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Jueves 11 de Noviembre de 1993 LA REPUBLICA 21A Opinión Carta a Carmen Naranjo CHISPORROTEOS URIEL QUESADA ALBERTO CANAS Una dama digna de respeto, me afea en La Nación de ayer el haber empleado la palabra tullido para referirme a uno de los testigos presentados por los Romero en el juicio que se les ha seguido.
Según dicha señora, ese término es ofensivo, y debi decir minusválido. Muy interesante, y vamos por partes.
Querida Carmen: no sé cómo contestar una carta abierta. Supongo que, al estar destinada a todos, la respuesta también tiene el derecho de llegar libre, sin ataduras, a quien quiera leerla.
Te contesto un poco tarde, pero no demasiado, apenas cuatro años después de recibir la tuya. Sin embargo, desde entonces ha corrido mucha agua bajo el puente. Sobre todo me apena lo poco que nos vemos, aunque me han contado mucho de vos, siempre en tu casa en San Pedro, siempre sensible, con tus dibujos y tu pasión por la literatura.
Cuando leo tus columnas en el periódico, te vuelvo a echar en falta y pienso que lo menos por hacer es decirte, asi como ahora, que aque lla carta abierta a los Itacas que publicaste en 1989, tiene grandes verdades.
Partiste de uno de tus poemas favoritos: Itaca. del griego Constantino Cavafis, para dar a todos una lección sobre la vida y la creación. El poema habla de los largos viajes que la existencia depara cada proyecto, cada ilusión, la vida misma. Te dice que debés emprender sin miedo el camino en pos de tus metas, pues el miedo es siempre producto de uno mismo. Te invita a las experiencias, a disfrutar de la sabiduría, de los bienes espirituales, de la sensualidad. Aconseja tener claro siempre ese fin deseado, encontrando la felicidad en todas las vivencias necesarias para alcanzarlo. Al final, al llegar al destino por el cual pusimos todos nuestros empeños, el premio verdadero será lo vivido.
Claro, este es mi torpe resumen. Vos, Carmen, lo llevaste a tu mundo. Hablaste de fe, entusiasmo e imaginación. Retaste al lector para que asumiera el proceso creativo como el fin de su existencia, para que cada etapa de la vida esté llena del goce que trae el producto del ingenio humano.
Nos hablaste de la necesidad de ser muy críticos con el trabajo propio, de como escuchar la crítica ajena y aprovecharla en su buen sentido. Meditaste sobre la honestidad del verdadero crea dor, sobre cómo ser generoso y noble, virtudes que son parte tuya.
Apuntaste también: Recuerde que el tiempo es un tránsito, en que nunca se es niño, joven o viejo del todo. Una extraña mezcla de tiempos nos acompaña en el viaje hacia la muerte. En este tránsito, has tenido la facilidad de maravillarse que poseen los niños, la sed de conoci miento de los jóvenes, la sabiduría reposada de los adultos; y en todas las épocas que conviven, tus he rramientas han sido el trabajo y la solidaridad. Aprenda de la confesión en la intimidad de uno mismo. decís. El camino es largo y tiene dimensiones múltiples. veces se cae y hay que saber levantarse. Valore el esfuerzo y no espere el aliento ajeno para realizar su obra.
Como vos apuntas, la vida está llena de horas de llegada. que solo las entiende y siente el creador. De inmediato hay que empezar de nuevo, ojalá por rutas largas y llenas de aventuras.
Querida Carmen, el poema de Constantino Cavafis me ha dado mucha ayuda, sobre todo en momentos dificiles. Pero más aún tu palabra, la creaLa República Jonge Illa dora de cuentos y poemas, la que ha meditado lúcidamente sobre muchos temas, pero sobre todo la que leyó a Cavafis con asombro, pues descubrió que el poeta, allá por 1911, interpretó fielmente lo que iba a ser tu filosofia de la vida y de la creación, esos dos puntos de referencia para y describirte.
Por ello, entre otras cosas, te quiero mucho.
Tullido que es la palabra que se ha empleado toda la vida. significa, según el mataburros de la Academia Española. que ha perdido el movimiento del cuerpo o de alguno de sus miembros (con cierto grado de sinonimia existen también paralítico, baldado e impedido, todas de uso común en el lenguaje normal de la gente. Por otra parte, el diccionario define así minusválido: dícese de la persona incapacitada, por lesión congénita o adquirida, para ciertos trabajos, movimientos, deportes, etc.
Resulta así que tan minusválido es un tullido como un ciego, un sordo, un cojo, un mudo o un deficiente mental. Minusválido es un término general, y tullido lo es específico. Si uno quiere hablar con precisión, debe usar el término específico y no el genérico, porque así la gente entiende mejor lo que uno dice.
La hora de Rusia ARTURO USLAR PIETRI Es preferible decir tullido que minusválido, como es preferible decir bicicleta que vehículo, caballo que animal, naranja que fruta, oro que metal, ciprés que árbol, inspector de tránsito que autoridad y en ge neral referirse a la especie y no al género.
Por otra parte, el término minusválido es ofensivo en el tanto que tullido no lo es.
Porque ¿qué significa minusválido, de dónde viene? Observe mi amable contrincante que minusválido implica que vale menos, que tiene menos valor, mientras que tullido no ofende ni puede ofender porque no tiene el significado despectivo de persona devaluada, venida a menos, que tiene minusválido (hay que ver lo minusválido que está el colón frente al dólar. Ante los ojos de Occidente Rusia fue siempre atractiva, misteriosa y extraña.
