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llo corporal, mi belleza rubia y fresca lo habían hecho perder el juicio. Dos años después de mi matrimonio, lo eché con groseria de mi casa, porque se ricias monótonas. Una aspiración natural un instinto secreto me decían que el de aquel hombre no era todo el amor, que habín algo, que debía haer días después de haberlo despedido, mi marido se mató. Pobre hombre!
Julia dió un profundo suspiro, como si acabase de depositar en el suelo el peso enorme de sus recuerdos.
Un hermoso gato blanco del establecimiento, la cola esponjada, se acercó ella paso entre paso, se frotó el costado derecho contra el vestido de Julia, después el costado izquierdo, y luego se echó sus piés.
La mirada fija en un punto lejano y vago, Julia siguió. En los seis años que llevo de viudez, los preterdientes han desfilado por miles ante mi vista impasible. Ninguno ha conseguido hacerse amar!
Eso me prueba que en mi no hay histerismo. Sin embargo, pocos temperamentos de mujer son capaces de mayor ni de más violenta pasión que el mío.
Siento que yo he nacido para amaró para odiar; pero no he encontrado el individuo que sea digno de que yo me le entregue en cuerpo y alma! Amarín con locura, hasta el paroxismo, un hombre recio y viril. franco y alegre, como el Condestable Bertran du Guesclin. Es claro, repuso el joven amigo que estaba al lado; como que es uno de sus ascendientes. como el Conde Enrique de la Rochejaquelein. Ya lo creo, replicó de nuevo el mismo joven, puesto que es uno de Pero nada de eso encuentro en los hombres de nuestra sociedad mo derna. Todos los que me cortejan y Ud sabe que son muchos parecen cortados por la tijera de la medianía. Cuando cualquiera de ellos se me acerca, yo sé de antemano cuál va ser el comienzo de su frase mielosa; y cuando me hace una reverencia, adivino sin pena cuál será el final de su piropo vulgar.
En ese momento, con los ojos brillantes de satisfacción, llegó donde Julia el apuesto Conde de Doudeauville, le hizo un profundo saludo, y dijo. Baronesa de la Motte: muy feliz de poner sus pies mis humilies respetos: el baile ha comenzado con las cadencias de Mettra, y vengo suplicarle el insigne honor de bailar con Ud. el primer valse.
Por toda contestación, después de haberlo escuchado con una indiferencia glacial, Julia se levantó, le tornó la espalda, y se fué.
sus abuelos.
BRAULIO CARRILLO M. AGUILAR PARA LA HISTORIA Decreto del Gobierno del Salvador EL PRESIDENTE DEL ESTADO DEL SALVADOR Considerando: Que los señores Licenciados don Braulio Carrillo y don Manuel Aynilar fallecieron en este Estado en donde permanecen sus restos: Que ambos desempeñaron en Costa Rica destinos de alta importancia, por lo cual su memoria pertenece principalmente a la historia de aquel país: Que su ilus5 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Obregón Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica