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14 GALERIA LA REPUBLICA. Jueves 22 de Abril de 1995 to Del Suspenso El vecino que odiaba a la gente CRIMENES FAMOSOS Max Haines inguno de los vecinos de Palm Bay, Florida, sabía mucho sobre William Cruse, de 60 años, pero lo poco que sabían era malo.
El introvertido Cruse siempre estaba gritándoles a los niños de la comunidad por tomar atajos a través de su propiedad. Una vez, persiguió a los jovencitos con su auto. Cuando apareció en la puerta de su casa esgrimiendo un rifle 223, los vecinos lo denunciaron a la policía. Cruse recibió una advertencia, pero no había cometido ningún crimen y no se hizo nada.
En 1986, los vecinos firmaron una petición en la que instaban a las autoridades a hacer algo para ayudar a William Cruse, quien era obviamente un hombre enfermo. No se hizo nada.
El 23 de abril de 1987 ocurrió. Unos niños pasaron corriendo a través de la propiedad de Cruse. Enfurecido, éste decidió vengarse, no de los jovencitos, sino de todo el mundo. El les mostraría que podía tomar una venganza tan terrible que todos tendrían que respetarlo y darse cuenta de su presencia. Cruse cargó su poderoso rifle y saltó sobre su Toyota blanco. Seguramente toda la gente estaría haciendo compras a lo largo de Babcock St.
Cruse no tuvo que apuntar con cuidado. Estaba tan cerca. Presionó el gatillo y Ruth Creen, de 67 años cayó al asfalto. Ruth estaba por entrar al Supermercado Winn Dixie para recoger algunas compras. Ahora, yacía muerta cerca de la entrada al centro de compras.
El Toyota avanzó lentamente. Lester Wilson, de 51 años, había abandonado el clima frio de Syracuse, hacía 20 años. En este aciago día, planeó recoger algunos comestibles en el Publix Supermarket. Todo cambió cuando la bala de un hombre loco penetró en su cuerpo. Murió instantáneamente.
Algunos compradores gritaron. El tiroteo continuó.
Nobi Abdul Alhanell, de 25 años, era un ciudadano de Kuwait que había recibido una beca de su país nativo para estudiar en el Community College en Florida. El y un amigo, su compatriota y compañero de estudios Emad Al Juwakuly, planeaban hacer algunas compras.
En cambio, fueron muertos a sangre fría.
William Cruse condujo su Toyota hasta el estacionamiento de Winn Dixie. La gente ya no lo molestaría más. Avanzó hasta el supermercado, disparando al azar. Cayeron más víctimas inocentes. Algunos se retorcían sobre la acera. Los heridos gritaban de dolor.
Cruse se mantuvo alerta, acechando a sus histéricas víctimas. El personal y los clientes de tiendas cercanas al supermercado se arrojaron al suelo, esperando que el francotirador no los viera.
Llegó un auto de policía. Por detrás de los pilares y vehículos, los ciudadanos dieron un suspiro de alivio. Al fin este hombre enloquecido con el arma sería detenido. Pero eso no fue lo que ocurrió. Gerald Johnson era un oficial de policía de 28 años, con un año en la fuerza de policía de Palm Bay. Casi no tuvo tiempo de detener su auto.
El parabrisas de su vehículo cayó destrozado mientras las balas se incrustaban en su cuerpo. Johnson se desplomó sobre el volante, muerto, antes de tener una oportunidad de estudiar la situación. Llegó un segundo patrullero al lugar de la masacre. Ron Grogan, de 27 años, un novato en la fuerza de policía de Palm Bay, compuesta por cuatro hombres, había prestado juramento siete meses antes. Ron tenía grandes esperanzas de convertir el trabajo policíaco en su profesión de toda la vida. Se había casado hacía sólo dos meses. La vida marchaba sobre rieles hasta que llegó a prestar ayuda a su colega. Desde una distancia de metros, William Cruse le disparó dos tiros. Ron Rogan cayó muerto.
En cuestión de minutos, seis individuos habían si.
do asesinados a sangre fría. Varios otros yacían heri.
dos y necesitaban atención médica. El anciano con su rifle avanzó por el Winn Dixie Supermarket, disparansupermercado. En el perímetro del área, los paramédicos esperaban listos para actuar. Tanto los miembros del equipo de SWAT como los paramédicos se sentían frustrados. Tan pronto como intentaban rescatar o atender a un herido, el asesino habría fuego. Podían ver a los heridos, pero no podían ayudarlos. Cuando las ambulancias intentaban entrar en la zona, el tirador enloquecido comenzaba a disparar.
Los negociadores de la policía hablaron con Cruse por teléfono. Lentamente, las personas en la zona más cercana al tirador se arrastraron fuera de su vista.
Otros, ocultos detrás de autos estacionados, fueron llevados en autobús a un lugar seguro.
El drama, que había comenzado a las 45 de la tarde, se arrastró durante horas. Al acercarse la medianoche, Cruse exigió un vehículo que lo llevara hasta un avión y una garantía de salvoconducto fuera del país antes de entregar a sus rehenes. Casi a las de la madrugada, Cruse desistió de sus exigencias. Las rehenes fueron liberadas y corrieron a ponerse en lugar seguro. Pero William Cruse todavía no estaba terminado. Atrincherado como estaba, se negaba a rendirse.
Las autoridades sostuvieron una reunión crucial. Decidie.
ron que el equipo de SWAT atacaría el sudo mientras caminaba. Delante de él, compradores y permercado. Se arrojaron granadas de gas lacrimógeempleados huían desesperados de su línea de visión. no y aturdidor. Cruse se lanzó fuera por una puerta Sonaron más disparos y más personas cayeron heri posterior y cayó en brazos de la policía, que ya lo esdas.
peraba.
Docenas de oficiales de otras comunidades rodea El hombre desesperado no se rindió pacíficamente.
ron el centro de compras. Dentro del supermercado, Tuvo que ser arrojado al suelo y dominado por la polos empleados intentaron refugiarse donde podían. licía. Los que estaban en la sala refrigerada estaban Tres miembros del personal se encerraron en una sa medio congelados, pero ilesos. Otros, que habían estala refrigerada. Una joven empleada se oculto en un ba do ocultos durante más de ocho horas, salieron de sus ño. Se acurrucó contra una pared, hasta que, como en escondites. Todo había terminado. El hombre que no una pesadilla, el tirador apareció ante ella. Segura que podía soportar que unos adolescentes cruzaran su proestaba por morir, casi se sintió aliviada cuando descu piedad había segado seis vidas y herido a catorce perbrió que la iba a usar como rehén. Otras dos mujeres sonas más.
corrieron la misma suerte. Las tres pasarían varias ho William Cruse fue juzgado por seis asesinatos. Fue ras sin saber si sobrevivirían a su papel de peones en declarado culpable y sentenciado a muerte. Al momenel juego del asesino, o morirían por una de sus balas. to de este reportje él reside en el Pabellón de CondenaUn equipo de SWAT ocupó posiciones alrededor del dos a Muerte en Stark, Florida.
Jorge illa La República Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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