con la extraordinaria visión de mundo de estos pueblos, la que los colonialistas ibéricos vencedores entonces pretendieron dejar en el olvido.Hoy México se duele de su partida, pero también se emociona ante el inmenso legado que nos dejó un hombre que consagró su vida a la investigación y a la divulgación de estos temas, en obras como Visión de los vencidos, La filosofìa náhuatl, Quince poetas del mundo náhuatl, Los antiguos mexicanos, Los cantares mexicanos y otras no menos valiosas que fueron resultado de una larga fructífera existencia, dedicada a la recuperación de la rica herencia cultural de los pueblos mesoamericanos.La noticia de su partida pasó desapercibida en los medios de comunicación de Costa Rica, sin que se registrara mención alguna al respecto. Eso no debería extrañarnos, sobre todo si tenemos en cuenta que en medio de la modorra intelectual y la decadencia política, además de cultural dentro de la que nos movemos, el tema no podía despertar interés alguno como tampoco lo suscita el impune asesinato del líder bribri Sergio Rojas Ortiz, ocurrido hace ya poco más de seis meses, en Salitre del cantón de Buenos Aires, de la provincia de Puntarenas.Dicho crimen ha sido recubierto por un espeso silencio. Todo esto como parte de la exteriorización del racismo de una sociedad que se sigue mirando en el espejo europeo (o estadounidense) que se fabricó el liberalismo decimonónico, reflejado en la obra de sus historiadores más importantes, como fue el caso de Ricardo Fernández Guardia. Un cristal que nos impide mirar e incorporar como parte de nuestro ser o presunta identidad nacional, la presencia de la inmensa y rica cultura de los pueblos mesoamericanos, de la que el actual territorio de Costa Rica formó parte, especialmente dentro de lo que fue el área de la Gran Nicoya.

  • Rogelio Cedeño Castro
  • Opinión
Liberalism
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