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Roch. Tengo que ir esta noche París. mañana vuelvo al ejército Irene. Al ejército. Sorprendida)
Roch. Pero antes es menester que tú. que usted sepa.
Trene. Pero, por qué esa seriedad, Dios mío? Porqué no me tutea usted como antes Le he ofendido en alga. Oh! le juro que habrá sido sin querer (llorosa. Roch. Procurando dominar su emoción. No, hija mía: es que se trata de un asunto grave que debe quedar resuelto hoy mismo, aunque sospecho que ya tu corazón lo tiene arreglado de antemano.
Irene. Me asusta usted. De qué se trata?
Roch De tu casamiento.
Irene. Riendo. Qué. por eso me ponía usted cara de ogro y me hablaba con tono sepulcral. Con que eso le disgusta, caballero. Tan mal me quiere usted?
Roch. Ap. Oh! le ama, no hay duda. No puede disimular su alegría. Alto. Cómo puedes imaginar que me sea indifente tu porvenir. No mereces ser muy dichosa, adorada de todos?
Irene. con efusión. Gracias, mi noble amigo, gracias.
Roch. Pensativo y como hablando consigo mismo. Irene le escucha con creciente sorpresa. Tu futuro esposo es digno de tí: en primer lugar te estima en lo que vales y te amna desinteresadamente: además es noble, educado y rico Hoy no abundan los jóvenes como él.
Sí, el señor Verteuil lo tiene todo en su favor: juventnd, amor, riqueza. Será un modelo de maridos. Pausa. El Coronel mira al suelo.
Irene se aleja bruscamente de él: en su rostro se pintan el estupor, el despecho, la cólera; luego se acerca lentamente. Irene. Con voz sorda y recalcando mucho las palabras. Luego usted me aconseja que me case con el conde de Verteuil. usted Roch. Sin mirarla) Sí.
Irene. usted que es tan buen fisonomista que de una sola mirada adivina lo que pasa en los corazones žestá seguro de que seré feliz con el señor Verteuil, de que es ése el marido que me conviene?
Roch. Puesto que él te ama y tú también ¿qué se opone vuestra felicidad?
Trene. Usted lo ha dicho. Es cierto: le amo, le adoro.
Roch. Paseándose con las manos la espalda. Entonces ¡qué diablos!
Dígaselo usted misma él, y en paz. En el jardín le encontrará.
Irene. Está bien, voy a seguir su consejo. Se aleja lentamente por el foro, y se detiene dos veces para ver al Coronel. Continuará. CELAJE Una nube vagaba por los cielos un alma triste por el mudo erraba; Del sol un rayo hirió la blanca nube, De unos ojos la luz llegó hasta el alma; Brilló en el manto de la nube el iris, Brilló en el alma triste la esperanza; Sopló el viento en los aires, en la tierra El infortunio desplegó sus alas; La nube se deshizo en blancas perlas el alma al punto se deshizo en lágrimas.
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