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Lunes de Abril de 1993 LA REPUBLICA 15A Opinión Direction Bibliot ¡Defendamos los españoles!
JUAN RAFAEL QUESADA CHISPORRO TEOS ALBERTO CANAS En las últimas semanas se ha discutido acerca de la necesidad de defender el idioma español lengua oficial en casi toda América Latina frente al acoso rampante de los anglicismos que promueven ciertas agencias de publicidad en la televisión costarricense. Al respecto es pertinente hacer algunos comentarios.
Si bien las lenguas son identificadas con ciertos espacios territoriales, estas no tienen un origen nacional. Es sabido que un grupo de lenguas extendidas entre Europa y la India, como el castellano, el inglés, el francés, el ruso, el persa, entre otros, tienen las mismas raíces. Se sabe, igualmente, que después de que se produjo la diáspora del grupo de lenguas indoeuropeas, las diversas lenguas siguieron mezclándose como resultado de las relaciones reciprocas entre los pueblos.
Así, el lingüista estadounidense Noam Chomsky afirma que el inglés y el francés se formaron recogiendo palabras dispersas de todas las otras lenguas, en ocasión de victorias o derrotas militares y políticas. Es evidente, entonces, que no hay ninguna lengua homogénea que sea producto de un solo pueblo. Es más. no es cierto que entre el español hablado en Argentina y el de Honduras o Nicaragua, existen diferencias significativas? En el caso de Costa Rica, las excelentes investigaciones del doctor Miguel Angel Quesada Pacheco cemuestran que las particularidades regionales del español costarricense son considerables. Por eso, antes que de español en singular, debería hablarse, más bien, de españoles, en plural, por tanto, la rigidez del Fondo Internacional del Idioma Español (FIIE) es absurda y anacronica.
Es importante señalar, además, que la identidad lingüística ha estado asociada, casi siempre, con la consolidación de los estados nacionales. Esto significa que un idioma nacional no es un hecho espontáneo, surgido de la tierra o de la sangre, sino ante todo, un hecho político: el predominio o conquista de un país sobre otro, o de una región sobre otra. En consecuencia, la diferencia que se establece entre el idioma y el dialecto surge únicamente de la política. Este es el caso del castellano con respecto al ca.
talán o del español con respecto al aymará o al maya, por ejemplo.
La importancia del poderío político, militar o económico en la implantación de un idioma era visualizada desde 1492 por Antonio de Nebrija, quien sentenciaba: la lengua siempre acompaña al imperio. Por esta razón, en América, producto de la conquista ibérica, el español se impuso como lengua nacional, y hoy, para la mayor parte de los latinoamericanos (los mestizos. es una preciosa herencia cultural forjada a lo largo de varios siglos. Esta convicción no es contradictoria con el deseo de ver convertida en realidad la práctica efectiva del multilingüismo; es decir, el reconocimiento pleno del valor de las lenguas de los pueblos originarios de todo el continente americano.
Aunque las mezclas de las lenguas le dan a la cultura una dimensión universal, la historia, el espesor temporal, le confieren a la lengua el carácter de esencia nacional. de principal vínculo La Ropablica Jorge de comunicación entre los hombres. Por eso, frente a los embates de una política turística mal orientada y del mercantilismo publicitario, debemos defender nuestros españoles. pues hoy más que nunca, debemos recordar lo que afirmaba el poeta ale.
mán Herder: Hablamos palabras de los extranjeros y estas palabras nos alejan poco a poco de nuestro propio modo de pensar. El desencanto democrático (I)
En estos preliminares de convenciones partidistas en que estamos, alguien ha tenido la ocurrencia de someter a los aspirantes, no a las entrevistas, debates y cuestionarios que son de rigor y costumbre, sino a una fórmula nueva: enfrentarlos individualmente a un panel de preguntantes, no siempre periodistas.
Esto, que en teoría suena muy bien, amenaza degenerar, porque algunos de los que están participando han tomado su misión como de inquisidores, metiéndose en la vida privada de los candidatos, hurgando en sus convicciones religiosas, en su vida de estudiantes, buscándoles errores de juventud y en alguna ocasión que debí grabar, refocilándose de sus baladies preguntas con miradas y sonrisas de vampiro de película barata.
Exactamente lo mismo que hicieron en los Estados Unidos (de quienes es axiomático que copiamos lo negativo) en 1989 con los mejores aspirantes demócratas, a los que terminaron por eliminar despejando así el camino de Bush hacia la Casa Blanca.
Me pongo a pensar que habría sucedido si en las campañas de 1943, 1947, 1953, 1962, 1970, 1982 o 1990, a algún inquisidor se le hubiese ocurrido interrogar a los candidatos sobre los problemas íntimos que los habían llevado a divorciarse o a contraer nupcias posteriores. Se imaginan ustedes a don Ricardo Jimé.
nez en 1909 y 1923 respondiendo preguntas sobre sus relaciones con Beatriz Zamora. Se imaginan ustedes los justificados rayos de Júpiter que habría soltado sobre sus inquisidores. Se imaginan a don Otilio Ulate enfrentando a algún perro de presa en 1947 contestando el cargo infame que le hacían (y que, ay, nunca aclaró. con base en su bohemia juvenil y aún de hombre madura, de ser un borrachín? Pues para allá vamos a toda carrera si alguien no le pone coto al asunto, del cual ganarán los cables en eso que llaman audiencia, pero perderá el pais.
