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paces los bucaneros.
un bucanero francés con su arma. El Presidente le correspondió con una rien esmeralda engastada en oro, la que recibió Morgan emplazando al Ptesidente para que le esperase dentro de poco tiempo y viera de lo que eranicaPasemos por alto los horrores de Portobelo! 259, 000 de oro, las mejores mercaderías de la población y los más encopetados habitantes, fueron hotin de los piratas. Resuelta ya la toma de Panamá, Bradley se toma el castillo de San Lorenzo la entrada del Chagres y el 18 de enero de 1671, Morgan con cinco bongos artillados y 1, 200 hombres repartidos en 33 canoas, emprende la subida del río Chagres y después de nueve días de una marcha penosísima, avista la ciudad de Panamá desde el cerro llamado de El Avance. El 28 de enero la caballería compuesta de más de 400 jinetes y mandada por el Coronel Antonio Rojas Jiménez, se organizó para presentarle combate a los bucaneros. Sería error, cobardía, traición bestialidad? Lo ignoramos. En un corral cerca de la población había una gran cantidad de reses bravías recién traídas. Los españoles creyeron hacer una gran cosa y soltaron esa gran cantidad de toros, calculando con esto vencer a los piratas: pero estos estaban en muy buena posición hicieron frente con sus armas. los primeros disparos los animales voltearon cara y, arremetieron con la caballería que iba detrás, formando tal confusión, que los pocos minutos se dieron por derrotados, dejándole libre la entrada del Emporio del Nuevo Mundo a los despiadados bucaneros.
Todo este percance de la caballería pasó en medio de un terreno pantanoso completamente impropio para maniobras. Cerca de 3, 000 hombres quedaron en la plaza, para defenderla; no obstante Morgan dió la señal de ataque, no sin baber antes con crueldad impía, hecho asesinar varios sacerdotes católicos que, fugitivos, fueron cogidos por sus hordas.
Tres horas duró el combate y don Juan Pérez de Guzmán, el Presidente, se vió obligado entregar la plaza incondicionalmente. La sangre corrió por las calles, y pocos momentos después la ciudad ardía por todos sus cuatro costados siguiendo escenas de horror indescriptibles. Vírgenes, matronas, ancianos, ninguno escapó la feroz bestialidad de los asaltantes.
Una honorabilísima señora, cuyo nombre por desgracia no nos da la historia, sufrió los más crueles martirios, antes de que se pagara el cuantioso rescate que por ella se pedía, por no aceptar el infame amor que le brindaba el Nerón de Panamá.
Partidas de hombres indefensos eran asesinados inmediaciones de la población, por no haber podido escapar tiempo. Las aguas de la bahía se tiñeron de rojo, con sangre española istmeña, y durante muchos días numerosos cadáveres flotaron sobre las ondas.
Un mes pasaron Morgan y sus gentes entre las ruinas de Panamá, contemplando su obra y recogiendo cuantas riquezas podían acaparar. Al cabo de dicho tiempo abandonaron el lugar, llevándose cerca de doscientas mulas cargadas de oro, plata, pedrerías etc. y más de quinientos prisioneros, de los cuales los que llegaron a obtener su libertad, fué costa de valiosísimos rescates.
Con todo este botín llegaron los bucaneros Chagres, donde los dejó Morgan con un palmo de narices, haciéndose la vela en un ligerísimo bergantín con la mayor parte, si no todo el fruto de su pillaje.
Cuenta la tradición, que solamente en la casa de un famoso comerciante, encontraron un cofre lleno de perlas blancas y negras que equivalían por su valor un tesoro real.
Es curiosa la ocurrencia de una mujer en los terribles momentos de la catástrofe: como quiera que los españoles pintaban con tan horrorosos colores los filibusteros, los que no los conocían llegaban tener las más

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