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Revista Dominical. LA REPUBLICA. Domingo 20 de diciembre de 1987. 11 EL ARBOL DE NAVIDAD UNQUE se ha pretendido atribuir a San Bonifacio la institución del árbol navideño, si no es concederle por entero la paternidad de la costumbre, en rigor, el árbol tiene sus orígenes en la antigua creencia germana de que un árbol gigantesco sostenía al mundo y que en sus ramas estaban prendidas las estrellas, la Luna y el Sol (lo que explicaría la moderna costumbre de adornar los árboles con foquitos de colores. Este árbol era para los germanos el divino Idrasil al que rendían pleitesía cada fin de año, cuando suponían que habría do renovarse la vida y en tal virtud acostumbraban adornar una gigantesca encina con antorchas que semejaban las estrellas, la luna y el sol. En torno a ese árbol, bailaban y cantaban en homenaje a los espíritus del bien.
Una versión más sugiere que fue la costumbre druidica de cortar al fin de año las puntas de los árboles, como parte de una ceremonia de bienaventuranza, la que propició el surgimiento del árbol de Navidad.
En los últimos años, frente al evidente triunfo de la costumbre, se ha estimulado una versión cristiana absolutamente legendaria que intenta integrar el árbol navideño a las demás costumbres religiosas. Conforme a esta leyenda, en el momento del nacimiento del Niño Dios el pino fue adornado por obra y gracia divina con estrellas para que al presentarse ante la criatura recién nacida no se sienta pobre de merecimientos, puesto que luego del nacimiento de Jesús, tanto los animales cuanto los vegetales quisieron acudir a Belén para presentarle sus respetos. Pero como entre todos los vegetales el pino era el que se sentía más feo, se fue rezagando en la marcha de los árboles, por lo cual las estrellas se apiadaron de él y se posaron en sus ramas para convertirlo en el más atractivo, a tal punto que al llegar al Niño Dios, éste quiso tocar con sus manos las luces que lo adornaban a pesar de todo, el árbol sigue contando con la antipatía de los tradicionalistas, seguramente porque fue Martin Lutero, el líder protestante, quien lo impulsó en Alemania de donde pasó a Finlandia y de allí a Inglaterra, donde históricamente se registra su primera instalación en 1829. Los ingleses llevaron la costumbre a Estados Unidos, donde en 1847 se instalaron en la via pública y alcanzaron tanta popularidad que hoy se considera a estos árboles como típicamente norteamericanos.
11 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud, Costa Rica.
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