Recordarán ustedes que en días pasados aludí al estúpido interrogatorio de que fue objeto José Maria Figueres sobre sucesos que ocurrieron en una clase de que él formaba parte. Pues bien, creo que eso es nada ante lo que ha venido sucediendo a otros de los precandidatos, sujetos a una andanada de preguntas irrelevantes sobre temas que al país no le interesan en lo más mínimo.
Da risa, si no ganas de llorar, el contemplar el tobogán político por el que este pais se vie ne deslizando hace más de veinte años, y la irresponsabilidad con que los programas detelevisión se desentienden de los verdaderos problemas para perder su (y nuestro) tiempo averiguando si un candidato se bautizó, si hace unos años dijo lo contrario de lo que dice ahora (sólo los ríos no se devuelven decia don Ricardo Jiménez. tratando de convencer a los votantes de que contradecirse es un pecado, cuando puede ser una virtud: la de rectificar. de convencerlos, además, de que ninguno de los cinco o más aspirantes vale la pena.
Mientras tanto, el Banco Mundial formula exigencias ofensivas a nuestra soberanía, nos dan el premio de la hipocresía ecológica, le van a pagar prestaciones a un individuo que no fue despedido sino que presentó su renuncia obligado por la moral pública, pero los inquisidores de la TV estarán muy preocupados preguntando a los candidatos a la presidencia si llegaron virgenes al matrimonio, En suma, discutiendo si son galgos o podenCOS.
DANIEL MASIS IVERSON El desencanto democrático: crisis de partidos y transición democrática en Centroamérica y Panamá. del politólogo Rodolfo Cerdas, recientemente publicado por la Red Editorial Iberoamericana, constituye uno de los más notables esfuerzos por estudiar la política comparada de la región en los últimos años.
Como es característico del trabajo del Dr. Cerdas, su solidez apoya, y se apoya, en una profunda vocación por el cambio necesario y urgente en el istmo. En dos breves entregas no podré ir más allá del esbozo de algunas de sus ideas principales, arriesgándome a sobresimplificar una trama compleja; no hay sustituto de la lectura ente.
ra de la obra.
Cerdas se propone estudiar la relación entre partidos y sistemas políticos, en el contexto de la transición a la democracia de la región. Costa Rica es el único de los seis paises que tiene una democracia consolidada, pero el autor ha revel similitudes ha inquietantes entre nuestro proceso politico y el de las otras naciones estudiadas.
En los países del norte (Guatemala, El Salvador, Honduras. el dominio militar de varias décadas se vio acompañado por un repliegue de los partidos políticos; no se crearon sistemas de partidos, sino partidos dentro de un sistema politico sordo a las demandas sociales de la población. La actual transición a la democracia que empezó en los años 80, impuesta por la incapacidad de los militares para conducir a sus naciones, y por presiones externas e internas, llama a los partidos a ser lo que deben ser: canalizadores de las de mandas sociales y políticas de los pueblos, vehículos de resolución no violenta de conflictos sociales, y conductores de la ciudadanía hacia un futuro promisorio. Lo que sucede, sin embargo, es que, por un lado, hay fuerzas poderosas que pueden todavía elegir y obstaculizar el proceso democratizador y, por otro, que los partidos mismos no están dando la talla. En relación con el primer aspecto, los militares no están todavía, ni mucho menos, sometidos al poder civil. Se.
gundo, aunque importantes sectores empresariales ya se cansaron del sangriento e inoperante gobierno militar y van a la reconquista de espacio para el poder civil, paradójicamente no hay garantía de su preocupación por la protección de los derechos humanos, ni por la resolución de los agudos problemas sociales. Además, tampoco depositan su fe en los partidos. Tercero, para las mayorias, el hambre, la enfermedad y la falta de oportunidades no son datos de cuentas nacionales, sin crueles realidades cotidianas, y la manera de canalizar de modo no violento sus angustias no está aún consolidada.
Cuarto, ninguna de estas sociedades, y por tanto sus distintos sectores sociales, tiene desarrollada una cultura democrática, la cual construye las instituciones necesarias (incluyendo los partidos politicos) para resolver pacifica mente los conflictos sociales, y confiere la paciencia necesaria para que dejen de ionar.
Solo una de las columnas de la transición se ha colocado hasta ahora: la electoral. Pero una columna no hace un edificio y, además, corre el riesgo de desplomarse sin él. La tarea a la que están llamados los partidos es titánica: construir la institucionalidad política democrática, autoconstruirse como parte de ella y, simultáneamente, como condición de éxito y refuerzo de lo anterior, construir un nuevo proyecto de desarrollo económico y de democracia social.
Pero, y este es el segundo aspecto, los partidos no salen adelante con la tarea. La explicación, como veremos, es sociopolítica, pero la imagen que me viene a la mente es cervantina; en las tiendas partidarias no se oye la voz altiva de don Quijote, sino, como decía don Julio Acosta, el masticar de las mandibulas de Sancho. En este punto, algo más que la frase de don Julio suena familiar, aqui en Costa Rica.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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