Desde Pedro el Grande hasta la URSS, su creciente presencia y poderío la convirtieron en un interlocutor necesario de la política europea, sin que por ello se hubiera desvanecido nunca su clima de extrañeza, de misterio, y hasta de temor. La gran literatura rusa del siglo XIX, sobre todo con Tolstoi y Dostoievski, sirvió para revelar plenamente a los ojos de Europa la existencia de un mundo diferente, dominado por pasiones profundas y ansiedades místicas irracionales, que producía caracteres de una fascinante complejidad y situaciones extremas de tensión espiritual. caballo entre Asia y Occidente, con una ávida voluntad de progresar y occidentalizarse materialmente, se fue convirtiendo inevitablemente, desde los tiempos de Alejandro a los de Stalin, en el vasto recinto no sólo de otro mundo culturalmente distinto, sino en el de una creciente potencia militar y económica que ha pesado grandemente en los asuntos de Europa, por lo menos desde las guerras napoleónicas.
La evolución política y social de Rusia desde el siglo XVIII fue diferente a la de Occidente. Literalmente hablando, podría decirse que no tuvo nada equivalente a la Ilustración y a la democracia política y social que caracterizaron a la Europa contemporánea. Aislada, difícil, incomprensible a ratos, con su sola presencia gravitaba en el planteamiento de los problemas políticos desde el siglo XIX. Era la aliada necesaria o el rival temible, y el jue go del poder en Europa se hacía con ella como parte fundamental de las combinaciones estratégicas.
No tuvo experiencia democrática. Prácticamente desde la Edad Media hasta la Primera Guerra Mundial, mantuvo un régimen político basado en la monarquía absoluta de los zares, aliada estrechamente al predominio espiritual y moral de la Iglesia Ortodoxa. En cierto modo, el mundo político era sacralizado e inamovible y obedecía a lealtades y a fuerzas muy distintas a las que determinaron la revolución democrática de Occidente. Casi sin transición, como resultado del golpe de Estado de los bolcheviques en 1917, pasó de una autocracia sacralizada a otra que no lo resultó menos. El gran mito de la revolución comunista, con todo su inmenso poder de fascinación popular, sustituyó al de los íconos y el zar.
La Revolución Rusa, como otras que se han sucedido desde el siglo XIX en otros países, ha podido ser una experiencia transito ria. De hecho estuvo a punto de serlo ante el poderoso empuje militar de la reacción zarista y anti revolucionaria. Cuando ocurre la Revolución, Rusia era económica y técnicamente una zona atrasada y deprimida, en buena parte aislada del mundo por el cordón sanitario que, ante su amenaza subversiva, alzaron los otros países del Continente europeo. Sin embargo, la nueva misti ca revolucionaria resultó ser un sustituto eficaz para la vieja espiritualidad tradicional y permitía, particularmente a partir de los años 30, que aquel conjunto de pueblos heterogéneos y atrasados pudiera realizar la extraordinaria hazaña de convertirse en un temido rival, en aguda competencia en todos los campos, de ios Estados Unidos de América y de los grandes países industriales de este tiempo. Tanto o más que un cambio de sistema, fue una especie de transformación de la vieja fe colectiva de la Santa Rusia que le aseguró, más allá de disciplinas de partido, una adhesión total y fanática a los fines de la Revolución, hasta convertirla en el símbolo de la utopía política para una vasta parte de la humanidad.
Fuera de su formidable voluntad niveladora, la Revolución Rusa no implantó ninguno de los mecanismos por medio de los cuales la democracia se instauró y floreció en Occidente.
Cuando se produjo el inesperado y rápido colapso total de la Unión Soviética, no existía ninguna institución o forma de vida colectiva sobre la que pudiera establecerse la fundación de un ré.
gimen democrático. En los cuatro años transcurridos desde la caída del Muro de Berlín, esta carencia fundamental se ha mani festado en muchas formas desde la época de Gorbachov hasta la de Yeltsin. Hay figuras egregias con voluntad de cambio democrático, pero no hay estructuras, ni tradiciones, ni cuerpos colectivos sólidos que la representen. Es en ese cuadro temible que se han producido los recientes acontecimientos y que Yeltsin ha protagonizado un golpe de Estado que ha disuelto las instituciones aparentemente representativas que venían del antiguo régimen.
Ante esa situación, parece hoy más difícil que nunca proyectar un futuro democrático, a corto plazo, para Rusia y su familia de naciones. Sólo tiene una salida histórica viable, que es la implantación definitiva de un régimen democrático, pero en este momento pareciera carecer, material y mentalmente, de todos los instrumentos y medios necesarios para lograrlo. Esto constituye la más importante y riesgosa cuestión que tiene planteada ante si la causa democrática en el mundo.
Minusválido, con su connotación de menosprecio, es una errónea aplicación de la tendencia al eufemismo que aqueja a muchos costarricenses. Hace años, siendo yo diputado, me visitó una delegación para reclamarme el que, como miembro de la Comisión de Redacción de la Asamblea Legislativa, hubiese consignado en alguna ley la palabra ciego en vez del término no vidente que mis visitantes impulsaban.
Escuché por primera vez la cantinela de que ciego es palabra que ofende a los ciegos (supongo que lo mismo creerán de sordo, de mudo y de todas las demás. Mi respuesta fue que no le veo lo ofensivo a cie go, y que, siendo el castellano el idioma oficial de Costa Rica, no me sentía inclinado a emplear en la redacción de leyes una expresión recientemente inventada que no figura en el diccionario y de la cual no existe ninguna necesidad.
De manera que en eso quedamos: tullido. si algún día me veo reducido a esa condición, que lo digan: que me tullí. No cometeré la estupidez de tomarlo a ofensa.
Las opiniones publicadas en esta página, no son necesariamente compartidas por este periódico.
Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.

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