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La Comuna de París 1871-2021

El 18 de marzo de 1871 se proclama la Comuna de París.  La historia es conocida: después de una guerra dinástica y de rapiña entre el imperio napoleónico y la Alemania de Bismarck, el imperio francés implota dando paso a la república; en un intento desesperado de normalización, el gobierno provisional de la burguesía prefiere la traición nacional al París armado. El pueblo se resiste a entregar la ciudad y, a partir del intento de despojar a la Guardia Nacional de sus preciados cañones, estalla una insurrección que instaura el “primer gobierno obrero” de la época moderna. Para simbolizar su victoria, les communards (los comuneros) tiran abajo la columna Vendôme, mandada a erigir por Napoleón III en honor del triunfo de su tío en la batalla de Austerlitz en 1805.  La Comuna llega a su fin 72 días después, el 28 de mayo, luego de la brutal masacre perpetrada por el ejército de Versalles durante la “semana sangrienta”, con un saldo estimado de al menos 20 mil muertos. Se dice que, para conjurar el fantasma del pueblo en armas, la Asamblea Nacional acordó en 1873 erigir el templo del Sacré Coeur en la colina de Montmartre, donde se había declarado la Comuna.Pese a su trágico final, esta experiencia de autogobierno está lejos de ser una experiencia local frustrada, pues se transformó en un acontecimiento central, ejemplar y universal en la historia del movimiento obrero, del pensamiento socialista y del imaginario libertario. Por lo mismo, la Comuna se convirtió también en un momento de referencia -desde luego, negativa- para el pensamiento conservador, que en su terror y pánico la vivió como un apocalíptico estallido de irracionalidad plebeya. Desde ese momento, la búsqueda de mecanismos represivos para domesticar a las masas se convirtió en la obsesión de los pensadores conservadores, empezando por los escritores que habían sucumbido a las mieles del Imperio y, ciertamente, con los “reformadores sociales” como Gustave Le Bon.La Comuna abrevó en un amplio arco de pensamiento revolucionario y transformador, siendo así producto de las distintas corrientes que constituía el movimiento obrero y el pueblo francés: participaron en este acontecimiento los obreros afiliados a las corrientes socialistas y comunistas vinculados a la I Internacional, los federalistas municipales seguidores de Pierre  Joseph Proudhon, los conspiradores revolucionarios seguidores de Blanqui, anarquistas feministas como Louise Michael, artistas –como Gustave Courbet- que se oponían al en boga “arte por el arte” y reivindicaban un papel político, entre otros. De aquí que, como experiencia iluminadora de la política, la Comuna de París haya seguido distintos caminos.Carlos Marx y Federico Engels, como dirigentes de la Asociación Internacional de los Trabajadores, dejaron el primer mojón de la interpretación socialista sobre el significado de la Comuna de París. Su libro La Guerra Civil en Francia y los Manifiestos que la AIT dirigió a la clase obrera mundial fueron piezas claves en cómo los seguidores de Marx interpretaron estos hechos: fue el “primer gobierno obrero” de la historia y la “forma política finalmente encontrada de la emancipación del trabajo”. Años después, Lenin prolongaría esa interpretación y la vincularía a la experiencia rusa que culminaría sedimentando en la revolución de Octubre.Según una interpretación de cuño anarquista, que tiene entre sus autores de referencia a Kropotkin y Bakunin, la Comuna será modelo de una democracia directa sin partido y sin sindicatos, interpretación que también compartirán los seguidores del Comunismo de los Consejos.Asimismo, las interpretaciones socialdemócratas y estalinistas –que, ritualmente, guardaban la memoria de la Comuna-, enfatizaban en sus errores, insistiendo en la superioridad de la “vieja táctica probada” parlamentaria o del “partido de vanguardia y su Secretario General”.La mirada se posa sobre la Comuna de París siempre que se requiere encontrar preguntas y respuestas ante los grandes momentos de desastre capitalista, así como desastrosa fue la guerra francoprusiana que abrió las puerta de la Comuna. Por ejemplo, fue después de la guerra ruso-japonesa que Trotsky y Luxemburgo vieron en la Comuna de París el ejemplo histórico que daba sentido y salida a la revolución rusa de 1905, a los soviets y la huelga de masas.  La revolución y la guerra civil española, en las cuales también se experimentó una fuerte tensión entre las tendencias anarquistas y el comunismo sovietizante, fue otro extenso teatro social donde la Comuna de París encontró terreno fértil para su discusión y reivindicación.Ahora bien, la Comuna fue también inspiración de importantes movimientos y estallidos sociales que buscaban romper con la estrechez de los marcos de la Guerra Fría.  Eso fue particularmente evidente con la movida mundial del 68, en la cual emergieron con fuerza inédita reivindicaciones posmaterialistas, abanderadas por colectivos precursores que se articularon los actores obreros y populares tradicionales, y que después vendrían a llamarse “nuevos movimientos sociales”: estudiantes, jóvenes, mujeres, ecologistas, y demás. En particular, el Mayo Francés, la Primavera de Praga y el otoño caliente italiano volvieron a ver en la Comuna un modelo que les permitiera salir de la falsa dicotomía entre la burocracia estalinista y el capitalismo keynesiano.Hoy vivimos un momento en que la meditación sobre la Comuna de París parece nuevamente necesaria, cuando no urgente. Al igual que en 1870, el actual “capitalismo de la catástrofe”, poskeynesiado y neoliberal, se muestra cuan grande y cínico es: guerras, saqueos, riquezas fabricadas en medio de la desgracia y, más recientemente, pescador en el río revuelto de una pandemia cuasi-apocalíptica. De igual forma, el cambio climático, el insostenible consumismo, el individualismo intensificados, la imparable corrupción política, la desigualdad escandalosa, y otros males de la época traen otra vez a discusión la necesidad de explorar otras formas de organización y de vida.Sin embargo, el agotamiento de las experiencias que pretenden superar el “sistema” y cambiar el mundo apelando a modelos puramente estatales muestran claramente sus límites, que oscilan entre un “Socialismo del Siglo XXI” que degenera en experiencias autoritarias que parecen encontrarse ante callejones sin salida, y el parlamentarismo social-liberal que transita por un pragmatismo en su mayoría claudicante, como es el caso de Podemos y Syriza.La crisis civilizatoria, como concepto que anuda la crisis ecológica, económica, política y social, es tal vez la forma periodística en que se presenta la dimensión catastrófica del capitalismo contemporáneo. En este escenario, parece más urgente que nunca la reflexión de una experiencia que vaya más allá del mercado y del Estado, poniendo en escena la cuestión de lo comunitario y de lo común.  Las experiencias de autogobierno popular en Bolivia, Ecuador, México o en Siria, muestran que una tercera variante siempre ha estado latente en los procesos de cambio en el siglo XXI. El ascenso de la lucha del movimiento de mujeres y sus demandas sin duda también tiene antecedentes en cómo las obreras parisinas enfrentaron a los versalleses e impusieron la separación de la iglesia y el Estado.¿Cuál es la contemporaneidad de la Comuna de París? ¿Cómo podemos pensar nuestro incierto presente con base en esa extraordinaria experiencia? ¿Cómo construir una alternativa de vida a partir de la estela que han dejado les communards a lo largo de este siglo y medio?

  • Roberto Herrera & Sergio Villena
  • Opinión
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