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Las Cuatro y Tres Cuartos Comedia en un acto y en prosa por GARLOS GAGINI (Continuación)
ESCENA IX Rochefort, liego Germán Roch. yo que lo dudaba todavía. Necio de mí. pausa) Germán! Germán. Dónde demonios se habrá metido ese animal. Mil bombas!
Germ. Agitado, por la derecha, término. Mi Coronel. señor!
Roch. Qué significa ese disfraz, majadero?
Germ. Dejando el sombrero y la regadera. Señor. es necesario. absolutamente que entremos. ya vienen (con misterio. Roch. Quienes vienen, idiota? á mí que me importa. Pronto! Sube mi cuarto y prepara las maletas. Esta noche partimos para París y mañana nos incorporamos al ejército. Nos volvemos Africa.
Germ. Señor, le ruego que venga con migo. urgentemente, inmediatamente. Si usted supiera!
Roch. Qué?
Germ. Mirando hacia el jardín. Por Dios! que ya vienen! Se trata de la señorita.
Roch. De Irene!
Germ. Sí, mi Coronel: una cosa espantosa.
Roch. Hablarás por fin, con dos mil de caballo?
Germ. No, aquí no.
Roch. Entremos, pues. Se habrá vuelto loco este muchacho. Vanse. ESCENA Doña Isabel, Verteuil, Pantu (Por la izquierda)
Vert. Preciosa quinta. hace mucho tiempo que habita usted en ella, señora? Is. Tres años, desde la muerte de mi esposo.
Vert. Qué agradablemente se deslizará en ella la vida! Es un verdadero paraíso.
Pant. Oh! es una posesión valiosísima: las cuadras, los parques, el huerto, todo vale un dineral: solamente el jardín io estimo en cien mil francos. Verteuil le dirije una mirada furiosa. Vert. Pero hay algo que vale mucho más que la finca: el corazón de su dueño. No es verdad, doña Isabei. Se sienta. Is. Tiene usted razón. Ah! Irene y yo jamás podremos pagar la inmensa deuda de gratitud que tenemos con Rochefort. Usted no puede figurarse la bondad de ese hombre: la muerte de mi marido se encargó de nosotras, de atender a todas nuestras necesidades: y al dispensarnos su protección procede de un modo tan franco, noble y 92