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Las Cuatro y Tres Cuartos Comedia en acto y en prosa por GARLOS GAGINI (Inédit. PERSONAJESEL CORONEL ROCHEFORT.
50 años DONA ISABEL.
45 IRENE.
18 EL CONDE VERTEUIL.
30 PANTU.
GERMÁN 40 UX CRIADO Dos AGENTES DE POLICÍA La acción en las cercanías de París, en 1860. EXPLICACIONES Rochefort es un hombre de unos 50 años, con el pelo y la perilla algo grises, pero muy bien conservado. En las primeras escenas viste traje de montar, y en las últimas (desde la VIII) uniforme.
Doña Isabel tiene 45 anos: semblante grave y triste. Viste de luto.
Irene tiene 18: es alegre, traviesa, de modales algo varoniles. Viste traje de casa; luego amazona, y en las últimas escenas traje rosado sencillo y elegante (desde la escena VII. Verteuil: 30 anos, vestido elegantemente: aspecto de joven gastado por los vicios.
German: 40 años, barba rubia, semblante serio y reposado. Su traje es mezcla de uniforme y de vestido de paisano.
Pantu: tipo ridículo, con traje usado, pero superior su condición: es un agente de policía disfrazado de caballero.
ESCENA La escena representa el jardín de una quinta. la derecha, en primer término, un costado de la casa, con una puerta de vidriera; en segundo término, una alameda del jardin. la izquierda, una avenida que se supone conduce la calle.
En el fondo un grupo de árboles, bajo los cuales hay una mesita y varias sillas.
Al levantarse el telón, los personajes están sentados en torno de la mesa. Irene prepara una taza de café y se la pasa al Coronel; durante el diálogo, llena una pipa, la enciende y se la ofrece cuando lo indica el diálogo.
Rochefort, doña Isabel, Irene; luego Germán. Is. bién?
Roch. Estábamos cuarenta leguas de Argel, corta distancia del lugar donde ocho dias antes había muerto como un valiente el esposo de usted, el Capitán Rigaud, el mejor soldado del ejército de África. Doña Isabel se enjuga los ojos. Pero veo, señora, que estos recuerdos son demasiado tristes. Is. Qué quiere usted? Todavía no puedo acostumbrarme la idea de esa eterna separación. Yo estaba entonces en Argel, muy lejos de sospechar la tremenda desgracia que había caido sobre mí y temblando por la suerte de mi marido y de mi hija, sorprendidos en aquellas lejanas comarcas por la inesperada insurrección de los kabilas,