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Era la misma, siempre la misma cara. Para qué proseguir? Separándome de la borda del vapor, dejando de mirar La Donna del Lago, y de escuchar, con brusca descortesia, al improvisado cicerone, encendi mi cigarro, recurso supremo contra preocupaciones que se quieren en vano desechar, y me bajé la cámara.
IV Antes de la perforación del túnel del Mont Cenis, el paso de Francia Italia se hacía en ferrocarril, creo que del sistema Tall, tendido lo largo de la tortuosa carretera, camino estratégico, nacido del genio de Napoleón, para hacer la Italia sucursal de la Francia.
Aquella locomotora, crujiendo entre el barandado del tercer rail, donde engranaban los dientes horizontales de las ruedas del centro, arrastrando dos coches largos y estrechos y un furgón de equipajes, que se precipitaba silvando por las curvas de la rapida pendiente, y donde, al mirar por la ventanilla, se veían hondos precipicios, contra cuya caida solo resguardaban los frenos, que manejaba un hombre, rojo de tánto esfuerzo, y con las venas hinchadas y azules, moldeadas en alto relieve sobre la sudosa sien, que era capaz de sembrar espanto en el corazón más esforzado.
Cuando yo atravesé aquel camino éramos todos hombres, y una sola mujer; era inglesa, hermosa, rubia, de fisonomía dura y de mirar fosfórico. fuer de varones, todos sonreíamos; pero maldita la gana que teníamos de reír cada vuelta de la pendiente.
Nadie queria dejarlo descubrir en su fisonomía, pero es indudable que todos teníamos miedo. Ella sola permanecia impasisible, ni alardeaba, como nosotros, de buen humor, ni tenia la palidez que hacía traición a los demás.
Crei reconoceria, pero no pude saber quién era.
Al pasar en el recto ferrocarril de Turin Génova se dejan la izquierda los famosos campos de Novara, donde el hierro de la Austria puso una vez más esposas Italia; alli perdí muchas horas rehaciendo en mi memoria, y en los mismos lugares que sucedieron, los episodios de la sangrienta lucha, donde se mostró tan joven el genio del viejo Radetzki. Acompañado de un inválido veterano, supe el lugar de cada choque parcial, el teatro de los momentos decisivos, la escena del último episodio del combate.
Recorriendo el campo de batalla, ví una trapera escarbar en busca de jirones aún olvidados, y la miré y me espanté.
La conocía, y no la quise conocer.
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