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Los Trabajadores del Bosque No se me borra esa impresión grandiosa: En medio de la selva gigantesca la luz indecisa de la roza, Vi la escena dantesca.
Al pie de aquellos árboles copudos Como negros fantasmas, se agitaban Los atletas desnudos Que ardorosos se erguían encorbaban; Mientras que, presas en sus puños rudos, Las hachas, cual relámpagos, brillaban. Con qué rabia el acero Se clavaba en el tronco endurecido, á cala golpe fiero.
Cómo el cedro orgulloso y altanero Lanzaba hondo gemido!
El furor de las hachas relin brantes Se aumentaba a medida del bochorno, temblaban los mozos jadeantes Aquel ambiente de horno Haciendo que llovieran en su torno Granizadas de astillas crepitantes; cuando algún coloso vacilaba por fin con estruendo se abatía, Agria y desconcertada gritería Una nube de pájaros formaba Por el nido deshecho que caía. Mientras tanto, el hachazo Se eseuchaba otra vez, violento y seco, Resonando del bosque en el regazo, Repercutido siempre por el eco; siempre, siempre con la misma sana, El acero vibrante Se encarnizaba con la dura entraña al rodar por el suelo algún gigante, Pavorosa temblaba la montaña. otra vez la estridente algarabía Se formaba en la altura, por la brecha enorme que se abría Una explosión de luz y de alegría Llegaba al fondo de la roza obscura!
II Después, los postreros resplandores Del mismo ardiente sol que con asombro Los miró resistir sus calores, Se alejaban aquellos gladiadores Cantando alegres con el hacha al hombro.
Por el fulgor crepuscular heridos En la falda del cerro blanqueaban Del pobre hogar los agrupados nidos; allá, en los claros que la selva hollaban, Destrozados quedaban Los revueltos montones de vencidos!
RODULFO FIGUEROA 12 Este documento es propiedad de la Biblioteca Nacional Miguel Coregon Lizano del Sistema Nacional de Bibliotecas del Ministerio de Cultura y Juventud Costa Rica