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Viernes 16 de setiembre de 1994, LA REPUBLICA 23A Opinión La comedia del Anglo La Loca de Llorente DR. JORGE ENRIQUE ROMERO PÉREZ ALVARO FERNANDEZ ESCALANTE Por supuesto que lo significa el negociado del Anglo es una tragedia para el país y para el pueblo costarricense, que pagará todos los platos rotos y con creces.
La comedia consiste en el engaño, en la estafa social de proclamar que los culpables serán sancionados con todo el peso de la ley. Aquí la ley será tan liviana como la pluma de un pollito recién emplumado.
En la realidad no habrá culpables ni castigados.
Falta todo el proceso convertido en show y en material para los medios de comunicación colectiva. Al final de la comedia no habrá pasado nada. Es el show del Anglo y el Anglo como show.
Efectivamente, la Carta Magna dice: todos son inocentes hasta que se pruebe, en sentencia, lo contrario.
Habrá insuficiencia probatoria, faltarán pruebas, existirán lagunas procesales, etc. Lo cierto del caso es que se probará una vez más que la cárcel y el Código Penal son para los de siempre: los pobres. Aquí las estadísticas abundan y no dañan. Solo muestran esa verdad social.
La otra verdad social es que los presos sin condena siguen encarcelados. Esperando turno para el juicio penal. Y, a la sociedad como tal y a sus grupos no les interesa esta realidad de los presos sin condena y la cárcel para los pobres. Y, el enorme pastel de los millonarios préstamos bancarios sin pagar, la lista de morosos sin publicar (porque no pagan, ya que los bancos no les cobran; y, no les cobran porque tienen el poder político y el económico. la lista de incobrables sin conocerse. Claro que esta situación del enorme pastel del uso y abuso de los dineros de los bancos estatales, los subsidios, los impuestos de ventas recaudados por los comerciantes, pero no entregados al Estado; la venta de electrodomésticos usados como nuevos; la venta del gas al precio que los empresarios les da la gana, contra el criterio de la Sala IV y el Gobierno sin hacer nada, etc. forman parte de las actuaciones de los que, efectivamente, mandan en el país y se sirven de él, pues saben que este pueblo domesticado no se levantará para decir basta.
El miedo, la desesperación, la impotencia, la indolencia, la servidumbre impuesta desde arriba y la ignorancia son el caldo de cultivo de este pueblo sin futuro.
Como la comedia del Banco Anglo terminará como comedia, solo falta esperar el monto y el momento del próximo golpe (que por supuesto tiene que superar los miles de millones del Anglo que desaparecieron del público, pero están en el disfrute y gozo de los avivados protegidos por la sabrosa sombrilla del Poder.
a El canto a la Patria y el cierre del Banco LIC. RAFAEL CHINCHILLA FALLAS 221 925 Al principio, los arranques de la loca de Llorente pasaron inadvertidos, pero conforme se fueron despejando los nublados de los días y los de las noches, se comenzó a poner verdaderamente furibunda, más bien endemoniada, es la palabra, y comenzó a escupir a cuanta persona se le ponía por delante. No siempre escupía igual, claro. veces desgarraba todo lo que encontraba a su paso por el güergüero y con habilidad de bombero voluntario clavaba el escupitajo en la cara de los sorprendidos transeúntes: jóvenes, niños, señoras algunas hasta con embarazos de doscientos cuarenta días ancianos, de todos colores y tamaños, que pasaban, simplemente, frente a la casa grande, rodeada de jardines y cosas bonitas del conocido barrio de Llorente. Otras veces eran salivazos sencillos, y otras, verdaderos asperjeos de chorro múltiple, como los de las aspersiones.
La gente de la casa como es natural comenzó a preocuparse seriamente. Hasta hubo reunión de familia y algunos parientes alzaron su voz con desacostumbrada vehemencia, pidiendo que se encerrara a la loca en lugar apropiado. Sobre todo después de aquel desgraciado día en que se subió a la terraza pregonando en alta voz, a la manera de un canto gregoriano, que ella era la Madre Eterna y, desde arriba, como hace San Pedro con las lluvias, empapó con sus propios recursos naturales, a unas gentes de bien, acompañándose además con unas percusiones nauseabundas. Sin embargo, la mayoría que bien la quiere, seguro por sus gracias de cuando era una inocente niña resolvió desplegar esfuerzos sin cuento ni economía, para buscar la cura a la locura de la loca, o para tratar de corregir sus recientes inclinaciones al urinaje aéreo, y al escupitajo sostenido que últimamente practicaba a diario, con alevosía y ventaja, desde el sitius altius fortius que le servía de torre o de alfil o de caballo, vaya usted a saber. de todos los confines y comarcas de la nación fueron traídos, en volanta, en bicicleta, en autobús, en taxi y hasta en ferrocarril, en burro, helicóptero y trineo; médicos, curanderos, sukias, frailes, exorcistas, matronas, enanos, horoscoperos y brujas, parteras y policías de lín para devolverle la razón o, por lo menos, para enseñarle a escupir correctamente, hacia arriba como lo manda el silabario y también el libro de las buenas maneras del señor Carreño. Pero, según parece, todos los profesionales de la nación fueron coincidentes en cuanto a caso y precio con muy leves variaciones de matiz. El horoscopero, por ejemplo, opinó en bien razonado diagnóstico, que la loca debía ser amarrada a un poste de la luz, con la cabeza hacia arriba, claro, para ver si acaso se le metía un poco del fluorescente gas, por los orificios de las orejas, quitándole antes, desde luego, los aretes y los tacos de cera que mostraban su anaranjada evidencia a flor de huecos. En todo caso, el diagnóstico general, tan horizontal como las aguas de un laguito tranquilo, en un día sin vientos, fue contundente, claro, sencillo, rotundo, inapelable.
