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Las Cuatro y Tres Cuartos Comedia en un acto y en prosa por CARLOS GAGINI (Conclusión)
ESCENA XII Rochefort, luego Irene.
Roch. Uff! qué peso tan horrible me he quitado de encima. mirando la derecha, término. Si no me equivoco allí está Irene. Sí, es su traje rosado. Se vá y vuelve con Irene de la mano. Vamos, querida chiquilla ¿por qué te afliges así. Presenciaste talvez la escena. Irene. Sorprendida. La escena!
Roch. Que pasó aquí hace un instante.
Irene. Acabo de salir de mi cuarto y de sentarme en aquel banco.
Roch. Entonces alguien te contó. Germán, acaso?
Irene. Pero ¿qué?
Roch. Ah no sabes. Entonces ¿por qué lloras?
Irene. Usted me lo pregunta. No ha de llorar una pobre huérfana al ver se ha convertido en una carga insoportable, al comprender que las personas quienes ama quieren desembarazarse de ella como de una mercadería inútil que se da por cualquier cosa al primero que pasa? Nunca lo hubiera sospechado de usted, tan bondadoso siempre conmigo. con exaltación. Por qué no decirme claramente: Irene, estamos fastidiados de tí, entra en un convento vete de esta casa?
Roch. La escucha envelesado. Irene, Irene!
Irene. Quién ha de interesarse por una muchacha insignificante sin fortuna ni méritos. Quién. quién le importan sus sentimientos. Ah! si algún día soñara yo que hay un corazón que me comprende y que responde los latidos del mío, me acordaría de lo ocurrido hoy y ocultaría tan profundamente mi amor, que usted y mamá pensarían como ahora. esta infeliz es como una muñeca de quien podemos disponer sin consultarla; y entonces, como ahora, les diría yo. déjenme llorar en libertad, arrójenme de esta casa si estorbo pero no me obliguen casarme.
Roch. Pero si nadie trató de obligarte. No me confesaste tú misma que amas Verteuil?
Irene. Yo. Yo? Si le detesto, si le odio! Mejor dicho, si casi no le conozco ni me importa!
Roch. Es cierto lo que dices. Oh! querida Irene! Ha habido en todo esto un error que voy a explicarte: Doña Isabel creyó notar en tí una preocupación extraña; y atribuyéndola las visitas de Verteuil, que había pedido tu mano, me comisionó para averiguar tus sentimien.
tos. Oh! cuánto dolor me causaron sus revelaciones!
Irene. Con alegría. Oh! eso le causó pena usted?
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