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8 Revista Dominical. LA REPUBLICA. Domingo 21 de agosto de 1988 Cuento En la deprimente tarde de un domingo de marzo. escuchando por cierto a Astor Piazzola juré liberarme de la extraña pasión que me trasmitía Lucinda.
Lucinda Por: Carlos Baidal UCINDA es una muchachita llena de contradicciones.
Cuando la conocí, en el elegante y barroco Café del Teatro Nacional, percibi su presencia con el mismo instinto del cazador. Sentí, de repente, que en el salón se encontraba la hembra que había perseguido desde el momento en que dejé de creer en el amor Poco a poco volví la vista hacia la mesa donde se encontraba y la ví: de espaldas, sofisticada, dejando ver apenas sus finos hombros y su gracioso corte de pelo a la garson.
Gracias a ese efecto que produce una mirada lujuriosa e insistente, Lucinda se vio obligada a volverme a ver, pero con una expresión alucinada que me dejó perplejo pues no calzaba, definitivamente, con su carita ingenua de niña cursi.
Aquella noche, en aquel momento, debí haberme convencido de que Lucy no era. cómo decirlo? normal, humana, qué sé yo. debí entender que aquellos ojos enloquecidos presagiaban el naufragio final de mis ilusiones.
Porque hay que decir que, después de conocernos, Lucinda mostró otras contradicciones, quizás típicamente femeninas, pero acentuadas de tal forma que la locura, la pasión y el odio se combinaron hasta romper en mil pedazos mi precario equilibrio emocional. Oh. Lucinda, mi luz de luz!
En tu figura núbil escribí después, con mil besos, mi amor de fauno hasta encontrar la mortal respuesta de una sed de amor inconstante y el más triste de los desamparos.
una chica plástica, pequeña burguesa. y de qué hablan. De la revolución, de Nicaragua, de Cuba, del viejo ese de Reagan. Cris no te ha propuesto irse con vos a Nicaragua para ayudar a la revolución. No. Me ha dicho que nosostros tenemos que hacer nuestra propia revolución. Cómo. Apoyando a los grupos troskystas. De qué forma. Necesitan dinero y personas como nosotros que se liguen a la acción revolucionaria y a las masas populares para comprender sus anhelos y sus problemas. Já. Cuándo vas acomprender vos los anhelos y los problemas de las masas populares si a esas gentes las conocés apenas por las telenovelas. También me ha dicho Cris que es preciso eliminar a los viejos reaccionarios como vos, que son los que sostienen al sistema. Vaya! Por lo que oigo ya se están poniendo de acuerdo en asesinarme. Creeme que yo le he dicho a Cris que vos sos buena gente. Por tanto para ustedes la gente se divide en buenos y malos. Por qué no? Así ha sido siempre. por qué le dijiste a Cris que yo era buena gente. En realidad pensaba en que vos, con tu posición económica, podrías contribuir con el proyecto político de Cirs. si me negara. Entonces tendría que ayudarle a Cris de otra forma. Cómo. No sé. Buscándome otro amante con dinero, como vos, o quizás haciendo una locura para conseguir lo suficiente de un solo golpe. Cuál es la suma que necesita Cris para su proyecto político. No la conozco, pero dice que podrías hacerla efectiva. En todo caso él quiere negociarla con vos personalmente.
indice; encendí un cigarrillo; crucé las piernas y me alisé las faldas del safari.
Lo que no pude hacer fue disimular la mueca indefinible de celos, deseos y auto compasión que me consumían como voraces enemigos replegados en mis entrañas.
Presintiendo posiblemente mi estado de ánimo Lucy. al verme, ensayó una coqueta expresión de sorpresa, luego me ofreció un beso en la mejilla cerrando sus ojos y estirando graciosamente su boquita pintada y jugosa.
Al fin nos sentamos para iniciar, por enésima vez, el diálogo mediante el que yo insistía, estúpidamente, en comprender el extraño mundo de Lucinda. Por qué estás tan serio? Cualquiera diría que acabás de comprar una funeraria. Mira qué mañana tan preciosa y vos amargado como un tango. Lucinda anoche, después de que fuímos al cine. qué hiciste. Me llamó Cris al apartamento. Papi, vos sabés que Cris no es ningún atorrante! Ya está terminando la carrera de sociología. Entonces además de atorrante es irreponsable. Ya te dije que no hicimos nada más que comery bailar Entonces vas a negar que te has acostado con él, que lo querés y que anoche me engañaste diciéndome que estabas muy cansada por lo que preferías acostarte temprano. No, mi vida, a vos te consta que nunca te he engañado. Recordá que fui yo la que te confesé mi relación con Cris y anoche, de verdad que estaba cansada, pero Cris insistió y además tenía más de una semana de no verlo. No me has contestado. lo querés. Sí, lo quiero, pero también te quiero a vos. te acostás con él. Sí, pero prefiero hacerlo con vos. Entonces. me engañás o no. No, porque te estoy diciendo que me, acuesto con Cris por pasar el rato. Qué clase de rato?
que se pasa con un muchacho como él. En otras palabras que vos querés a todos los muchachos como Cris. No, ijamás! a Cris lo quiero como un amigo, como un compañero que me habla de política, de sociología, de un montón de planes que tiene para el futuro. De política. SI. te parece extraño. Vos hablando de política! Pero si sos El domingo de mi juramento, en la mañana, me encontré con Lucinda en el balneario de San Antonio de Belén.
El contraste entre los dos era insoportable: venía juvenil, primaveral, con unos jeans que hacían resaltar sus caderas, mediante el truco adicional de un ancho cinturón caído, color fucsia, comprado sin duda en Moderníssima. el peinado se había tornado de un insolente estilo punk, tal vez para permitir un maquillaje que disimulara las pronunciadas ojeras, y el tono de satisfecho agotamiento que traicionaba a Lucinda, acusándola de haber protagonizado una noche de vino y sexo.
Al verla acercarse al bar, asumi de inmediato mi rol de amante otoñal; recogi las gafas negras que me puse lentamente, acomodándolas, en último término, con un elegante toque del dedo El concierto de Piazzola expira, obligándome a concentrar la atención en los últimos compases que son rápidos, cortante, sublimes.
Me doy cuenta también que estoy cansado, que es preciso levantarme del sillón para llevar hacia la ventana el pesado sedimento de nostalgia que me ahoga.
Ya casi no queda luz sobre la calle solitaria. Los domingos, en al última hora de la tarde, el residencial en que vivo parece desierto, sin vida, hasta que por la ancha alameda, bordeada de silenciosos eucaliptos, aparece el deportivo rojo de Cris precedido de un fuerte tronar de pistones.
Por la ventana del segundo piso lo observo bajarse del auto con un enérgico salto y dirigirse hacia mi puerta risueño, elegante, como quien viniera a concluir un buen negocio.
Recojo la escuadra que aún siento caliente. Quizás, por última vez, veo a Lucinda que parece dormir sobre el ancho sofá, como sosteniendo sobre su angosto pecho un desordenado ramo de flores rojas como la sangre y me vuelvo con decisión hacia la puerta del estudio para recibir a Cris y decirle que su propuesta ya no me interesa. ΕΙ. nada! Fuimos a comernos una pizza y luego bailamos un rato en una discoteca. Para vos un rato es hasta las cinco de la mañana. Para mi un rato es un rato. esas ojeras. esa cara de loca trasnochada. Esta cara es la que vos decís que te gusta. sea que seguís enredada con ese atorrante.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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