Estaba loca, loquísima. Para algunos de atar, para los otros de encerrar. Pero además de loca, tenía, y en esto fueron absolutamente coincidentes y contestes todos los llamados al consejo, al malo metido entre sus pechos y sus espaldas, como cualquier endemoniada de las medias edades. otra cosa más seria y preocupante. La loca como se le llamará de aquí en adelante, para abreviar era más fea por dentro que por fuera, hecho bien confirmado por los exámenes internos le hicieron entre otras cosas una almoscopia.
que por unánime acuerdo se llevaron de regreso los profesionales, invitados todos, para estudiarlos con mayor detenimiento y cuidado, a fin de buscar algún alivio, si cabe, al tan singular padecimiento de las inte rioridades espirituales, que arriba fue explicado. entre tanto, la loca sigue furibunda, más bien endemoniada, es la palabra. Hasta que la muerte la separe de sus escupitajos, grandes y chiquitos, con desgarre y sin él. Dicen que dijo un cura de los alrededores, que fue llamado también, para ver si podía ayudar en algo, como quien dice mientras tanto, y quien se llevó de regreso a su parroquia, por lo menos una onza de saliva en la tonsura.
Hoy pareciera que la loca no tiene cura y más bien se agrava de tarde en tarde y de turbio en turbio, como Juana la loca, la que subió a la roca. pero más mojada y peor. Peor que una sarna de las de zaguate ajeno.
Alguien me dijo el nombre de la susodicha, pero yo me imagino que se trata de un apodo. Todos la conocen como La Loca de Llorente y nada más. Pobrecitica!
Catorce de setiembre de 1994. Seis de la tarde. En el instante en que observó a los niños de San Rafael de Escazú desfilar con sus banderas, sus farolitos, sus cantos, sus ilusiones, escucho que el Gobierno cerrará el Banco Anglo.
Cuando padres, educadores y niños se dan la mano para rendir homenaje a la Patria; a los hombres y mujeres que dieron a luz los símbolos nacionales; a quienes sentaron las bases de un país diferente; de una sociedad de la que nos sentíamos orgullosos.
Cuando recordamos nuestros propios desfiles y cantos y progenitores y maestros y paisajes y escuelas; en ese mismo instante, se produce una noticia reflejo de la conducta antipatria.
El cierre de un capítulo de auténtica traición a la Patria; a sus instituciones; a las raíces, a lo que, como estos niños, un día cantamos; a los valores que nos dieron trabajo, nombre y paz. Una traición a todo aquello a que, unos y otros, hemos entregado parte de nuestras vidas.
La inocencia, la fe en el futuro, representada en unas tradiciones, en banderas, en cantos, frente a los enemigos de la Patria.
Los saqueos de este Banco, de otros Bancos, de otros entes, de otros fondos producto de los sacrificios de la sociedad, están acabando con la Patria, están matando ilusiones, poniendo fin a la fe, a la credibilidad. pensar que todo es producto de la insaciabilidad, de la voracidad, de la glotonería, de la creencia de que para ser hay que tener, hay que ostentar, hay que despilfarrar lo ajeno, lo que no se ha sudado. Aunque sea traicionando progrenitores, apellidos, familias, confianzas y a la propia entidad que les dio de comer cuando apenas gateaban.
Todo esto es producto de los falsos juramentos, de las mentiras, de las apariencias, de las maquilladas imágenes que nos meten a través de los medios y, para colmo, con espacios pagados con nuestros dineros.
Todo esto es producto de escoger funcionarios con criterios divorciados del servicio público. De seleccionarlos pensando en que me sirvan más que en cualquier otra cosa.
Todo esto es consecuencia de la ausencia de ética que ha invadido el alma nacional.
Todo esto es consecuencia de la calidad de hombre que hemos venido amasando, forjando descuidadamente.
La gente decente debe sentarse a pensar que se puede hacer. Esa gente que está por ahí, escondida, en cualquier partido. en cualquier aula, en cualquier fábrica o taller o surco. Esa gente que se indigna con todo este horror, debe plantear qué se debe hacer. Si es que aun es tiempo. Si es que todavía se puede librar alguna batalla por la decencia.
Son demasiadas las cosas que están fallando. Muchas las estafas de todo orden que venimos viendo.
Muchos los engaños. Casi nada funciona. Casi nada opera. Casi nada sirve. Todo el sistema institucional está en quiebra. No puede ser diferente de los hombres que lo alimentan a diario.
No es posible aceptar en silencio que se cocinen tantos y tan graves asuntos, sin que nadie se de cuenta, sin que nadie diga nada, sin que nadie perciba los nauseabundos olores que tiene a la par. Cada día son más los que se benefician de la salpicada de estos lodos. No es posible admitir, pasivamente, que todo se sepulte con la muerte de una institución. De una muerte por asfixia económica y moral; de una muerte porque se llevaron más de la cuenta y nadie dijo nada, nadie vio nada. De una muerte porque se les fue la mano como me dijo un amigo.
Ojalá que los tribunales reivindiquen el Derecho y acaben con la impresión generlaizada de que la cárcel se hizo para los pobres.
Aunque sabemos que no se recuperará ni un peso.
Que la cuenta la pagaremos todos. Ojalá que nos hagan volver a soñar con aquello de que la ley se hizo para resolver, civilizadamente, en armonía, los conflictos sociales. Ojalá que a los que toca aplicar el Derecho no provoquen su rompimiento.
Ojalá que los nietos puedan cantar, algún día, con sus propios nietos, con alegría y a todo pulmón, la Patriótica Costarricense, tal como lo hiciéramos nosotros, muchos catorce de setiembre, de la mano de nuestros padres, educadores y de nuestros hijos.
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