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que GU 59 U temporánea, en la que el visitante es sólo un elemento existe intuitivamente, positivamente o estadísticamente.
El estudio de la comunicación museográfica y su especificidad lleva a proponer el diseño de dos modelos.
El primero, para la reconstrucción de la experiencia del visitante (Elementos para el Análisis de la Experiencia Museográfica) y el segundo para la interpretación de esta misma experiencia (Elementos Paradigmáticos de la Comunicación Museográfica. Cada uno de estos modelos puede ser utilizado no solamente durante el proceso de evaluación previa, paralela y posterior al proceso de diseño de un museo o una exposición cualquiera, sino que permite establecer comparaciones entre la comunicación museográfica y otros medios de comunicación que el visitante potencial tiene como opciones culturales. esto último se le podría llamar el ecosistema cultural al que pertenece el discurso museográfico, es decir, el sistema constituido por determinadas opciones.
En otras palabras, estos modelos de análisis de la comunicación museográfica (modelos sintagmático y modelo paradigmático) permiten reconstruir o simular por adelantado la experiencia del visitante.
El visitante de un museo lo mismo que el científico que cree en un método de conocimientointerpreta su experiencia a partir de los parámetros que le ofrece la comunidad interpretativa a la que pertenece circunstancialmente, o de aquella cuyos referentes se ponen en juego, casi involuntariamente, en el momento de la interpretación.
La perspectiva general de esta propuesta para el análisis de los procesos de la comunicación museográfica es interdisciplinaria y está centrada en el estudio de los procesos de recepción del visitante de los museos, que podríamos ser usted o yo. Qué estrategias comunicativas del discurso museográfico determinan que un visitante considere su visita como algo satisfactorio y memorable, o bien como algo tedioso o intranscendente, con todas las gradaciones y particularidades de cada experiencia concreta?
En otras palabras. qué determina que una visita museográfica sea realmente educativa, es decir, que transforme, ponga en juego, enriquezca o cuestione la visión previa del mismo visitante, y que a la vez lo atraiga, lo interese, lo entretenga, despierte su asombro o incluso lo divierta?
Los modelos que propongo para el estudio de la experiencia museográfica (el modelo para el análisis de los elementos paradigmáticos y el modelo para la interpretación de la reconstrucción narrativa de la experiencia de visita) podrían ser entendidos, ante el vacío de propuestas en este campo, como posibles provocaciones para iniciar el debate sobre la naturaleza cualitativa, interpretativa y contextual de los estudios de comunicación museográfica.
En este contexto, se entiende por comunicación museográfica el proceso en el que el visitante tiene siempre la última palabra, y cuya experiencia de visita, recorrido y evaluación personal merece algo más que una reducción descriptiva, que deja de lado los procesos de interpretación por medio de los cuales el visitante se apropia de su experiencia de una manera particular en un momento concreto.
Dentro de otros campos de la cultura han estudiado proponiendo muy diversos modelos de interpretación general para responder a muy diferentes preguntas la especificidad de cada proceso cultural. Qué hace de la experiencia de ir al cine algo distinto de ver televisión. Qué determina que un individuo decida leer un libro o visitar una galería, y que al hacerlo tenga una determinada experiencia emocional, intelectual y estética?
Por su parte, la especificidad de la experiencia museográfica hasta ahora ha sido un tema aplazado, un campo minado de preguntas peligrosas, cargado de un contenido necesariamente político, pues llevan, en última instancia, a la pregunta final. De dónde surge la iniciativa de todo proyecto museográfico?
La respuesta es casi siempre la misma: de un proyecto de legitimación institucional, cuyos resulL U Suina a la cucaracha. assor er at A tados siempre serán irrelevantes en función de su intención original: la autocelebración institucional y la justificación de la propia existencia ante los ojos de la misma instancia productora, nunca desde la perspectiva de las condiciones, las necesidades y la experiencia del público.
En contraste, el cine, gracias a su recuperación comercial, tiene una gran autonomía frente a los proyectos institucionales, y el público es más determinante en su existencia.
La utilización casi exclusiva del método estadístico como prueba de la funcionalidad de una exposición y de cada una de sus salas, sería impensable para evaluar a una obra literaria o una película, fuera del valor comercial de esta última.
Aplicar los métodos de evaluación que se aplican en los museos para evaluar una obra literaria llevaría a afirmar que un best seller es mejor literatura que El Quijote porque tiene más lectores, o que las telenovelas son más educativas que la televisión universitaria porque tienen más audiencia.
Lo que ya es una larga tradición de análisis en otros campos de estudio (como el cine, la literatura, la pintura o el teatro aún no existe en el campo de los museos y otras formas de animación sociocultural, como los festivales o los coloquios internacionales.
El objetivo inmediato de una investigación sobre la naturaleza de la comunicación museográfica no es ofrecer propuestas o recetas para comunicar mejor en una exposición o en el diseño de un museo.
El interés de una investigación sobre la naturaleza de la comunicación museográfica a lo que se ha llamado el discurso museográfico es estudiar los elementos (las estrategias, los recursos) que comparte con otros medios de comunicación como el cine, la novela, el teatro y la televisión.
Para estudiar y reconocer la especificidad de la comunicación museográfica se parte del supuesto de que el visitante en el proceso de comunicación es el elemento central de todo discurso.
Este supuesto se opone a la práctica de la museografía conLauro Zavala La Jornada Semanal dignos LA REPUBLICA. Domingo 25 de setiembre de 1994 SECCION CULTURAL Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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